La vida en Espa?a durante la Rep¨²blica / 1
Voy a hablar de la vida intelectual y universitaria durante los a?os de la Rep¨²blica como testigo presencial, aunque en mi primera juventud: cuando se proclam¨® la Rep¨²blica en Espa?a, el 14 de abril de 1931, yo no hab¨ªa cumplido los diecisiete a?os y estaba todav¨ªa estudiando el bachillerato en el Instituto del Cardenal Cisneros; en octubre de ese mismo a?o ?empec¨¦ a estudiar en la Universidad de Madrid, y me licenci¨¦ en Filosofia en junio de 1936, un mes antes del comienzo de la guerra civil. Mis a?os universitarios coinciden exactamente con los de la Rep¨²blica.Hice la experiencia plena y muy a fondo de la universidad; a pesar de mi juventud, estaba bastante activo: fui colaborador de una revista que hac¨ªamos los estudiantes (Cuadernos de la Facultad de Filosof¨ªa y Letras), donde apareci¨® mi ensayo San Anselmo y el insensato; colabor¨¦ bastante en Cruz y Raya, y llegu¨¦ a tiempo de publicar una sola colaboraci¨®n en la Revista de Occidente, poco antes de comenzar la guerra. Conoc¨ª a un n¨²mero sorprendentemente alto de intelectuales, escritores y artistas de aquellos a?os (casi todos los importantes, con unas pocas excepciones: Mir¨®, que muri¨® en 1930; Antonio Machado, Maeztu...); particip¨¦ en el crucero universitario que en 1933 organiz¨® la facultad de Filosof¨ªa y Letras, dirigida por D. Manuel Garc¨ªa Morente, con la Escuela de Arquitectura; asist¨ª al curso de 1934 de la Universidad Internacional de Santander; El Sol public¨® en 1933 mis primeras p¨¢ginas impresas: el pr¨®logo al diario del crucero, que hab¨ªa de aparecer al a?o siguiente editado por Espasa Calpe. En 1934 se public¨® por la Revista de Occidente mi primera traducci¨®n, con un pr¨®logo: Discurso sobre el esp¨ªritu positivo, de Auguste Comte; al a?o siguiente, la Revista de Pedagog¨ªa, que dirig¨ªa Lorenzo Luzuriaga, public¨® mi primera traducci¨®n del alem¨¢n: Introducci¨®n a la filosof¨ªa, de Rudolf Lehmann. Por esto puedo dar una impresi¨®n vivaz y de primera mano, no libresca, de lo que fue el ambiente intelectual, especialmente universitario, hace medio siglo.
La Rep¨²blica tuvo una duraci¨®n brev¨ªsima: cinco a?os (los de la guerra fueron simplemente u?a larga agon¨ªa). Si pensamos en nuestra vida posterior, en tantos per¨ªodos de cinco a?os que podemos distinguir en ella, nos parece insignificante. El actual r¨¦gimen tiene ya cinco a?os, y nos parece que acaba de empezar. La Rep¨²blica fue un brev¨ªsimo episodio que tuvo un final lamentable.
Y, sin embargo, sigue irradiando al cabo de medio siglo. Despierta emoci¨®n, conmociones, simpat¨ªas, antipat¨ªas, entusiasmo, odio; nos estamos ocupando de ella, ahora estamos celebrando un curso para estudiarla. ?Por qu¨¦? ?Por qu¨¦ esa irradiaci¨®n de algo tan ef¨ªmero, que no tuvo un desarrollo demasiado brillante y acab¨® tan mal?
Advenimiento de la esperanza
Creo que esto se explica porque la Rep¨²blica signific¨® en su advenimiento sobre todo una cosa: esperanza. La Monarqu¨ªa cay¨® en 1931 arrastrada por la dictadura de Primo de Rivera y todav¨ªa m¨¢s por los intentos de componenda posteriores. Por incapacidad de enfrentarse de verdad con la situaci¨®n de Espa?a, por pretender salir del paso de cualquier manera, de mala manera, lo cual engendr¨® una actitud de repugnancia generalizada. Hab¨ªa un descr¨¦dito del Estado y de los intentos pol¨ªticos, apresurados y torpes, de arreglarlo. Por comparaci¨®n, la figura del general Primo de Rivera resultaba digna, estimable, y esa actitud negativa fue a mi juicio la causa capital del derrumbamiento de la Monarqu¨ªa, de la p¨¦rdida de apoyo social que el propio Alfonso XIII reconoci¨® certera y noblemente.
La Rep¨²blica, en cambio, signific¨® una oleada de entusiasmo. Naci¨® rodeada de entusiasmo; tanto, que se contagi¨® incluso a muchos de sus adversarios, que a pesar de todo, y, aunque lamentaban por una raz¨®n u otra la ca¨ªda de la Monarqu¨ªa, participaban en forma extra?a de ese entusiasmo envolvente, vigente (fen¨®meno que merecer¨ªa analizarse).
