De clarines y fundaciones
Se ha cumplido el pasado mes el 50? aniversario de la muerte de Leopoldo Alas. La obra se reeditar¨¢ con profusi¨®n y quiz¨¢ se pueda as¨ª conocer mejor a un autor para el que ha habido un olvido lamentable.Muy joven, Clar¨ªn fue marcado por las frustraciones que conllev¨® aquel sexenio comenzado con la Gloriosa y terminando con Pav¨ªa. Luego vivi¨® el drama, largo y lento, de la Restauraci¨®n: una sociedad que se pudr¨ªa, que se encorset¨® en un sistema pol¨ªtico bipartidista y caciquil, cuya ¨²nica labor era cerrar cauces a la necesaria regeneraci¨®n, catapultando fuera de la arena pol¨ªtica a aquellos sectores que expresaban tendencias de renovaci¨®n y democratizaci¨®n, pero cuya voluntad de asumir la responsabilidad y el riesgo de la transformaci¨®n social era, lamentablemente, muy d¨¦bil. As¨ª, hasta la nueva clase ascendente, la clase obrera fue marcada con algunos de los vicios nacionales.
En la circunstancia actual de nuestro pa¨ªs, no s¨®lo existe el riesgo del drama r¨¢pido que provocar¨ªa el golpe, sino tambi¨¦n la amenaza de que seamos presa de una nueva restauraci¨®n si las m¨²ltiples motivaciones democratizad oras que hoy existen (con la consiguiente potencialidad) son continuamente desalentadas por la pol¨ªtica oficial que no quiere reconocerse responsable del estancamiento asfixiante en que se desenvuelve la vida nacional.
Es l¨®gico que la aparici¨®n de la Fundaci¨®n para el Progreso y la Democracia haya sonado como un clar¨ªn, ese instrumento que es m¨¢s peque?o que la trompeta, pero cuyo sonido es m¨¢s agudo. La Fundaci¨®n, m¨¢s peque?a que cualquiera de los partidos establecidos en el sistema actual, ha pues lo m¨¢s de manifiesto, si cabe, con lo poco que ha dicho, algo que muchos saben, peto que es preciso conocer como punto de partida para abrir de nuevo perspectivas de esperanza:
1. Que muchas voluntades pol¨ªticas no est¨¢n -o no caben, en cierto modo- en los partidos tal cual son, y
2. Que actualmente no existe un proceso abierto de franca democratizaci¨®n de la sociedad y del Estado. Estas verdades amargan, m¨¢s cuando planea la amenaza del golpismo, en funci¨®n de la cual muchos representantes oficiales del r¨¦gimen pol¨ªtico actual se creen en la obligaci¨®n y el derecho de imponer qu¨¦ es lo que se puede y no se puede decir y hacer para fortalecer la pervivencia de la democracia.
Con l¨®gica distinta, otros pensamos que la reapertura de procesos de democratizaci¨®n va unida a un despliegue general de la iniciativa de los ciudadanos que pueda cuajar, cuando proceda, en voluntades colectivas organizadas capaces de transformar la realidad.
En esta l¨ªnea, la Fundaci¨®n aparece como un posible factor democratizador, e incluso aunque quedara en agua de borrajas no habr¨ªa da?ado en nada a la democracia. Es francamente absurdo afirmar que la debilita cuando precisamente lo que hace internamente d¨¦bil al r¨¦gimen pol¨ªtico democr¨¢tico es una sociedad que se est¨¢ volviendo yerma para que arraiguen en ella partidos, entre otras cosas, porque no se siembra con la m¨¢s variada gama de actividades e iniciativas ciudadanas.
Lo que crea el m¨¢ximo de tensi¨®n e intransigencia, incluso entre los que se declaran partidarios del sistema constitucional, es que no existe tampoco hoy una voluntad y unafierza reales para acabar con el golpismo. Este ocupa puestos decisivos en el aparato estatal, en la econom¨ªa, en los medios de difusi¨®n y hasta en el atolondramiento de una conciencia colectiva largo tiempo esclavizada por el fanatismo, la incultura y el simplismo; puestos de los que no est¨¢n siendo desplazados por la clase pol¨ªtica nueva que reclama un nuevo r¨¦gimen, pareciendo desconocer que la ruptura pactada fue un reparto de ¨¢reas de influencia de poder que hoy no es ya posible, y que intentarlo equivale a pactar el entierro a plazos de la democracia.
