?Crisis de los partidos?
La Fundaci¨®n para el Progreso y la Democracia suscita la ya antigua pol¨¦mica sobre la viabilidad de los partidos pol¨ªticos, en su acepci¨®n tradicional, como cauces de la expresi¨®n de los ciudadanos. Los dos art¨ªculos siguientes ofrecen perspectivas diferentes sobre la necesidad de abrir a la poblaci¨®n nuevas v¨ªas de acci¨®n pol¨ªtica al margen del partidismo cl¨¢sico.
Se va consolidando una especie de nueva moda de sociolog¨ªa pol¨ªtica en Espa?a que parte de una tesis rotunda: los partidos no sirven para la funci¨®n que se crearon y hace falta construir nuevos modelos de organizaci¨®n pol¨ªtico-social. La salida en fila india desde la estructura del PCE de una serie de figuras con imagen p¨²blica; las cr¨ªticas amargas de algunos personajes hist¨®ricos del PSOE; el imposible personalismo de AP; la permanente inestabilidad intrigante de UCD, etc¨¦tera, han llevado a una serie de personas, personajes y personajillos a plantear la gran alternativa: las fundaciones y las sociedades. Hay por todas partes una sorprendente floraci¨®n de este tipo de instituciones con un variopinto origen y contenido, pero todas con un denominador com¨²n: la caracter¨ªstica de marginados de los partidos que tienen la mayor¨ªa de sus componentes.No es este el primer embate que sufren los partidos en Espa?a. La primera oleada fue menos tajante y a¨²n conten¨ªa una denominaci¨®n equivalente; se trataba de fraccionar la idea partidista creando grupos regionales, provinciales e incluso org¨¢nicos. Partidos regionales, partidos cantonales, partidos independientes provinciales, partidos campesinos o rurales, etc¨¦tera, iban salpicando la geograf¨ªa pol¨ªtica del pa¨ªs. Esta fase ha recibido, de alguna manera, su luminosidad del fen¨®meno nacionalista vasco y catal¨¢n. Poco a poco ha ido perdiendo inter¨¦s este modelo y las horas posteriores al 23-F son las m¨¢s dif¨ªciles para subsistir en el caldo de cultivo de una sociedad que relaciona irracionalmente muchas cosas con aquella fecha negra, pero una de las m¨¢s claras es el tema de las nacionalidades, autonom¨ªas, etc¨¦tera. Todo mezclado, pero transparente en el fondo.
Rota la posibilidad de esta salida con partidos m¨²ltiples, comienza la segunda ofensiva negadora de los partidos bajo la cobertura de las fundaciones y las sociedades de estudios. Hay tres modelos de fundaciones: uno de ellos es el que llamar¨ªamos fundaci¨®n-puente; el segundo ser¨ªa la fundaci¨®n-imagen; el tercero, la fundaci¨®n- fundaci¨®n. El tercero no requiere mayores an¨¢lisis, ya que es el que existe en cualquier pa¨ªs democr¨¢tico para las m¨¢s diversas funciones, desde las propias de un mecenas generoso, pasando por las fiscales, hasta las de complemento pudoroso de instituciones pol¨ªticas. Las sociedades de estudios tienen un esquema muy parecido, pero, a la vez, una importante diferencia. Mientras las fundaciones tienden a constituir un conglomerado variopinto, las sociedades de estudios tienen una cierta unidad de estructura, de componentes y de finalidades.
?Quieren ustedes ejemplo? Pues vamos a ellos. Don Antonio Garrigues construye una sociedad de estudios-imagen un d¨ªa. Con la ca¨ªda de Su¨¢rez la reconvierte en sociedad de estudios-puente, con el fin de tener dispuesta la organizaci¨®n cara a cualquier posibilidad: o bien unirse a UCD, o bien constituir un partido liberal propio.
