El D¨ªa del Libro y el Premio Cervantes
EL ANIVERSARIO del fallecimiento de Miguel de Cervantes, fecha tradicional en que se celebra el D¨ªa del Libro, es tambi¨¦n el d¨ªa elegido para la entrega por los Reyes del Premio Cervantes y para la recepci¨®n ofrecida en el palacio de la Zarzuela a escritores, artistas e intelectuales. As¨ª pues, el 23 de abril funde en una sola conmemoraci¨®n el homenaje al mayor creador de la historia de la literatura castellana, la cita del libro con los lectores, el acto de entrega del premio m¨¢s importante de nuestra ¨¢rea idiom¨¢tica y la comunicaci¨®n del mundo del pensamiento y del arte con la Corona.Pese a los fulgurantes avances de los medios audiovisuales, el libro contin¨²a siendo un veh¨ªculo irreemplazable para la transmisi¨®n del aliento creador en casi todos los campos de la actividad humana, desde la poes¨ªa y la narraci¨®n hasta las ideas filos¨®ficas y cient¨ªficas. A la industria editorial espa?ola se debe, en buena medida, la ampliaci¨®n de los horizontes culturales de nuestro pa¨ªs, pese a los estragos producidos por la censura en un reciente pasado y por los adversarios de la libertad de expresi¨®n en nuestros d¨ªas y el conocimiento de la tarea que los escritores y los hombres de pensamiento realizan en el resto del planeta. Las editoriales espa?olas, de a?adidura, se han convertido en el principal -o tal vez el ¨²nico- canal para la presencia en Am¨¦rica Latina del amplio segmento de nuestra cultura pensada y escrita en el mismo idioma que hablan las rep¨²blicas de aquel continente, dejado de la mano por los pol¨ªticos que, a este lado del Atl¨¢ntico, s¨®lo piensan en la comunidad latinoamericana como circuito ampliado para los intercambios comerciales y para los negocios o como t¨®pico pretexto para la deplorable ret¨®rica de una hispanidad humillada a la condici¨®n de juegos florales. Nuestros editores tambi¨¦n han contribuido, en las ¨²ltimas d¨¦cadas, al resurgimiento de las lenguas espa?olas que no son el castellano y a la difusi¨®n de las obras de creaci¨®n escritas por latinoamericanos, que han enriquecido la vieja lengua de Cervantes. Las dificultades por las que atraviesa actualmente la tarea editorial espa?ola, enfrentada con la elevaci¨®n de costes, las subidas de tarifas de transporte, la repercusi¨®n de la coyuntura en la ca¨ªda de una demanda tan el¨¢stica como la del libro, la estrechez y envejecimiento de los canales de comercializaci¨®n interior, los obst¨¢culos para la exportaci¨®n y venta en Am¨¦rica y la desatenci¨®n generalizada de los poderes p¨²blicos hacia los fen¨®menos culturales, configuran as¨ª un preocupante fen¨®meno que rebasa los perfiles financieros de la crisis de un sector industrial para incidir en la propia organizaci¨®n y desarrollo de nuestra cultura. Porque nunca se insistir¨¢ lo suficiente en que el libro es, a la vez, una mercanc¨ªa y un bien cultural.
Por lo dem¨¢s, que el castellano no sea el ¨²nico idioma espa?ol se combina con el dato de que quienes lo hablan y escriben en los pa¨ªses americanos lo denominen el espa?ol. Esta fecha, aniversario de Cervantes, en la que el Rey entrega el premio que lleva ese nombre a Juan Carlos Onetti, el extraordinario novelista uruguayo, debe servir para recordar que el viejo castellano es ya patrimonio de una amplia comunidad de pueblos j¨®venes y no la heredad provinciana de los espa?oles. Los criterios hasta ahora seguidos para la concesi¨®n del Premio Cervantes desde 1976 han rendido homenaje a ese hecho palmario, de forma tal que el cubano Alejo Carpientier y el argentino Jorge Luis Borges figuran en la lista de los galardonados, junto a Jorge Guill¨¦n, D¨¢maso Alonso y Gerardo Diego. Sin duda, los mexicanos Juan Rulfo y Octavio Paz, el colombiano Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, el peruano Mario Vargas Llosa y el argentino Julio Cort¨¢zar, para citar s¨®lo algunos de los nombres indiscutibles de las letras americanas, engrosar¨¢n esa relaci¨®n, junto a los grandes escritores espa?oles contempor¨¢neos, en pr¨®ximas convocatorias.
Digamos, finalmente, que esta fiesta de la lengua castellana, del espa?ol que se habla a uno y otro lado del Atl¨¢ntico, no debe manejarse de forma hostil contra las dem¨¢s lenguas peninsulares. El art¨ªculo Y de la Constituci¨®n resalta que ?la riqueza de las distintas modalidades ling¨¹¨ªsticas de Espa?a es un patrimonio cultural que ser¨¢ objeto de especial respeto y protecci¨®n?. Esa fantasmal guerra de lenguas que algunos temen y otros propician tiene que ser exorcizada mediante la multiplicaci¨®n de actitudes que permitan a cada comunidad ling¨¹¨ªstica comprender los problemas y angustias de las restantes.
Dejemos a quienes confunden la lengua de Cervantes con la lengua de la opresi¨®n la tarea de recapacitar sobre las disparatadas conclusiones de esa pobre necedad, que suprimir¨ªa como por ensalmo diez siglos de creaci¨®n y de luchas por la libertad y que debilitar¨ªa los nexos culturales con los pa¨ªses americanos. Desde el castellano, lengua oficial del Estado, que todos los espa?oles tienen el deber de conocer, de acuerdo con la Constituci¨®n, pensemos m¨¢s bien en el ?especial respeto y protecci¨®n? que merecen el catal¨¢n, el eusquera y el gallego, bastante m¨¢s necesitados de cuidados, para su conservaci¨®n y enriquecimiento, que su hermano peninsular y continental.
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