"Con lo de Tejero s¨®lo pretend¨ªamos ganar tiempo para escapar con el dinero"
El once es un joven de algo m¨¢s de veintis¨¦is a?os, y cuando particip¨® en el asalto al Banco Central apenas llevaba tres meses en libertad, despu¨¦s de haber permanecido seis a?os en prisi¨®n por asalto a mano armada. La operaci¨®n, seg¨²n ¨¦l, no persegu¨ªa m¨¢s que obtener una suma de dinero que calculaban en torno a los mil millones de pesetas. Lo del camuflaje pol¨ªtico-militar y la liberaci¨®n de los militares golpistas era una mera coartada para ganar tiempo. La ¨²nica huida prevista era por las alcantarillas. Fracasada esta posibilidad, Bartolo, as¨ª se le conoce en los medios profesionales, encontr¨® en un polic¨ªa municipal a su ¨¢ngel custodio, que le permiti¨® salvar el cerco y huir de la c¨¢rcel, que es lo que m¨¢s teme.Pregunta. ?C¨®mo se escap¨® usted del Banco Central?
Respuesta. Mira, cuando empezaron los tiros en la azotea yo estaba subiendo por las escaleras, a la altura del cuarto piso. Arriba estaban Crist¨®bal Valenzuela, Juan Manuel Quesada y Jos¨¦ Cuevas, con varios rehenes para inspeccionar si hab¨ªa geo en las inmediaciones y estudiar una posible v¨ªa de escape saltando a los edificios cercanos. A Jos¨¦ Cuevas le mataron y los otros dos tiraron las pistolas y se entregaron. Ni los nuestros ni ninguno de los rehenes volvieron a bajar de la terraza. Descend¨ª inmediatamente hasta la planta baja y poco despu¨¦s empez¨® un terrible tiroteo a trav¨¦s de las ventanas y de las claraboyas que daban a las escaleras. Primero pusimos algunos rehenes contra las ventanas y respondimos al fuego con la metralleta Stein, pero solamente ten¨ªamos dos cargadores con un total de cuarenta balas y ya las hab¨ªamos utilizado al mediod¨ªa contra la tanqueta; las balas se agotaron muy pronto. Sab¨ªamos que resistir en los pisos era imposible porque las entradas son muy anchas, no hab¨ªa ninguna puerta para verlos y siempre pod¨ªan bajar por la escalera. Para cubrirlo todo bien se hubiera necesitado mucha m¨¢s gente. Lo ¨²nico era hacerse fuertes en la planta baja y aguantar lo que se pudiera. Hubo un rato que s¨®lo se o¨ªan los silbidos de las balas y los vidrios al romperse. Aquello parec¨ªa Vietnam. Los rehenes no paraban de gritar y algunos de los nuestros se acobardaron y empezaron a desmoralizarse. Entonces decidimos parapetarnos en un lateral del banco entre el mostrador y la barrera humana formada por los rehenes, a los que hicimos colocar delante, cubri¨¦ndonos. Finalmente, viendo la situaci¨®n insostenible, y como s¨®lo qued¨¢bamos ocho de nosotros, nos quitamos los pasamonta?as y decidimos salir en tromba confundidos con los empleados del banco. Yo le obligu¨¦ a ponerse mi capucha a un empleado de unos 37 a?os de edad, regordito, pero al t¨ªo le cogi¨® una especie de ataque hist¨¦rico y empez¨® a llorar y re¨ªrse. Le orden¨¦ que se callara, pero s¨®lo dec¨ªa: ??No ves lo que hace la polic¨ªa: mira c¨®mo disparan, son unos asesinos, aqu¨ª nos van a matar a todos?. Lloriqueaba y me ped¨ªa que le quitara la capucha, jur¨¢ndome que no dir¨ªa nada, que no me reconocerla a pesar de haberme visto la cara. Finalmente, se la saqu¨¦ porque si se la dejo diez minutos m¨¢s le da algo. Tambi¨¦n me quit¨¦ la cazadora y este mismo t¨ªo me dio la chaqueta de cuadros que llevaba ¨¦l y que, por cierto, me ven¨ªa bastante grande, pues pesaba bastante m¨¢s que yo. El Colt 38 especial que llevaba lo tir¨¦ encima del mont¨®n de dinero en los ¨²ltimos momentos y me fui para la puerta junto con todos.
