Perros calientes
Estos perros que Forsyth nos presenta en uno de sus ¨¦xitos de venta m¨¢s famosos, llevan dentro de s¨ª la ardiente pasi¨®n por las armas. Apenas las sienten fr¨ªas, su especial condici¨®n les hace a?orar el momento de volver a empu?arlas. Como las bandas mercenarias medievales, perpetuadas a lo largo de la historia en sucesivas contiendas, luchan al lado del mejor postor, hoy en conflictos de reducidas dimensiones, donde la moderna t¨¦cnica b¨¦lica multiplica la efectividad del hombre. Sus se?ores no son reyes ya, sino pr¨ªncipes del nuevo colonialismo al amparo de oscuras internacionales.Todo esto se conoce o adivina, pero sobre tales hechos y tales hombres Forsyth ha escrito uno de tantos libros de aventuras en el que el reportaje, algunas gotas de sabor local y una rudimentaria psicolog¨ªa se combinan rumbo a un final imprevisto, capaz de calmar la conciencia de los buenos burgueses a los que van dedicadas sus p¨¢ginas.
Los perros de la guerra
Gui¨®n de Gari de Vore y George Malko, seg¨²n la novela de Frederick Forsyth. Direcci¨®n: John Irvin. Int¨¦rpretes: Christopher Walken, Tom Rerenguer y Colin Blakely. Aventuras. Conde Duque, Salamanca.
Si el libro valiera la pena se podr¨ªa intentar explicar la carga de racismo que encierra, pero, dado que no es ¨¦ste el caso, digamos que el filme, basado en ¨¦l, pesa en sus dos terceras partes, es decir, en las que explican los preparativos y razones de la especial empresa. El p¨²blico, siempre atra¨ªdo por este tipo de violencia, sobre todo cuando se ejerce sobre pueblos y ciudadanos de color a los que se supone inferiores y, por tanto, dignos de su suerte. incluye, por cierto, a buen n¨²mero de mujeres, al parecer aficionadas a este nuevo deporte de las guerras ajenas.
Sin embargo, quien espere un magno espect¨¢culo b¨¦lico, saldr¨¢ defraudado ante tanto preparativo capaz de ilustrar un manual para terroristas internacionales. Si la primera parte recuerda a gran distancia El expreso de media noche, la secuencia final con el asalto al palacio del tirano se resuelve con la pirotecnia habitual de actitudes guerreras y fuegos artificiales. No existen personajes. La galer¨ªa de tipos nos recuerda historias anteriores en las que soldados de fortuna, duros, simp¨¢ticos, aguerridos y eficaces, luchan en torno a un jefe que, sin saber bien por qu¨¦, a la postre se convierte en h¨¦roe de la libertad, tras dejar a su espalda un rastro de sangre y muerte, para dedicarse, una vez en Am¨¦rica, al bello oficio de granjero y criador de caballos.
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