Novillos para tenerlos en el cuarto de ba?o
Plaza de Las Ventas. Cinco novillos de Jim¨¦nez Pasquau, bien presentados, c¨®modos de cabeza, sospechosos de pitones, que cumplieron con los caballos, y de excelente juego. Segundo, de P¨ªo Tabernero, manejable. Fernando Galindo: Estocada atravesada que asoma, otra estocada atravesada y descabello (ovaci¨®n y salida al tercio). Estocada atravesada (vuelta protestada). Ferm¨ªn Vioque: Seis pinchazos y seis descabellos barrenando (silencio). Estocada y rueda de peones (petici¨®n v dos vueltas con protestas). Jos¨¦ Franco Cadena: Estocada corta y cinco descabellos (aplausos y saludos). Cuatro pinchazos (aviso), otros dos pinchazos Y dos descabellos (silencio). Buena entrada. Presidi¨® bien el comisario Blasco.Estaba peg¨¢ndole pases Galindo al cuarto y gritaba un aficionado: ? ?Aprov¨¦chate de ese novillo, que es como de la familia! ?. Es taba peg¨¢ndole pases Vioque al quinto y gritaba otro aficionado: ??Vaya novillos, como para llev¨¢rselos a casa! ?. Estaba Cadena peg¨¢ndole pases al sexto y pens¨¢bamos que s¨ª, que era buena idea pedirle un novillo de esos tan buenos al ganadero y tenerlo en casa, en el cuarto de ba?o (en el sal¨®n, no: se fumar¨ªa los puros).
A todo el que tiene afici¨®n, seg¨²n cuentan, de cuando en cuando le da la ventolera y pega un pase con la toalla. El pase siempre resulta insatisfactorio porque, naturalmente, falta el toro. Pero si el toro ya est¨¢ en el cuarto de ba?o y es como de la familia, el aficionado podr¨¢ dar el pase completo y se realizar¨¢ plenamente. F¨¢cil; se saca al toro de la ba?era, se le seca con el secador el¨¦ctrico, se le echa Chanel del 5, se le cita adelantando la toalla, se le embarca cargando la suerte... ?Oh, que emoci¨®n s¨®lo pensarlo! Eso s¨ª, hay que tener a mano tiritas y mercromina, no ocurra que al toro se le atraviese la toalla y le d¨¦ por pegar cornadas en la ingle.
Con los toros, en efecto, hay que tener cuidado, aunque sean santos, como los novillos de Pasquau el domingo. Por ejemplo, Vioque, al quinto, de clamorosa bondad, le pegaba largas de rodillas, en cualquier sitio y con la misma familiaridad que si estuvieran en el cuarto de ba?o. Hasta que el novillo se cans¨® de tanta larga y tanto compadreo y le peg¨® a Vioque un volteret¨®n terrible.
El susto que la cogida nos dio a todos, pero especialmente a los, turistas, no es para contarlo. Los negros se pon¨ªan amarillos, los amarillos rubios y los rubios negros. Esos mismos turistas fueron los que, a¨²n impresionados por la voltereta, terminada la faena, ped¨ªan la oreja con exaltada pasi¨®n y confusos argumentos, expresados en multiplicidad de lenguas. Vioque, obnubilado por la petici¨®n, dio dos vueltas al ruedo, intent¨® la tercera, cogi¨® un pu?ado de arena para besarla, levant¨® los brazos con aires de triunfo. Se le ve¨ªa al muchacho fuera de s¨ª, por el triunfo alcanzado; convencido de que acababa de cuajar la faena del siglo y de que ten¨ªa asombrada a la afici¨®n.
Un poquito de sentido de la observaci¨®n le hac¨ªa falta al se?or Vioque para distinguir un aficionado de los Cuatro Caminos, de un turista mozambique?o, y tambi¨¦n un poquito de autocr¨ªtica para distinguir una faena de un churro. Porque un churro le result¨® todo el trasteo en su conjunto, con aquel novillo tan bueno que apetec¨ªa tenerlo en casa, para pegarle pases con la toalla. Y lo mismo hay que decir del que hizo al segundo entre achuch¨®n y achuch¨®n, y de las banderillas que prend¨ªa al aligu¨ª, y de la forma de manejar el percal. Tiene valor Ferm¨ªn Vioque, nadie se lo niega, pero a¨²n le falta mucho por aprender en esto del toreo.
Cierto, es novillero, inexperto profesional por tanto, y hay que tenerlo en cuenta. A los novilleros se les perdonan los defectos, porque se espera que a lo largo de su aprendizaje llegar¨¢n a superarlos. Pero tal esperanza es in¨²til cuando en el principiante no hay sentido de la observaci¨®n ni autocr¨ªtica. Y por este camino Vioque (y todos los Vioques que se inician en cualquier profesi¨®n) no va a ninguna parte. De manera que debe saberlo: sus dos faenas, un churro.
Tambi¨¦n pudo aprovechar mejor sus novillos Fernando Galindo, pero est¨¢ en otra l¨ªnea, intenta el toreo bueno y lo ejecuta con gusto. Varios de sus muletazos ten¨ªan vitola, si bien se le apunta el defecto, muy acusado, de torear con la pierna retrasada; es decir, que deliberadamente no cargaba la suerte, con lo cual -?lo hemos dicho alguna vez?- aquella norma de parar-templar-mandar para que se produzca el dominio del toro, queda en entredicho. Por este motivo ten¨ªa raz¨®n El Lupas cuando desde su atalaya del tendido siete le gritaba: ??Galindo, que ese novillo se va sin torear! ?.
A Jos¨¦ Franco Cadena, en cambio, no le gritaron nada. Jos¨¦ Franco Cadena, que hace un par de semanas, con ocasi¨®n de su deb¨², visit¨® el cielo de Madrid en el transcurso de las numerosas volteretas que le proporcionaban sus novillos, el domingo pas¨® desapercibido. Peg¨® cientos de pases y el resultado fue como si no hubiera pegado ninguno. Nada queda en el recuerdo. Ocurre muy frecuentemente cuando sale el toro bueno: que se nota qui¨¦n torea bien y qui¨¦n mal, y e
[ que lo hace mal, despu¨¦s del esfuerzo de pegar doscientos pases se encuentra con la sorpresa de que sigue a cero, igualito que si se hubiera limitado a hacer el paseillo.
La soluci¨®n est¨¢ en el toro de la ba?era y en la toalla. Un serio aprendizaje en privado antes de aparecer en p¨²blico no les vendr¨ªa nada mal a estos novilleros.
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