El Centro de Dif¨ªciles, una instituci¨®n destinada a la rehabilitaci¨®n de los delincuentes juveniles m¨¢s peligrosos
En un espacio inferior a los cien metros cuadrados, en la parte baja de un viejo y ruinoso edificio situado junto al reformatorio de menores y a la comisar¨ªa de Carabanchel, nueve adolescentes, casi ni?os, considerados como los cabecillas m¨¢s peligrosos de las bandas de delincuentes juveniles que act¨²an -o, mejor, han actuado- en Madrid, se encuentran encerrados, sometidos a un tratamiento pedag¨®gico de rehabilitaci¨®n social. Es el llamado Centro de Dif¨ªciles (el nombre es ya orientativo), creado hace un a?o por el Ministerio de Justicia.
Sus alias han aparecido repetidas veces en los peri¨®dicos y todos ellos son sobradamente conocidos entre la Polic¨ªa y los delincuentes juveniles -e infantiles- de esta ciudad. Los que aqu¨ª llegan han sido previamente desahuciados de otros centros y son considerados peligrosos tanto para su propia vida como para el resto de la sociedad (los ejemplos de la muerte de el Jaro o el reciente fallecimiento por sobredosis del Josele son, la mayor¨ªa de las veces, el terrible final que les amenaza).Los historiales de estos chicos podr¨ªan poner los pelos de punta al ciudadano medio. Es casi incalculable el n¨²mero de asaltos y atracos, el de las pu?aladas, con la consiguiente secuela de heridos. (Est¨¢n tambi¨¦n los dos muchachos que ahogaron a otro ni?o en Alcal¨¢ de Henares el pasado a?o.) La entrada de tres muchachos, que ten¨ªan aterrorizado el barrio de Usera, ha hecho descender el nivel de delincuencia casi a cero.
Su vida dentro de este edificio de cristales blindados y barrotes de hierro en las ventanas es ahora tranquila. Las t¨¦cnicas de rehabilitaci¨®n que sus educadores utilizan con ellos est¨¢n dando unos resulta dos que, en principio, pueden calificarse de ¨®ptimos ya que tres de los chicos que por aqu¨ª han pasado -r¨¢pidamente les seguir¨¢ un cuarto- han salido a ocupar puestos de trabajo que les permitir¨¢n conseguir las cosas de otra forma. Menos r¨¢pida, pero m¨¢s tranquila. Camarero, alba?il, dependiente y electricista, son los cuatro primeros trabajos que han conseguido otros tantos chicos ya rehabilitados. S¨®lo un fracaso: uno de estos ni?os, de trece a?os, sali¨® con la intenci¨®n de seguir con EGB, pero el Ministerio de Educaci¨®n no encontr¨® plaza para ¨¦l. A los dos meses volv¨ªa al centro de la mano de la Polic¨ªa.
La mayor¨ªa procede de zonas suburbiales
La procedencia social de la mayor¨ªa de los chicos es de clase baja, aunque dos de ellos son hijos de la clase med¨ªa. Solamente tres tienen familias en las que puede decirse que pasan dificultades para llegar a fin de mes.Su entrada en la delincuencia, m¨¢s que por necesidad suele ser por la influencia nefasta de la vida de los barrios perif¨¦ricos, de las zonas suburbiales, donde suele ocurrir que el que m¨¢s manda es el que m¨¢s facilidad tiene de pinchar o de disparar.
Luis Mart¨ªn Barroso, director del centro y promotor del mismo, est¨¢ satisfecho de los resultados obtenidos hasta el momento, aunque considera escasos los medios con que cuentan. ?Se trata de un centro piloto, renovador, en el que el objetivo es recuperar para la sociedad a estos chicos. Todos ellos, cuando llegan aqu¨ª, tienen un nivel de conflictividad peligroso, tanto para ellos mismos como para los dem¨¢s. Son elegidos, a la vista de los expedientes, por el juez de turno. Y son, sin duda, los m¨¢s dif¨ªciles, pese a su edad?.
?Para su recuperaci¨®n, empleamos tres fases?, a?ade Mart¨ªn Barroso. La primera es de reflexi¨®n y seguridad de que de aqu¨ª no se van a poder escapar. Llegan aqu¨ª y se les entrega un c¨®digo de comportamiento elaborado por los dem¨¢s y en el que ¨¦l puede hacer las sugerencias que crea oportunas. En un primer momento, tiran el c¨®digo, pero despu¨¦s, entienden que hay que colaborar. Despu¨¦s pasan a la fase de aprendizaje (en un r¨¦gimen de semiseguridad), en el que a trav¨¦s de pel¨ªculas, clases, conversaciones, empiezan a sustituir unos valores por otros y a distinguir lo que pueden hacer en su comportamiento social. Finalmente, entramos en la fase de readaptaci¨®n, donde se estudian sus aptitudes y actitudes y se les busca una salida laboral?.
El director del centro asegura que la respuesta de los muchachos es altamente positiva, aunque, evidentemente, surgen algunos problemas. ?El c¨®digo de comportamiento no es s¨®lo para ellos, sino tambi¨¦n para todos nosostros, los educadores (dos funcionarios de servicio permanente, una asistenta social, un psic¨®logo, un psiquiatra), Comemos lo mismo y a la misma hora que ellos. Ninguno de nosotros lleva armas, ni siquiera tenemos licencia. Aqu¨ª se les ense?a a manejarse en la vida normal, sin violencia, donde nunca son necesarias las armas?.
Los intentos de fuga han sido m¨ªnimos. Uno de ellos consigui¨® escaparse hace unos meses y volvi¨® a los cuatro d¨ªas ?porque su actitud podr¨ªa perjudicar al centro y es el ¨²nico lugar en el que le han razonado en lugar de ordenar, adem¨¢s de tratarle siempre como una persona?.
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