Origen de los conflictos m¨¦dicos
Desde hace varios a?os, los medios de difusi¨®n informan al ciudadano, con gran frecuencia, del desencadenamiento de conflictos m¨¦dicos en toda la geograf¨ªa espa?ola, colectivos o personales, y en los que la figura del profesional de la medicina casi siempre es cualificada de forma peyorativa. Esta reiteraci¨®n de los hechos es, sin duda, expresi¨®n del grave momento por el que est¨¢ pasando la sanidad espa?ola al igual que otros estamentos de nuestra sociedad; pero es injusto que se culpe al m¨¦dico de ello, pues la ausencia de una pol¨ªtica sanitaria definida en los ¨²ltimos a?os ha sido y sigue siendo la culpable de todas estas situaciones.Creado el Ministerio de Sanidad, la sucesi¨®n ininterrumpida de ministros y secretarios de Estado y la posterior desaparici¨®n de dicho Ministerio ha propiciado un gran confusionismo, y lo mismo puede decirse de la puesta en marcha de entes auton¨®micos con competencias sanitarias, de las presiones e injerencias de partidos pol¨ªticos que quieren imponer su modelo sanitario, de la ausencia de autoridad a nivel de las instituciones sanitarias del pa¨ªs, de la falta de cumplimiento de las reglamentaciones vigentes por parte de la misma Administraci¨®n y del progresivo y continuo recorte de los recursos adscritos a la sanidad; todo ello ha sumido al m¨¦dico en un estado de continua zozobra e inseguridad que imposibilita el trabajo sereno y eficaz. Si a todo esto se une la continua campa?a de desprestigio profesional, es comprensible que surjan situaciones explosivas que a nadie benefician. A pesar de ello, los m¨¦dicos espa?oles no han adoptado todav¨ªa posturas dr¨¢sticas de protesta, pero s¨®lo el anuncio de las mismas provoca oleadas de indignaci¨®n en diversos estamentos que se instituyen en defensores d el pueblo, pero que permanecen culpablemente callados cuando este mismo sufrido pueblo padece las consecuencias de huelgas salvajes de cualquier medio de transporte, de la ense?anza, de los servicios de limpieza p¨²blica, de la alimentaci¨®n, de la hosteler¨ªa, etc¨¦tera.
Cabe preguntarse el porqu¨¦. de esta diferencia de actitud ante los problemas sanitarios, sobre todo teniendo en cuenta que, como dec¨ªamos antes, no se ha llegado a un conflicto generalizado y que, en los escasos conflictos locales que se han producido, los m¨¦dicos siempre han mantenido, y a¨²n reforzado, los servicios b¨¢sicos de asistencia y urgencia. Posiblemente se debe a la independencia del m¨¦dico y de Su organizaci¨®n profesional, que con un claro concepto de sus responsabilidades no se deja empujar por sectarismos pol¨ªticos, raz¨®n por la que, tanto en la anterior como en la actual situaci¨®n pol¨ªtica, nunca ha dejado de protestar cuando se le obliga a ejercer la profesi¨®n en condiciones a veces reprobables desde el punto de vista deontol¨®gico. Objetivamente puede asegurarse que el m¨¦dico espa?ol nunca ha sido el culpable de la actual estructura y situaci¨®n de la sanidad, que le ha sido impuesta y a la que ha tenido que adaptarse forzosamente. Ser¨ªa interminable detallar las batallas que la organizaci¨®n m¨¦dica colegial ha librado para paliar este estado de cosas, todas perdidas por imperativos exclusivamente pol¨ªticos y, sobre todo, porque ¨¦tica y deontol¨®gicamente, hasta ahora, nos hemos resistido a negociar bajo la coacci¨®n de la huelga, como hacen sistem¨¢ticamente los dem¨¢s sectores de la sociedad. Pero ha llegado el momento de preguntarnos si no seremos m¨¢s culpables de seguir permitiendo el progresivo deterioro de la sanidad que si organizamos una huelga m¨¦dica nacional, que obligue a la Administraci¨®n a corregir la actual situaci¨®n para impedir males mayores. El ciudadano debe preguntarse si podemos permitir que contin¨²e el hacinamiento hospitalario, la masificaci¨®n de las consultas, la falta de servicios adecuados de urgencia en el medio rural y urbano, la escasez o falta de medios adecuados para el tratamiento correcto de muchas afecciones, y todo esto paralelo a una ineficaz y altamente costosa administraci¨®n sanitaria.
El Gobierno, la opini¨®n p¨²blica, los partidos pol¨ªticos y los medios de difusi¨®n deben de meditar sobre la situaci¨®n extrema a que se est¨¢ llevando a la clase m¨¦dica y considerar si no ha llegado ya la hora de cesar en una actitud negativa de desprestigio de la misma y empezar, por el contrario, a ayudarle a encontrar soluciones satisfactorias para todos. En el papel, pueden dise?arse muy diversos modelos sanitarios, pero en su realizaci¨®n pr¨¢ctica cualquiera de ellos quedar¨¢ sin eficacia s¨ª no cuenta con la colaboraci¨®n del m¨¦dico, al cual debe dot¨¢rsele de medios t¨¦cnicos adecuados, de una retribuci¨®n justa y de una consideraci¨®n por parte de la sociedad acorde con la misi¨®n social que diariamente ejercita.
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