Pero la Rep¨²blica tuvo mala suerte en muchos sentidos, Uno de ellos fue que su advenimiento coincidi¨® con la gran crisis econ¨®mica que sigui¨® a la depresi¨®n de 1929; mientras a la dictadura le hab¨ªan tocado en suerte las vacas gordas de la prosperidad, la Rep¨²blica lleg¨® cuando la depresi¨®n se hac¨ªa sentir fuertemente en Europa. Ahora acaba de ocurrir algo parecido: despu¨¦s de la asombrosa prosperidad europea de los ¨²ltimos decenios, la Monarqu¨ªa ha venido inmediatamente despu¨¦s de la monstruosa elevaci¨®n de los precios del petr¨®leo, que est¨¢ asfixiando literalmente a medio mundo; por tanto, en plena crisis econ¨®mica occidental.
Nacimiento con hipotecas
Esto quiere decir que la Rep¨²blica, que por supuesto cometi¨® errores econ¨®micos considerables, ten¨ªa una situaci¨®n muy dif¨ªcil; era muy improbable hacerlo bien, aun con capacidad y la mejor voluntad. Y ten¨ªa otros inconvenientes: naci¨® con varias hipotecas, la principal y m¨¢s peligrosa, el pacto de San Sebasti¨¢n. Y hubo, por desgracia, un predominio considerable del negativismo, m¨¢s voluntad de irritar que de construir.
Por la situaci¨®n electoral y la debilidad de los partidos, la Rep¨²blica se vio obligada a gobiernos de coalici¨®n, que tienen demasiados problemas y, salvo casos extremos de ruina del Estado o amenaza grav¨ªsima, son muy arriesgados, porque se convierten en un reparto de influencias, de poder parcial, y los partidos se oponen y perturban mutuamente; adem¨¢s, nadie tiene ¨²ltimamente la responsabilidad de la pol¨ªtica, y es problem¨¢tico que haya equipos v¨¢lidos de recambio, que la democracia requiere.
Sobre todo, se produjo una r¨¢pida politizaci¨®n. Entiendo por politizaci¨®n (o, si se prefiere, politicismo) no ya el inter¨¦s por la pol¨ªtica, que es necesario y aconsejable, sino. el que la pol¨ªtica se ponga en primer plano y no se piense en otra cosa, y se juzgue de hombres, instituciones e ideas por su filiaci¨®n pol¨ªtica antes que por cualquier otra consideraci¨®n. Esto ocurri¨® muy pronto. No se olvide que la pol¨ªtica espa?ola, durante los breves a?os de la Rep¨²blica, estuvo dividida en dos bienios (un poco largos) y, contra la imagen que tienen los j¨®venes de la Rep¨²blica como algo relativamente unitario y definido por la adhesi¨®n de los republicanos, la situaci¨®n fue estrictamente la contraria. Cada bienio fue execrado por muy cerca de la mitad de la poblaci¨®n, que o sideraba la pol¨ªtica imperante, no como algo menos bueno que lo deseable, sino como el mal, simplemente. El bienio rojo y el bienio negro eran llamados as¨ª y execrados, no ya por los adversarios frontales de la Rep¨²blica, sino por gran parte de los que se llamaban republicanos.
Escisi¨®n y discordia
Esto llev¨® a una polarizaci¨®n, a una escisi¨®n que cond¨²jo a la discordia; no al desacuerdo, sino a la actitud de no querer convivir con los dem¨¢s. En todas las sociedades, hasta las m¨¢s coneordes, existen grupos de personas que promueven la discordia, pero suelen ser fracciones m¨ªnimas que est¨¢n en los extremos del espectro pol¨ªtico, que no quieren convivir, y en las sociedades sanas esos grupos quedan relegados a los suburbios de la vida pol¨ªtica, y resultan inoperantes. Es lo que se llama en ingl¨¦s the lunatic fringe (el fleco demencial); mientras se trata de un fleco, por muy demencial que sea, no pasa nada; lo malo es cuapdo ?asociedad se deja arrastrar por sus dos flecos y se divide y escinde.
Esto es lo que ocurri¨® progresivamente, en varias fases, a lo largo del brev¨ªsimo tiempo de la Rep¨²blica. Y no olvidemos la hostilidad cerril de los que fueron sus enemigos desde el primer d¨ªa, lo hiciera bien o lo hiciera mal, aquellos cuyo lema era ?Cuanto peor, mejor?; los irreconciliables, en suma.
Hace poco enunci¨¦ un principio que ha regido en mi vida -en mi vida personal, porque pol¨ªtica no la he tenido nunca- y que se puede aplicar a la pol¨ªtica, incluso a la internacional; y es no intentar contentar a los que no se van a contentar, porque son penas de amor perdidas. Hay que intentar contentar a los que, en principio al menos, se pueden contentar; ?para qu¨¦ intentarlo con los que en ning¨²n caso van a darse por contentos?
No era mi prop¨®sito hablar aqu¨ª de pol¨ªtica, pero como se trata de un periodo definido por un acontecimiento pol¨ªtico, era absolutamente inevitable detenerse un momento en lo que fue la Rep¨²blica como un episodio pol¨ªtico que dur¨® un lustro. Pero de lo que voy a hablar es de la vida intelectual y universitaria. ?Cu¨¢les fueron sus caracteres?
Babelia
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