'Me fugu¨¦ con un polic¨ªa municipal'
P. ?Y sali¨® usted con los primeros?
R. S¨ª, en cuanto se abri¨® la puerta sal¨ª con el primer grupo. Procur¨¦ taparme la cara, pero resbal¨¦ con los vidrios rotos de la puerta y me ca¨ª en la acera. Eramos un grupo de ocho o nueve que echamos a correr y nos metimos en el edificio donde est¨¢ el hotel-residencia Continental. Subimos hasta el segundo piso porque en el primero nadie quiso abrir la puerta. En el grupo iban tambi¨¦n Tom¨¢s Paz, Miguel Mill¨¢n y Mariano Bol¨ªvar, adem¨¢s de tres o cuatro empleados del banco. Entramos en el hotel en tromba y all¨ª cada uno se meti¨®, donde pudo o, mejor, donde encontraba puertas abiertas. Yo fui el ¨²nico que cogi¨® un largo pasillo adelante hasta casi el final y me met¨ª en un cuartito trastero que, al parecer, sirve para guardar la aspiradora y otros ¨²tiles de limpieza. Era una habitaci¨®n muy peque?a que no puede cerrarse por dentro y que comunica con otra escalera interior del edificio. De entrada me qued¨¦ all¨ª quieto, casi sin respirar, y al cabo de diez minutos o¨ª c¨®mo llegaba la polic¨ªa y empezaban a registrarlo todo. Escuch¨¦ perfectamente c¨®mo deten¨ªan a los otros tres y me sent¨¦ en una silla desvencijada esperando que de un momento a otro tambi¨¦n me descubrieran a m¨ª. Pero nadie abri¨® el peque?o cuartito donde estaba porque debieron pensar que era una puerta inutilizada o algo as¨ª. Lo cierto es que, con los nervios y el calor que hac¨ªa all¨ª, me me¨¦ incluso dentro del saquito de la aspiradora. Luego, al cabo de media hora, me asom¨¦ con precauciones a la escalera interior y comprob¨¦ que la polic¨ªa continuaba en el portal. Desde una ventana de m¨¢s arriba tambi¨¦n vi que todo continuaba acordonado, por lo que volv¨ª a mi escondite y decid¨ª continuar esperando. Cuando me pareci¨® que hab¨ªa pasado un tiempo prudencial baj¨¦ al portal y me puse a mirar los buzones intentando disimular mis intenciones de echar un vistazo fuera. Entonces, de improviso se present¨® un polic¨ªa municipal acompa?ando a un t¨ªo joven que, supongo, deber¨ªa vivir en aquella misma escalera y me dieron un susto tremendo. De entrada pens¨¦ subir de nuevo corriendo para arriba, pero finalmente decid¨ª echarle cara al asunto y ver qu¨¦ pasaba. El polic¨ªa golpe¨® en los vidrios para que les abriera la puerta por dentro y cuando lo hice le pregunte: ?Qu¨¦, ja sacabat tot el merder??. (??Qu¨¦, ya se ha terminado todo el jaleo??), y al responder me que s¨ª, sin pens¨¢rmelo dos veces me fui charlando con ¨¦l hasta la confluencia de la calle de Santa Ana. Yo iba caminando como si tal cosa, pero ten¨ªa el culo que no me cog¨ªa un fideo. En la esquina hab¨ªa geo, pero como me vieron charlando con el municipal no me dije ron absolutamente nada. Inmediatamente cog¨ª la calle Canuda y me fui hasta la plaza Villa de Madrid. Eran exactamente las 23.15 horas y ni yo mismo me cre¨ªa que hubiera podido escapar. Entonces, a¨²n no sab¨ªa qu¨¦ suerte hab¨ªan corrido los dem¨¢s, pero segu¨ª caminando, y sin encontrar a nadie, hasta la catedral. Al mediod¨ªa siguiente, cuan do vi la filmaci¨®n por televisi¨®n y me reconoc¨ª saliendo por la puerta, aun me cre¨ªa menos que hubiera podido escapar.
