Hoy hace 150 a?os que ejecutaron en Granada a Mariana de Pineda
Hoy se cumplen 150 a?os de la ejecuci¨®n de Mariana de Pineda en Granada. S¨ªmbolo de la lucha por defender la libertad y la igualdad, la figura de Mariana Pineda, dej¨® la mitolog¨ªa pol¨ªtica para ser tambi¨¦n un personaje de gran inter¨¦s literario, y en ese campo fue inmortalizada por Federico Garc¨ªa Lorca, su paisano, asesinado tantos a?os m¨¢s tarde por los que tambi¨¦n se enfrentaron a la idea de libertad que pregonaba el poeta. La efem¨¦ride de la muerte violenta de esta mujer se conmemora estos d¨ªas en la citada ciudad andaluza con diversos actos, el primero de los cuales tendr¨¢ lugar hoy, a las 10 de la ma?ana, y consistir¨¢ en una ofrenda floral del Ayuntamiento granadino ante la tumba de Mariana en la catedral. En el art¨ªculo que sigue se traza un perfil de la hero¨ªna que muri¨® en el cadalso ?por no declarar?, como rezaba la copla que narr¨® su ejecuci¨®n.
En la ma?ana del jueves 26 de mayo de 1831 era ajusticiada Mariana de Pineda en Granada, donde hab¨ªa nacido, en el seno de una familia noble, el 1 de septiembre de 1804. A los quince a?os se cas¨® con el liberal Manuel de Peralta y Valte, y a los dieciocho quedaba viuda, con dos hijos de corta edad. La joven mujer abrazaba entonces la causa liberal en la que militaba el marido.En 1831, Granada era una ciudad de 65.300 habitantes. Una poblaci¨®n un tanto recoleta, de acusado esp¨ªritu religioso, en la que se levantaban veintitr¨¦s parroquias, tres monasterios y diecis¨¦is conventos de frailes, diecinueve conventos de monjas, una importante colegiata y media docena de ermitas. Una poblaci¨®n de contrastes, ya que al mismo tiempo era extremadamente librepensadora.
En esta Granada llena de inquietudes, de temores y conspiraciones, de feroz persecuci¨®n a los liberales que se mantienen fieles a los principios de la derogada Constituci¨®n, va a culminar en 1831 la contumaz militancia de Mariana de Pineda contra el gran aparato represivo del sistema absolutista, con c¨¢rceles hacinadas de presos pol¨ªticos durante largos a?os o, por el contrario, sometidos a juicios sumar¨ªsimos. La mujer se sabe vigilada de cerca por Ram¨®n Pedrosa, subdelegado principal de Polic¨ªa y alcalde del Crimen de la Real Chanciller¨ªa, figura principal de la pol¨ªtica granadina. A pesar del estrecho c¨ªrculo en que se la va encerrando a partir de 1823, en que queda abolida la Constituci¨®n y se inicia la llamada ?d¨¦cada ominosa?, son suprimidas las libertades y atropellados los leg¨ªtimos derechos del pueblo, entabl¨¢ndose una sorda lucha entre los dos partidos, blancos y negros, liberales y absolutistas, Mariana visita a los presos llev¨¢ndoles auxilios, sirve de enlace con los exiliados de Gibraltar, esconde en su casa a gente comprometida y prepara la fuga de la c¨¢rcel de un condenado a muerte.
Mientras tanto, en Granada se viv¨ªan jornadas cruciales. Ante el fracaso de Manzanares y el clima de terror reinante en la ciudad, Mariana de Pineda crey¨® oportuno suspender el bordado de una bandera que hab¨ªa mandado bordar a dos hermanas del Albaic¨ªn. Una de ellas manten¨ªa relaciones con un sacerdote, y por una inconsciente confidencia del religioso a su padre ser¨ªa denunciado por ¨¦ste a Ram¨®n Pedrosa, revel¨¢ndosela existencia de una bandera para el proyectado alzamiento, destinada a plasmar los sue?os constitucionales de los liberales granadinos.
