M¨²sica bajo las estrellas
El concierto. Aunque mejor ser¨ªa ?el Concierto!Se daban todas las circunstancias para que aquello fuera, adem¨¢s de bello, agradable. La noche al aire libre hac¨ªa olvidar pasados sofocos, el estadio era un lugar donde incluso (y salvo alg¨²n cardo malicioso) uno pod¨ªa tumbarse, no hubo problemas en la entrada, estas eran baratas y el sonido fue perfecto. S¨®lo que no acudi¨® demasiado -personal. Unas mil personas mal contadas que se lanzaron al asfalto proceloso y caliente y se encontraron con un largo premio a su aventura.
Eran las once de la noche y Dexter Gordon comenzaba su espect¨¢culo. ?Senoritas, se?oras, se?oras...?, y aquello empieza a sonar y empieza a caerse el mundo. Porque lo que Dexter Gordon farfullaba en su inexistente castellano se convert¨ªa por obra y gracia de la inspiraci¨®n en un discurso musical inmenso, en una expresi¨®n de todos los. sentimientos, habidos y por haber, en una energ¨ªa bell¨ªsima.
Antes hay que hablar de su grupo. All¨ª estaba un negro calvo sentado frente al piano. Era El grande hombre de Detroit. Al piano... No, Tete Montoliu, no... ?Kirk Light sey!, y el tal Kirk, todo vestido de blanco, recorre las teclas realizando unos solos prolongad¨ªsimos y que parec¨ªan agotar todos los posibles trucos, acordes, secuencias y armon¨ªas. Era muy fuerte el grande hombre de Detroil, con su mano izquierda que manten¨ªa el ambiente y su derecha para aqu¨ª y para all¨¢. Luego estaba el bajo, David Eubanks, que daba unos graves tremendos gracias a un clavijero transformado raramente. Y finalmente Eddy Gladden, un bater¨ªa que llevaba apenas cuatro tambores y tres platos para hacer. Luego Dexter se presenta a s¨ª mismo. ?Y ahora el gran se?or de Los Angeles, saxo, tenor muy, muy. ?Dexter Gordon! ?, y gest¨ªcula para nadie haciendo como que dirige una orquesta mientras sus m¨²sicos le miran sonriendo.
Dexter Gordon va a enternecer a todos con baladas en las que explica el amor manejando el saxo tenor como si fuera otro instrumento, desde lo m¨¢s grave alo m¨¢s agudo: todos los sentimientos y todos sentidos. Coge una idea y la estruja, le da la vuelta y luego la abandona, no exhausta sino a¨²n m¨¢s enriquecida.
Ha tejido a su alrededor un manto de sonidos densos, concret¨ªsimos, de colores que se suceden y se funden bajo sus dedos.
Parece mentira que tanta incoherencia verbal resulte al final en este concierto de casi tres horas y de apenas seis o siete piezas. La gente se mantiene at¨®nita entre el gesto y la m¨²sica, Dexter saluda como un torero, con el saxo en alto. Aquello ha sido una fiesta, una enorme y bella fiesta. Ha sido el jazz, en una noche de estrellas.
Babelia
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