P. ?Cu¨¢ndo pas¨® la frontera espa?ola?
R. Algunos d¨ªas despu¨¦s, y lo hice utilizando documentaci¨®n falsa.
P. ?Y a partir de ahora qu¨¦ piensa hacer?
R. No s¨¦. No tengo nada previsto. En los peri¨®dicos han dicho que yo me llev¨¦ 300.000 pesetas, pero eso es absolutamente falso. Yo del banco no me llev¨¦ ni un duro. No pienso entregarme ni creo que vuelva a Espa?a. Si lo hiciera me caer¨ªa lo que ellos quisieran. Imag¨ªnate, tenencia il¨ªcita de armas, secuestro, etc¨¦tera.... unos sesenta a?os por lo menos.
P. Empecemos por el principio. ?C¨®mo se meti¨® usted en este asunto del Banco Central?
R. Sobre todo esto se han dicho muchas tonter¨ªas y se han escrito cosas verdaderamente alucinantes. Que si era una operaci¨®n de la extrema derecha, que si hab¨ªa gente de la Guardia Civil complicada, que si los servicios secretos y qu¨¦ s¨¦ yo cu¨¢ntas cosas m¨¢s. Pero nada de todo eso es verdad. Lo ¨²nico cierto es que el golpe lo planemos y lo hicimos los once que est¨¢bamos all¨ª dentro. Yo, en concreto, hac¨ªa tres meses que hab¨ªa salido de la c¨¢rcel tras cumplir una condena de m¨¢s de seis a?os por atraco, y verdaderamente estaba lo que se dice a dos velas. Entonces, un buen d¨ªa, andando por esos bares de Barcelona, me encontr¨¦ a uno que conoc¨ªa un poco, le dije que necesitaba dinero; ¨¦l se abri¨® un poco sonde¨¢ndome, y finalmente me explic¨® el proyecto.
'El "timo de la estampita"'
P. ?Y lo vio factible en seguida?
R. Tal como me lo explicaron, s¨ª. Me dijeron que se trataba de hacer un atraco, enmascar¨¢ndolo, con el tema pol¨ªtico, aprovechando la obsesi¨®n que existe con el tema del golpe de Estado. La idea era hacer una especie de tocomocho al pa¨ªs. Como el timo de la estampita, pero con pistolas. Sab¨ªamos que si entr¨¢bamos en el Central diciendo simplemente que era un atraco normal y corriente, por mucho que nos atrincher¨¢ramos la Polic¨ªa y los GEO hubieran entrado a por nosotros sin tardar. Sin embargo, si d¨¢bamos un comunicado pidiendo la liberaci¨®n de Tejero y los otros tres y nos hac¨ªamos pasar por guardias civiles, con el miedo que el Gobierno les tiene a esa gente tras el 23 de febrero, se llevar¨ªan mucho m¨¢s cuidado, y mientras discut¨ªan y una cosa y otra, ?zaca!, nos d¨¢bamos el piro con el dinero. Porque el proyecto se basaba estrictamente en pedir un plazo de 72 horas, y mientras hacer un agujero por las alcantarillas para escapar con el dinero.
P. ?Por eso escogieron precisamente la fecha del 23 de mayo?
R. No, eso de la fecha fue una casualidad. De hecho, el golpe ten¨ªamos que darlo el s¨¢bado anterior, el 16 de mayo. Escogimos un s¨¢bado porque es el d¨ªa que pod¨ªa haber m¨¢s dinero en el banco. El d¨ªa 16 llegamos incluso a ir al banco con las armas y todo, pero en el ¨²ltimo momento suspendimos la operaci¨®n por falta de entendimiento entre nosotros. Imag¨ªnate que dimos marcha atr¨¢s cuando ya estaban dentro cinco o seis, y algunos no se enteraron del todo, por lo que al ver que faltaba gente yo tuve que subir a llamar a dos que estaban en el ¨²ltimo piso y uno de los cuales ya ten¨ªa incluso el pasamonta?as puesto.
