Nadie ten¨ªa cuerpo de jota
Despu¨¦s de la borrachera del mi¨¦rcoles, con ese Curro escanciador de esencias hasta colmarse y colmarnos, ayer nadie en la plaza ten¨ªa el cuerpo de jota. La resaca aplan¨® al p¨²blico, que tardaba en reaccionar, o no reaccionaba en absoluto, ante los incidentes que se produc¨ªan en el ruedo.La verdad es que, aparte un buen par de banderillas de Manolo Ortiz y otro soberbio de Curro Alvarez, tampoco se produjeron de masiados incidentes, porque los toros no lo permit¨ªan. No estaban ni en un extremo ni en otro, en cuanto a comportamiento; es decir, que ni eran tan nobles que permi tieran lucirse, ni tan broncos que llenaran de sucesos la lidia, con su emoci¨®n correspondiente. De cualquier manera, hubo destellos de torer¨ªa que pasaron desapercibidos. Los que exhibi¨® El Inclusero en el Cortijoliva que abri¨® plaza, por ejemplo, se acog¨ªan con un silencio m¨¢s propio de misa de ocho y beatas. Otro d¨ªa cualquiera es seguro que habr¨ªan sido subrayados con el murmullo de la admiraci¨®n o hasta con ol¨¦s, ?por qu¨¦ no? Sus lances a la ver¨®nica fueron buenos y superior la media. La faena de muleta, exprimiendo hasta la ¨²ltima posibilidad de sacarle partido al manso, propia de lidiador con vastos, conocimientos de terrenos y suertes, que aplicaba en alternancia de manos (qui¨¦rese decir, en probatura de embestidas por ambos pitones) con variedad de pases.
Plaza de Las Ventas
Vigesimoprimera y ¨²ltima corrida de feria, Cuatro toros de Cortijoliva, con respeto y fuerza, mansos. Tercero de Murteira Grave, manejable. Cuarto, sobrero de El Sierro, con trap¨ªo, manso. El Inclusero: bajonazo (aplausos y salida al tercio). Estocada baja delantera y dos descabellos (silencio). Pepe Luis Vargas: pinchazo hondo ca¨ªdo, dos pinchazos m¨¢s y descabello (silencio). Tres pinchazos, estocada ca¨ªda y descabello (silencio). Tom¨¢s Campuzano: pinchazo, rueda de peones, bajonazo y nueva rueda (vuelta con algunas protestas). Pinchazo y media (algunas palmas). Gran entrada.
Lo mismo hizo, a salvo las naturales distancias que median entre la madurez y la juventud, Pepe Luis Vargas en su segundo, que era otro animal sin fijeza, ni recorrido, ni clase. Y aqu¨ª estuvo bien este torero, pues demostraba que hab¨ªa entendido a su toro. No le ocurri¨® lo mismo con el quinto, que era un manso bronco y de sentido, y le quiso torear como si fuera de carril. Empez¨® con el alarde inconsciente de citar desde lejos, en los medios, y si no sali¨® por los aires es porque Dios protege la inocencia. El resto de la faena, que se empe?¨® Vargas en montar sobre los dos consabidos pases, result¨® un continuo altercado toro-torero, en el que ve¨ªamos que la peor parte iba a ser para el torero, si no abreviaba, por la obvia raz¨®n de que s¨®lo uno llevaba los cuernos y pegaba las tarascadas. Afortunadamente abrevi¨®, y no hubo tragedia.
Al Murteira, ¨²nico ejemplar manejable de la corrida, Campuzano le instrument¨® un muleteo compuestito. Y tampoco era eso. Cuando hay toro -aunque adolezca de distraerse con los aviones que pasan y la florista que vende claveles, seg¨²n le ocurr¨ªa al morito portugu¨¦s- hay que aprovecharlo a fondo, gustarse, sentir el arte, so?ar que... Pero ?calla, coraz¨®n! Lo de Curro est¨¢ demasiado cerca, y no siempre van a repiquetear a gloria. Hay veces que las campanas tocan tambi¨¦n a rosario, y lo propio es recogerse en p¨ªa unci¨®n.
De manera que, en efecto, tocaron a rosario, e inevitablemente vino la letan¨ªa. Entend¨¢monos: el toro cojo, el toro cojo que se devuelve al corral, el toro sobrero, el toro sobrero que tambi¨¦n es cojo, y adem¨¢s de la divisi¨®n de los mansos; grupo reservones; sector sin recorrido; apartado hache, mulos.
Si El Inclusero hubiera salido a darle de palos, bien, habr¨ªa podido triunfar. Pero sali¨® con muleta y estoque pretendiendo torear. Vana ilusi¨®n. El toro estaba a derrotar, no m¨¢s.
Y sigui¨® la letan¨ªa, con el quinto ya dicho, y el sexto no menos manso que los otros y con la misma poca clase, al que Campuzano, un torero indudablemente voluntarioso sac¨® los pocos derechazos que ten¨ªa. Consumados ¨¦stos, el deselasado funo se refugi¨® en tablas y all¨ª pidi¨® la muerte. ?Me mate usted?, le o¨ªmos mugir. Y Campuzano, un torero indudablemente voluntarioso y complaciente, lo mat¨®. Con lo que acab¨® con el toro, con la lidia, con la sarta de mansos de la corrida, con la feria de San Isidro 1981. Por ello pasar¨¢ a la historia. Si con resaca llegamos a la plaza, molidos salimos de ella. Quedan ahora un par de d¨ªas para recuperarse y volver a Las Ventas con cuerpo de jota.
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