Pues bien, es prop¨®sito que anima a la Fundaci¨®n el de golpear al golpismo. Este es el ¨²nico enemigo para una instituci¨®n que agrupa, desde su manifiesto fundacional, a tan diversos sectores ideol¨®gicos; un enemigo al que no se puede vencer s¨®lo con la actuaci¨®n -por dem¨¢s, t¨ªmida- de los partidos e instituciones oficiales de la democracia, sino con una acci¨®n de la inmensa mayor¨ªa de la sociedad aprendiendo a construir su convivencia democr¨¢tica, y exigiendo al. Parlamento, al Gobierno y a la Administraci¨®n de justicia que extirpen el tumor maligno del golpe para que despu¨¦s pueda regenerarse el organismo entero.
Precisamente, el golpe frustrado del 23-F ha sido motivaci¨®n decisiva para que muchas personas de la Fundaci¨®n se incorporen a la tarea nombrada. Que el compromiso pol¨ªtico que han tomado no se haya hecho a trav¨¦s de los partidos no desmerece el gesto como pol¨ªtico factor democratizador. Por el contrario, da fe de tolerancia y entendimiento en cuanto aparece como com¨²n a ideas y proyectos pol¨ªticos diversos, y por encima de confianzas o desconfianzas personales.
Alguien ha calificado de inoportuno el momento en que surge la Fundaci¨®n, en funci¨®n de que contribuye a debilitar a los partidos y de que ¨¦stos son elemento cardinal de la democracia. Subyazca o no a esta idea otra en el sentido de que el actual sistema de partidos es el m¨¢s id¨®neo o el ¨²nico posible, hay en ella una negativa tendencia a mirar la realidad del pa¨ªs desde el exclusivo prisma del partidismo organizado, una tendencia -que en nuestra opini¨®n revela- el error que hay en esa idea de la inoportunidad del surgimiento de la Fundaci¨®n.
Si se quiere m¨¢s, podemos decir apariencia de un partido o prepartido, es precisamente porque todo el panorama actual de partidos est¨¢ en crisis, porque son muchos los impulsos hacia su remodelaci¨®n. Pues bien: en la Fundaci¨®n no existe, ni creemos que llegue a existir, un compromiso de partido. Y s¨ª puede haber desde ella una aportaci¨®n interesante al debate sobre cu¨¢l y c¨®mo haya de ser el sistema de partidos m¨¢s-conveniente para el impulso de la democratizaci¨®n de la sociedad y del Eslado.
Siempre las elecciones mueven muchas susceptibilidades. Se tiende a calificar muchas cosas de maniobras electoralistas. Y esta sombra impide a veces analizar la fisonom¨ªa real de algunos fen¨®menos pol¨ªticos y sociales; y contribuye incluso a presentar como torcidos intereses e ideas leg¨ªtimamente defendibles. El dilema no puede ser s¨®lo si se van a celebrar elecciones o no, sino c¨®mo y qui¨¦n va a gobernar. Esta cuesti¨®n tambi¨¦n, es l¨®gico, interesa a los miembros de la Fundaci¨®n, y desde ella se puede hacer no poco para configurar una opini¨®n p¨²blica favorable a una u otras alternativas. ?Por qu¨¦ ello ha de estar reservado a los partidos?
Es ya una desgracia que la Fundaci¨®n se haya presentado p¨²blicamente a la defensiva ante los partidos instalados en el actual sistema, como si tuviera que pagar el tributo de la mala conciencia que ¨¦stos pueden hacerle.
Es lamentable que haya que ocupar m¨¢s tiempo en deshacer malentendidos que en desactivar la bomba del golpismo.
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