P. ?Y lo de Argentina como hipot¨¦tico pa¨ªs de asilo?
R. Hombre, si haces una cosa as¨ª, no les vas a decir que quieres ir a Rusia. Hab¨ªa que escoger Argentina o Chile, un sitio donde est¨¦n los fachas.
P. En concreto, ?ha tenido alguna vez relaciones con la extrema derecha?
R. No, no; qu¨¦ va. A m¨ª la pol¨ªtica no me interesa. No entiendo nada, pero indiscutiblemente me simpatiza m¨¢s la clase trabajadora que los burgueses guarros.
P. ?Qui¨¦n redact¨® el comunicado pidiendo la liberaci¨®n de los golpistas?
R. No lo s¨¦, pero debi¨® ser Juan Mart¨ªnez G¨®mez o alguien de su grupillo. Hay que tener en cuenta que antes de todo esto, de los once, yo s¨®lo conoc¨ªa a dos, a Tom¨¢s Paz y a Miguel Mill¨¢n. Al resto no les hab¨ªa visto nunca, y a algunos me los presentaron la misma v¨ªspera del asalto. El comunicado a m¨ª me lo ense?aron un par de d¨ªas antes de la fecha fijada inicialmente, del 16 de mayo, y en seguida pens¨¦ que pod¨ªa colar f¨¢cilmente. Se ped¨ªa la liberaci¨®n s¨®lo de esos cuatro porque, al parecer, son los m¨¢s duros y los que estaban m¨¢s metidos en el potaje del 23 de febrero.
P. ?De d¨®nde obtuvieron los planos del banco?
R. Tampoco lo s¨¦, pero yo los vi y eran muy minuciosos. Estaban hechos en hojas peque?as, pero ten¨ªan reproducidos pr¨¢cticamente todos los detalles. Se pod¨ªa ver que la distancia de los s¨®tanos a la alcantarilla que pasa por el lateral de las Ramblas no era mucha, y que era factible practicar un agujero para llegar a ella. Por eso la idea era aguantar con el enga?o lo m¨¢ximo posible mientras hac¨ªamos el t¨²nel, y luego largarnos con el dinero, dejando a los rehenes encerrados en las c¨¢maras acorazadas. Pens¨¢bamos tener el orificio listo para salir el domingo alrededor de las seis de la ma?ana y llegar por las alcantarillas hasta la plaza del Pino. Lo ¨²nico que no cont¨¢bamos era encontrar una pared de granito que no pudimos horadar. Eso lo ech¨® abajo todo.
P. Y las armas que utilizaron, ?c¨®mo se obtuvieron?
R. En el mercado negro de Barcelona. La mayor¨ªa eran pistolas que se compraron por 25.000 pesetas o sumas similares. Todo era material bastante viejecillo. No hab¨ªa ninguna cosa extraordinaria. En total ten¨ªamos una metralleta Stein, una pistola-ametralladora Mauser, que llevaba Francisco Dom¨ªnguez; seis pistolas Astra del nueve, una Star tambi¨¦n del nueve, una Llama del mismo calibre, un rev¨®lver plateado del calibre 44 y otro rev¨®lver americano, del 38 especial.
P. Si todo hubiera funcionado perfectamente, ?cu¨¢l hubiera sido el siguiente paso a la salida del banco?
R. Dirigirnos al local de la calle de Casanova, que ya ten¨ªa dispuesto el grupo de Juan Mart¨ªnez G¨®mez. Yo no llegu¨¦ a estar nunca all¨ª, pero s¨¦ que algunos del grupo se hab¨ªan reunido varias veces para planearlo todo. All¨ª se guardaban las armas y es donde se ten¨ªa que hacer el reparto del dinero con posterioridad. Todo eso que se ha dicho del t¨²nel para hacer un atentado no es cierto. El t¨²nel no ten¨ªa otro objeto que esconder las armas y las herramientas del atraco. Calcul¨¢bamos que ese d¨ªa en el banco pod¨ªan haber unos mil millones de pesetas, por lo que, luego de deducir los gastos de la operaci¨®n, se hubieran hecho once partes iguales para todo el mundo. Yo, desde el principio, dej¨¦ bien claro que a, partir de ese momento cog¨ªa la pasta y me abr¨ªa por mi cuenta.
