Dormir..., tal vez so?ar
Ten¨ªa que llegar el d¨ªa de aqu¨ª paz, despu¨¦s gloria. La feria va muy larga, quince festejos ya, sin que se hayan producido tardes de triunfo; la gente tiene ganas de contarle al vecino que por fin ha visto una tarde cumbre, y la afici¨®n concienciada se ha quedado ronca. Con un poco de colaboraci¨®n por parte de los del ruedo, los del tendido pod¨ªamos dormir a gusto. ?Dormir? Tal vez so?ar, como en el dilema hamletiano.M¨¢s bien so?ar, s¨ª. Al p¨²blico le dio por so?ar que ve¨ªa toreo y atronaba el recinto con estent¨®reos ol¨¦s. Bueno, la realidad es que, con fijarse un poco, se comprobaba que no hab¨ªa para tanto. Un derechazito aqu¨ª, otro all¨¢, aquel izquierdacito que se pod¨ªa parecer al natural ech¨¢ndole fantas¨ªa, un adorno. Lo dicho: mejorera dormir.
Plaza de Las Ventas
Decimoquinta de feria. Toros de Luis Albarr¨¢n, discretos de presencia y fuerza, mansurrones, faltos de temperamento, manejables. Palomo Linares:pinchazo, metisaca, media trasera y dos descabellos (bronca). Estocada tendida, rueda de peones y descabello. (oreja). Ruiz Miguel: estocada contraria y dos descabellos (vuelta). Pinchazo hondo, otro atravesado y dos delcabellos (vuelta). D¨¢maso Gonz¨¢lez: estocada ca¨ªda y dos descabellos (aplausos y tambi¨¦n pitos cuando saluda). Estocada trasera (oreja). Lleno. Los tres espadas dieron la vuelta al ruedo terminada la corrida.
Porque ni siquiera la emoci¨®n invitaba a la vela. Los Albarr¨¢n sal¨ªan decorosos de presencia, no con trap¨ªo, no sin ¨¦l; no bonitos, no feos; no fuertes, no flojos; no bravos-bravos, no mansos- mansos. Es decir, cualquier cosa, ganado sin personalidad, mercancia a granel. En definitiva, lo apropiado para una tarde de tranquilidad y buenos alimentos, sin exaltadas motivaciones y sin rudos sobresaltos.
Daban ganas de tumbarse, si no lo hicimos fue porque la plaza estaba abarrotada y la presi¨®n de los espectadores de alrededor nos manten¨ªa forzosamente en correcta verticalidad. En cambio, los toreros, solos en el ruedo, era otra cosa: ellos s¨ª se tumbaban. Afortunados que son los toreros, a veces. La moda del toreo moderno, sea el artesano que lo ejecuta fino o basto, es tumbarse. Misteriosa raz¨®n de la sinraz¨®n que mueve a un torero a tumbarse para pegar pases al torito de carril. Y no se crea que s¨®lo se tumbaba D¨¢maso, representaci¨®n quintaesenciada de la horizontalidad del toreo, pues tambi¨¦n se tumbaba Ruiz Miguel, y a¨²n m¨¢s.
Ruiz Miguel es ese h¨¦roe que se agiganta con los toros duros, mientras empeque?ece con los blandos. Los de ayer salieron blandos y hac¨ªan de Ruiz Miguel un enanito. El enanito de la Isla tumbao. Un insoportable pegapases, ese era Ruiz Miguel. Claro que, por c¨®mo le aplaud¨ªan, con qu¨¦ fuerza, con qu¨¦ desbocada sonoridad, cualquiera que siguiera la corrida de o¨ªdo creer¨ªa que estaba toreando Belmonte. Si bien algo de eso deb¨ªa haber: quiz¨¢ la gente so?aba que toreaba Belmonte.
En fin de cuentas, el toreo aproximadamente bueno lo hizo Palomo, en casto abuso de la hermanita de la caridad que sali¨® en cuarto lugar (con la hermanita de la cari dad que le correspondi¨® en primer lugar, igual de santa y de virgen que la otra, no se entendi¨®: no hubo trato). Ser¨ªa exagerado decir que el toreo de Palomo resultaba perfecto, pues se aliviaba con el, pico que era un dolor. Pero los muletazos, principalmente aquellos que instrument¨® con la izquierda, ten¨ªanlargo recorrido, temple, pizquita de buen gusto. Ya es algo.
El buen gusto, decimos, seg¨²n una personal y subjetiva opini¨®n que es forzoso choque con la de D¨¢maso Gonz¨¢lez, cuyo sentido del arte sigue muy distintos derroteros. Lo de D¨¢maso Gonz¨¢lez, ya se sabe, es hacerse con el toro, someterlo, resobarlo y utilizarlo para las suertes de lo inveros¨ªmil, entre las que siempre hay un movimienlo pendular de la muleta que produce hipnosis. Con el tercero de la tarde se limit¨® a dar la paliza de los derechazos. Pero al sexto, cuya embestida no era muy clara, le cogi¨® el sitio, lo hipnotiz¨® con el p¨¦ndulo y, cuando lo tuvo dominado, se apoy¨® en el testuz como si se tratara de una almohada.
El toro, que hab¨ªa sido toro, qued¨® convertido en una baba. Ese toro fue el ¨²nico que se creci¨® al castigo, derrib¨® tras una dur¨ªsima vara, sufri¨® la agresi¨®n del picador, que, indignado por la ca¨ªda, le tir¨® un palo y present¨® problemas en el ¨²ltimo tercio. Con toros as¨ª, nadie se hubiera dormido en la tarde. Pero tambi¨¦n es verdad que con toros as¨ª nadie habr¨ªa podido so?ar toreo. A ver qui¨¦n les convence a los so?adores de que la realidad fue muy otra. Bueno, por nosotros pueden seguir so?ando.
Babelia
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