La polic¨ªa obliga a las bordadoras a llevar la bandera a casa de Mariana, y seguidamente se presenta a hacer un registro. Mariana adivina la maniobra y esconde precipitadamente la bandera en el hueco de una hornilla, donde la encuentra la polic¨ªa. Era un tafet¨¢n de seda morado, con un tri¨¢ngulo verde en media, en el que estaban a medio bordar las palabras: ?Libertad, igualdad y ley?; esta prueba inconclusa iba a ser el pretexto legal que la conducir¨ªa al cadalso.
Mariana de Pineda queda arrestada en su casa, de la que a los pocos d¨ªas intenta fugarse bajo un disfraz de anciana, pero su ausencia es descubierta y reconocida en plena calle por la guardia que vigilaba la casa, siendo detenida y encarcelada en el beaterio de Santa Mar¨ªa Egipciaca.
El decreto de 1 de octubre de 1830 sirvi¨® de base para la aplicaci¨®n de la pena capital impuesta a Mariana ?...por conspiraci¨®n contra la seguridad del Estado y los leg¨ªtimos derechos del trono?. La causa se vio a puerta cerrada, ?sin citaci¨®n ni audiencia de la interesada?. Fernando VII estim¨® la condena ?justa y arreglada a la ley? y firm¨® la sentencia de muerte. Su cumplimiento ser¨ªa en la forma ordinaria de ?garrote vil?. Al conocer la sentencia, la mujer replic¨®: ?El recuerdo de mi suplicio har¨¢ m¨¢s por nuestra causa que todas las banderas del mundo?.
El 24 de mayo de 1831, la condenada fue trasladada a la C¨¢rcel Baja, para entrar en capilla. El ministro de Justicia hab¨ªa autorizado a indultarla al juez Pedrosa, quien hab¨ªa perseguido siempre a la mujer como hombre y como pol¨ªtico, si Mariana acced¨ªa a dar los nombres de sus correligionarios. Al o¨ªr su proposici¨®n reaccion¨® vivamente: ?Nunca una palabra indiscreta?, le dijo, ?escapar¨¢ de mis labios para comprometer a nadie. Me sobra firmeza de ¨¢nimo para arrostrar el trance final. Prefiero sin vacilar una muerte gloriosa a cubrirme de oprobio delatando a persona viviente?. La lealtad iba a ser su gesto legendario.
A media ma?ana del 26 de mayo se abrieron las rejas de la celda a Mariana, y en ella apareci¨® el verdugo rodeado de los Hermanos de la Caridad. En una bandeja de plata llevaba el traje de la reo: un birrete y un sayal negros. Rodeada de curas y frailes, precedida del verdugo, lleg¨® Mariana, con las manos atadas, por la puerta principal de la c¨¢rcel. El pregonero p¨²blico, tras un redoble de tambor, anunci¨® la sentencia del crimen de traici¨®n.
Terminado el preg¨®n, ayudaron a Mariana a montar en una caballer¨ªa preparada con jamugas. En atenci¨®n a su noble ascendencia, ir¨ªa al pat¨ªbulo montada en mula. El cortejo se puso en marcha; tiraba del ronzal de la mula el verdugo, precedido del pregonero, un piquete de caballer¨ªa y un receptor a caballo, seguido de un piquete de infanter¨ªa con cajas destempladas. A lo largo del recorrido, se detuvo varias veces la comitiva para que el pregonero repitiera la sentencia. Al llegar al pat¨ªbulo, instalado en el Campo del Triunfo, el pregonero, tras un redoble de tambor, ley¨® por ¨²ltima vez la sentencia, mientras Mariana sub¨ªa serenamente a un tablado de ?cinco pies de altura?, cubierto de bayetas negras. Las gentes lloraban. Mariana rezaba con m¨¢s entereza que el anciano sacerdote que la asist¨ªa, el cual no hac¨ªa a¨²n veintisiete a?os la hab¨ªa bautizado en la iglesia de Santa Ana. Instantes despu¨¦s, la reo se sentaba en el banquillo y el verdugo le ajustaba la ?gargantilla de hierro en sus bodas con la muerte ?.
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