El buen salvaje
Estrenada en Espa?a all¨¢ por los a?os sesenta, esta historia de Ray, llena de buenas intenciones, es una poco afortunada mezcla de documental etnol¨®gico y esquimales vistos desde Hollywood. Interpretada por Anthony Quinn con su forma peculiar de hacer, entre ingenua y temperamental, hoy vuelve como lo que fue: una f¨¢bula en la que el bien y el mal se reparten seg¨²n reglas ya conocidas.Actualmente, cuando el conocimiento de otros folklores, costumbres y paisajes ha crecido velozmente gracias a las revistas gr¨¢ficas y a las series de televisi¨®n, este buen salvaje, a quien los hombres blancos intentan explotar y m¨¢s tarde juzgar seg¨²n sus propias leyes, a?ade poco al conocimiento de su entorno. El paso de esos veinte a?os ha transformado no s¨®lo problemas y puntos de vista, sino la misma forma de exponerlos. Salvo alguna secuencia no trucada donde la tierra polar se erige en protagonista por m¨¦ritos propios, m¨²sica, interpretaci¨®n y di¨¢logos aparecen totalmente superados.
Los dientes del diablo
Gui¨®n y direcci¨®n de Nicholas Ray. Argumento: Hans Ruech y Franco Solinas, basado en la novela de Hans Ruech "Top of the World" Fotograf¨ªa: Aldo Tont?y Peter Hennssy. M¨²sica: Angelo F. Lonvagnino. Int¨¦rpretes: Anthony Quinn, Yoko Tani, Peter O'Toole, Carlo Giustini, Marie Yang, Andy Jo. EE UU. Dram¨¢tica. Color. Local de estreno: Alb¨¦niz.
Aun cargando las culpas a un doblaje trasnochado, tanto en los actores como en el comentario, es dif¨ªcil aceptar ciertos conceptos y razonamientos, tal modo de expresarse en un pueblo primitivo lejos de cualquier otro mundo civilizado, del mismo modo que los trajes e incluso la iluminaci¨®n de interiores, ya irreal cuando el filme se estren¨®.
El mismo Flaherty protestaba en su d¨ªa ante el af¨¢n de dramatizar la realidad, rechazando la supervisi¨®n de Van Dyke o Murnau. El sab¨ªa que el secreto de la belleza aut¨¦ntica en cine, por no decir de su mejor poes¨ªa y eficacia, hund¨ªa sus ra¨ªces en la realidad.
La verdad es que al medio que pretenden retratar le hubiera ido mejor un decidido tratamiento documental con aut¨¦nticos esquimales, sin actores disfrazados de ind¨ªgenas y sobre todo sin caer en lugares comunes m¨¢s destinados al gran p¨²blico aficionado a esquemas que a verdaderos an¨¢lisis.
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