'El dinero lo dejamos para el final'
P. ?Pero el dinero no llegaron ni tan siquiera a empaquetarlo para llev¨¢rselo?
R. No, porque eso lo dejamos para el ¨²ltimo momento. Para cuando hubi¨¦ramos terminado el agujero. Nos limitamos a amontonarlo y a tenerlo a mano. De hecho, ensacarlo hubiera sido cosa de un momento. Eso no significaba ning¨²n problema.
P. ?Antes del asalto se os dio instrucciones de hablar de determinada forma, de comportaros de forma determinada dentro del banco?
R. ?Qu¨¦ va!, confi¨¢bamos mucho en que el comunicado lo har¨ªa casi todo, como as¨ª sucedi¨®. Yo all¨ª hablaba como ahora. A mi aire. Eso de denominarlos por n¨²meros tambi¨¦n ha sido un rollo en torno al que se ha hecho un mito. Es cierto que en las reuniones previas que tuvimos se habl¨® de no utilizar nunca el nombre y de denominarnos con n¨²meros, por eso Juan Mart¨ªnez G¨®mez se le denomin¨® Uno, porque es el que comandaba la operaci¨®n y porque si hab¨ªa que llamarle no lo ibas a hacer por su nombre. Pero el resto ni sab¨ªamos el n¨²mero que ten¨ªamos. Todo eso se improvis¨® m¨¢s que nada para impresionar. Por ejemplo, yo recuerdo que cuando mandabas alg¨²n reh¨¦n al primer piso grit¨¢bamos: ??Primero, ah¨ª va uno!?, principalmente para alertar a los compa?eros que montaban guardia all¨ª. Pues bien, luego eso ha salido en la Prensa como si hubiera un cabo primero de la Guardia Civil entre nosotros. O los gritos de ??Armas en posici¨®n!?, para avisar a todos que montaran las armas, por si hab¨ªa que disparar y que tambi¨¦n debieron de impresionar mucho, porque luego han dado pie a toda esa historia de la terminolog¨ªa militar y todo el rollo.
P. S¨ª, sobre el asalto se han dicho muchas cosas contradictorias, y se han planteado muchas preguntas que, hasta el momento, no han tenido respuesta clara y satisfactoria. Como, por ejemplo, todo lo que respecta a la cuesti¨®n de los fusiles de asalto CETME, los explosivos, el n¨²mero exacto de asaltantes, si llev¨¢bais raciones alimenticias o no, la posible t¨¦cnica militar utilizada...
R. Nada de eso es cierto. En el banco s¨®lo entramos con las armas y las herramientas para hacer el agujero. Todo lo dem¨¢s es una pel¨ªcula que se ha montado el Gobierno, la polic¨ªa y la Prensa. All¨ª no hubo nunca fusiles CETME ni cosa parecida. Lo ¨²nico que les pudo hacer pensar en algo as¨ª eran los picos y las palas desmontados y metidos en una bolsa de lona verde. Lo de los explosivos fue una cosa similar. No llev¨¢bamos ni un m¨ªsero cartucho de dinamita. Lo dijimos porque era una manera de amedrentar, y aunque nadie lo vio nunca, la cosa funcion¨® perfectamente. El n¨²mero de gente que ¨¦ramos tambi¨¦n parti¨® d e la suposici¨®n de algunos rehenes que ve¨ªan m¨¢s de la cuenta v del farol que se ech¨® Juan Mart¨ªnez, el Uno, por tel¨¦fono, diciendo que ¨¦ramos tres comandos de ocho cada uno. Lo ¨²nico que se comi¨® todo el tiempo fue lo que hizo llegar la Cruz Roja: bocatas de mortadela, el s¨¢bado; caf¨¦ con leche y bollitos, el domingo por la ma?ana, y un caldito tipo piol¨ªn, un cuarto de pollo, un trocito de tortilla y una manzanita para todo el mundo, al mediod¨ªa. Y respecto a la t¨¦cnica militar, como no fuera lo que aprendieron algunos en la mili, all¨ª nadie sab¨ªa nada de nada. En definitiva, cubrir una ventana no es tan dif¨ªcil, y para empu?ar una pistola tampoco se necesita una t¨¦cnica especial.