En otro campo, por ejemplo, don Ram¨®n Tamames, don Alonso Puerta, don Jos¨¦ Ram¨®n Alvarez Rendueles y don Manuel Prado se re¨²nen para constituir una fundaci¨®n inicialmente imagen. Por cierto, si a alguno de ustedes le dan esta lista de nombres que les termino de citar, estoy seguro que dir¨ªan que se trataba de la relaci¨®n de invitados a una boda o a un bautizo; jam¨¢s pensar¨ªan que ten¨ªan caracter¨ªsticas de prepol¨ªtica com¨²n. ?Qu¨¦ quieren estos se?ores? Por supuesto que ellos dir¨¢n. Pero intentando dar una explicaci¨®n l¨®gica, digamos que se van juntando todos los que -deseando la pol¨ªtica- no encuentran cauce en los partidos pol¨ªticos. Ya est¨¢, pues, crudamente el problema ante nuestros ojos: hay quien piensa que los partidos pol¨ªticos no sirven. O no les sirven. Vamos a ver.
Se est¨¢ produciendo, a mi manera de ver, un debate viciado de origen que podr¨ªa tener una traducci¨®n en el ¨¢mbito sanitario: si a usted le duele la cabeza, si a usted le bizquean los ojos, si sus o¨ªdos no captan todos los sonidos, la mejor soluci¨®n es cortarse la cabeza. Si los partidos tienen fallos de organizaci¨®n o de permeabilidad social, lo mejor es suprimir los partidos y sustituirlos por fundaciones y sociedades de estudios. Es curioso que en una democracia en construcci¨®n, dif¨ªcil y novata como la nuestra, haya tanto profesor de futuro y tan poco estudioso del derecho comparado o practicante de la paciencia hist¨®rica.
?Funcionan bien los partidos? No estoy seguro. ?Hay que sustituir por ello a los partidos? Quien eso intente, o es un frustrado o un golpista o un insensato o un pol¨ªtico disfrazado. Los partidos tienen defectos -claro- pero no pueden, por ello, ser tachados del mapa democr¨¢tico; porque no hay sustitutos posibles, eficaces y viables.
?Qu¨¦ les pasa a los partidos? La realidad es que los partidos, en general, se est¨¢n adaptando demasiado lentamente a los cambios sociales. Les cuesta pasar de unas fases a otras. No saben que hay una hora para pactar la impotencia equilibrada, otra para oponerse con claridad, otra para presionar con las razones de cada uno, otra para.... y siempre una hora para conectar con las gentes con claridad y sinceridad. Cada palo que aguante su vela, pero las cosas no van bien. Y no porque lo digan unos u otros, sino porque muchas gentes juegan a marginados.
Dos autocr¨ªticas se imponen. La primera y urgente, la de aquellos que se van de los partidos diciendo que no funcionan. Mal. Cambien desde dentro, pero no se corten la cabeza porque les duela. La segunda y r¨¢pida. ?Qu¨¦ tienen que hacer los partidos para no recibir estas cr¨ªticas? Primero, revisar su forma de conectar con las gentes y con la hora hist¨®rica (hay, por ejemplo, quien sigue practicando el misterioso pacto subterr¨¢neo cuando ya pas¨® su d¨ªa). Segundo, llegar a una s¨ªntesis din¨¢mica entre disciplina y libertad. Lo primero lleva consigo una posible crisis de ciertos liderazgos. La segunda, un proceso dificil¨ªsimo de confianzas mutuas y de generosidades constructivas. Pero vale la pena. La insensata posici¨®n de algunos de que lo bueno es irse o criticar medio dentro medio fuera o adoctrinar desmoralizaciones mientras se reciben prebendas de alg¨²n me cenas m¨¢s o menos oficial, es denunciable. Estamos en una ¨¦poca dif¨ªcil que exige clarificaciones, sinceridad y construcci¨®n. Que hay defectos en los partidos no se duda, pero la respuesta no puede ser incinerarlos en la plaza p¨²blica, sino trabajar desde dentro para corregir errores. Mejor que romper la sierra es enderezar sus dientes. D¨¦jense, se?ores, de hacer sociedades o construir fundaciones. Vengan a los partidos a corregirlos, a informarlos, a mejorarlos, pero no hagan capillas confusas a la religi¨®n de la pro testa abstrusa o, quiz¨¢, a la divinidad personal de turno. Les esperamos. En alg¨²n partido tendr¨¢n ustedes un m¨ªnimo acomodo. De lo contrario es que la misma democracia est¨¢ en peligro. ?Qui¨¦n juega a ese deporte letal?
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