P. ?Y toda esa historia de los gritos de ??Viva Espa?a?! que se daban dentro del banco para levantar el ¨¢nimo?
R. Eso es cierto, pero forma parte tambi¨¦n de todo el montaje. En definitiva lo hicimos s¨®lo dos o tres veces. Yo, por ejemplo, no grit¨¦ nunca. Los dem¨¢s s¨ª, casi todos, incluso los rehenes del banco, esos no veas, eran los que gritaban m¨¢s fuerte ??Viva Espa?a?!
P. ?Es cierto que se vieron la noche antes del asalto para cenar y preparar los ¨²ltimos detalles?
R. S¨ª, fue la ¨²nica vez antes del asalto que yo vi a todo el grupo junto. Nos reunimos en un restaurante tranquilo, memorizamos los planos y luego los quemamos all¨ª mismo. Ah¨ª fue cuando se dio una cita previa para las 8.45 horas, en el tramo de las Ramblas que hay delante del banco, junto a las sillas de pago. Luego cada uno se fue por su lado. El s¨¢bado, a la hora indicada nos encontramos todos all¨ª de plant¨®n.
A uno le di un "carquinyoli" con la pistola'
P. ?Y en seguida empez¨® todo?
R. Efectivamente, el plan era que primero entraran tres grupos de tres, a intervalos de medio minuto y que fueran tomando posiciones en los distintos pisos del banco, para dominar la situaci¨®n en todo momento. El primer grupo lo formaban Crist¨®bal y Jorge Valenzuela y Jos¨¦ Cuevas, el que luego mataron. Ellos ten¨ªan la misi¨®n de controlar el cuarto y el quinto piso. El segundo grupo lo integr¨¢bamos Juan Manuel Quesada, Miguel Mill¨¢n y yo mismo. Se nos hab¨ªa responsabilizado del segundo y tercer piso. Los cinco restantes con el resto del material entraron juntos detr¨¢s de todos.
P. ?El material c¨®mo se transport¨®?
R. En unas cajas de cart¨®n. Llev¨¢bamos una taladradora, escarpas, punzones, una linterna, el meg¨¢fono, pilas de recambio... Luego, picos y palas desmontados y metidos dentro de una funda de guitarra y en un saco de lona verde que me parece que era de una tienda de campa?a. Tambi¨¦n hab¨ªa varias bolsas de deporte y un malet¨ªn con pasamonta?as y guantes de pl¨¢stico de recambio. En ese malet¨ªn debieron pensar que llev¨¢bamos los explosivos y la historia de los CETME se la debi¨® imaginar alguien al ver la funda de lona verde que conten¨ªa simplemente los picos y las palas desmontadas. La contrase?a para empezar todo la dio Juan Mart¨ªnez G¨®mez, el n¨²mero Uno, con un par de tiros al techo. Entonces los dem¨¢s, que ya ten¨ªamos los pasamonta?as puestos, empezamos a entrar por las secciones dando tiros al aire gritando ??Que no se mueva nadie. Todo el mundo al suelo?! y sacando a la gente a la escalera. En cada grupo de tres uno se quedaba siempre en el rellano de la escalera cacheando y controlando a la gente que ¨ªbamos haciendo bajar a la planta baja, mientras los otros recorr¨ªan todos los despachos. Todo fue muy r¨¢pido y no hubo demasiados problemas.
P. ?Nadie intent¨® resistirse?
R. S¨®lo hubo un conato de resistencia arriba, en el quinto piso. Hubo tres o cuatro que se le tiraron encima a Crist¨®bal Valenzuela, porque le vieron peque?ajo, pero enseguida nos dimos cuenta y subimos corriendo a controlar la situaci¨®n. A un empleado del banco con traje azul y que era el m¨¢s chulillo le di un carquinyoli con el ca?¨®n de mi rev¨®lver y se qued¨® quieto enseguida. Luego, le dimos una patadita en el culo, lo cogimos por el pescuezo y lo bajamos abajo, donde le puse contra una ventana castigado. A ese lo tuve all¨ª de pie un pu?ado de horas, como ocho o nueve. De cuando en cuando me pasaba para ver c¨®mo segu¨ªa y le tiraba casquillos de bala a la cabeza. Imag¨ªnate c¨®mo estaba el t¨ªo que hasta se cag¨® encima y se manch¨® todos los pantalones. En la planta baja tambi¨¦n hubo el herido en la pierna, pero, eso, aunque no lo vi, me dijeron que fue porque intent¨® abalanzarse contra la puerta. A los dos guardias jurados los desarmamos sin ning¨²n problema. Todos nosotros sab¨ªamos que no pod¨ªamos desmadrarnos y deb¨ªamos evitar a toda costa que pudiera producirse alg¨²n muerto. Eso lo hubiera complicado todo de entra da mucho m¨¢s.
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"No s¨¦ nada del ?n¨²mero uno?
Viene de p¨¢gina 13P. ?Cu¨¢ndo empezaron a perforar el s¨®tano?
R. Como a la una de la tarde del s¨¢bado. De entrada hab¨ªamos calculado que con unas seis horas de trabajo habr¨ªa m¨¢s que, suficiente. Bajamos el material al s¨®tano y escogimos una habitaci¨®n que sirve de archivo de papeles antiguos para empezar a trabajar. Era uno de los puntos m¨¢s cercanos a las alcantarillas que pasan por el lateral de las Ramblas. Hicimos que el electricista del banco nos preparara unos enchufes para la taladradora, y el Francisco Dom¨ªnguez y yo empezamos a picar. Estuvimos trabajando sin parar unas dos o tres horas, hasta que encontramos una capa de cemento y rompimos un pico y todo. Entonces vimos que por all¨ª era imposible seguir y decidimos buscar otro punto. Tanteamos el suelo hasta que encontramos un punto donde sonaba hueco, precisamente en el cuartillo del electricista, y all¨ª empezamos a agujerear de nuevo. Ser¨ªan como las cinco de la tarde, cuando empezamos el segundo t¨²nel, pero pronto nos topamos con un muro de granito y aquello no hab¨ªa manera de perforarlo. Entonces, ya se nos vino todo el mundo abajo. No obstante, decidimos que era necesario agujerear el granito como fuera y pusimos a trabajar a algunos rehenes tambi¨¦n. Los escog¨ª yo mismo entre los que parec¨ªan m¨¢s cachas, y me encargu¨¦ de controlar el trabajo y dirigirles en todo momento. Los tuvimos trabajando toda la noche y hasta poco antes de que empezaran los tiros, pero el agujero avanz¨® muy poco. El tercer puesto donde intentamos perforar fue en el cuartillo donde se encuentran los ventiladores, all¨ª por lo visto exist¨ªa una cloaca antigua tapada Con cemento, peto al romper los ladrillos result¨® ser solamente un tubo de desag¨¹e sin posibilidades de ning¨²n tipo.
P. ?Es cierto que contaron con apoyo en el exterior?
R. Pero eso yo imagino que algo hab¨ªa, el grupillo de Juan Mart¨ªnez G¨®mez no me lo llegaron a contar nunca. Yo s¨¦ que Juan, el uno, habl¨® con alguna gente por tel¨¦fono, pero la identidad de esa persona que se identific¨® como el legionario rojo no la conozco.
P. Sin embargo, resulta un poco incomprensible meterse en un l¨ªo tan importante como ¨¦ste, sin tener prevista hasta el m¨ªnimo detalle de la posibilidad de una fuga r¨¢pida...
R. Bueno, nosotros confi¨¢bamos en el t¨²nel para escapar, pero al encontrarnos con granito y cemento armado todo se nos vino abajo de golpe. No hab¨ªamos llevado herramientas adecuadas y aquello era imposible de perforar. Cuando nos dimos cuenta de eso ya s¨®lo se trat¨® de salir de all¨ª de la mejor manera posible. De mantener la ficci¨®n hasta que se pudiera.
P. Pero imag¨ªnese lo que pasa si les llegan a poner el avi¨®n a su disposici¨®n y liberan a los golpistas del 23 de febrero...
R. Ya sab¨ªamos, de entrada, que eso era pr¨¢cticamente imposible que sucediera.. Pero si hubiera pasado una cosa as¨ª, yo no me subo a un avi¨®n con el Tejero ni loco. Y no me subo porque s¨¦ que, en un avi¨®n siempre te la pueden pegar. Lo m¨¢s probable es que te den una vuelta por encima de Chiclana y te digan que estamos que s¨¦ yo d¨®nde para que te conf¨ªes y poder echarte mano. Yo lo del avi¨®n lo ten¨ªa claro que no me sub¨ªa desde el principio.
'Llamaron preguntando si ¨¦ramos del cuerpo'
P. Antes de todo esto, ?hab¨ªa o¨ªdo hablar del capit¨¢n Gil S¨¢nchez Valiente?
R. Jam¨¢s, y me parece que la mayor¨ªa de nosotros tampoco. Yo nunca leo los peri¨®dicos ni me interesa la pol¨ªtica, pero todo el l¨ªo de ese capit¨¢n de la Guardia Civil lo organiz¨® la misma polic¨ªa y la Guardia Civil. Llamaron all¨ª diciendo si ¨¦ramos del cuerpo y preguntando por ¨¦ste, y como nosotros le echamos cara y dimos largas al asunto, enseguida empez¨® a trabajarles la imaginaci¨®n m¨¢s de la cuenta.
P. ?Conoc¨ªa el hecho de que Juan Mart¨ªnez G¨®mez (a) el Rubio hab¨ªa sido acusado p¨²blicamente por la CNT de ser un notorio confidente de la Guardia Civil desde mucho tiempo antes?
R. No; antes de todo esto a Juan Mart¨ªnez G¨®mez no le conoc¨ªa ni sab¨ªa qui¨¦n era. Yo, de su grupo s¨®lo conoc¨ªa a uno, pero sab¨ªa que llevaban un a?o haciendo atracos y que las cosas les iban muy bien. Eso me hizo coger una cierta confianza en ¨¦l. Adem¨¢s yo nunca le o¨ª hablar de pol¨ªtica ni nada parecido. Despu¨¦s he le¨ªdo los peri¨®dicos y he escuchado por ah¨ª toda esa historia de confidente..., pero entonces no sab¨ªa nada. No s¨¦ si puede ser cierto o no, pero pienso que si lo est¨¢n diciendo tanto es porque lo habr¨¢n comprobado a fondo. Una cosa as¨ª no se puede decir por la cara. De hecho, no s¨¦ qu¨¦ pensar, pero si eso es verdad, ese t¨ªo es un mam¨®n, ?vale? Si es verdad, es un verdadero hijo de puta.
P. ?Qu¨¦ opini¨®n tiene sobre la tentativa golpista del 23 de febrero?
R. Yo no soy partidario de una dictadura. Todo lo contrario. Pienso que todo el mundo tiene derecho a vivir. Los que apoyan un golpe militar son los de siempre. Los que lo tienen todo resuelto, los protegidos... pero los del proletariado, como siempre, a llevarse los palos.
P. Bartolo, ?por qu¨¦ comete usted atracos?
R. Pues porque a mi edad a¨²n n tengo ning¨²n oficio ni nada de nada. Desde que sal¨ª de la c¨¢rcel no he tenido otra salida. La c¨¢rcel te quema mucho, y cuando sales cuesta mucho volver a reintegrarte. Nunca he trabajado, y cuando vas a buscar un empleo y se enteran de tus antecedentes, la gente se asusta y en seguida se te quitan de encima. ?Entonces qu¨¦ quiere que haga? ?Que me meta de paleta por ah¨ª, a romperme los cuernos? A m¨ª no me gusta tener obligaciones con nadie, y mucho menos, que me manden. Entonces la ¨²nica forma de poder hacer algo y salir adelante es atracar un banco. S¨¦ que toda la vida no puedo estar as¨ª, pero eso se ve sobre la marcha, a m¨ª no me gusta hacer muchos planes con antelaci¨®n.
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