Pedro Sainz Rodr¨ªguez: la tortuga y el ¨¢guila
Como una tortuga carrozada con bat¨ªn de seda avanza Pedro Sainz Rodr¨ªguez arrastrando las zapatillas por el pasillo, por los salones atiborrados de libros. Huele la casa con estos calores de julio a cuero caliente, a ese pur¨ªsimo y cerrado dulzor que emana de 25.000 mamotretos encuadernados. Aparte del propietario, en la casa hay tortugas de todas clases y tama?os, en cualquier parte, bajo las mesas, en las vitrinas, en las repisas. Tambi¨¦n en la piedra ¨¢gata del anillo casi episcopal que lleva Pedro Sainz est¨¢ grabada una tortuga sobre cuyo caparaz¨®n un ¨¢guila despliega las alas. Es el s¨ªmbolo de su ex libris. Es igualmente la sensaci¨®n que despide este anciano ancho, de cabeza blanca y densa. Se trata de una contradicci¨®n entre la visualidad de su carne y el vuelo afilado de su mente, una morbidez epic¨²rea con picotazos de ave rapaz. Es uno de los primeros especialistas del mundo en literatura m¨ªstica y, sin embargo, lo ves comer con la servilleta anudada en el pescuezo macizo, los mofletes rebosantes y las comisuras empastadas con salsas selectas y se te sublevan los jugos g¨¢stricos.-Un profesor de la Universidad de Berkeley, amigo m¨ªo, dec¨ªa que yo hab¨ªa llegado a la m¨ªstica sin pasar por la asc¨¦tica. La gente confunde las cosas. Suponga usted a un naturalista que se dedica al estudio de las mariposas. Nadie le pregunta: ?usted vuela? O a un especialista en elefantes: ?usted tiene trompa? En cambio a m¨ª todo el mundo me pregunta si soy un m¨ªstico. Yo me limito a cumplir el catecismo que estudi¨¦ a los once a?os.
El profesor Pedro Sairiz vive en el Parque de las Avenidas, en un edificio de ladrillo visto que se ha levantado sobre una huerta propiedad de su padre, donde la familia criaba cerdos, gallinas y lechugas. Ahora este viejo solter¨®n humanista, lastrado con cien kilos de carne mortal, se mueve lentamente como un roedor de papel bajo el c¨²mulo de los 25.000 vol¨²menes de su biblioteca Y un alud de fichas, recortes, carpetas y archivos que un vendaval ha arrastrado hasta llenar tambi¨¦n las terrazas.
-Es lo mismo que cuando me preguntan por qu¨¦ no me he casado. Yo siempre contesto: por lo mismo que no me he hecho cura. porque no he tenido vocaci¨®n. Antes que ser un mal casado he preferido ser un solter¨®n y eso me ha permitido hacer siempre lo que me ha dado la una. He tenido unos flirts con algunas se?oritas, lo cual me ha corroborado m¨¢s en mi idea. Es una lata tener que llevar a la mujer al teatro. Los ni?os. la casa, todo eso obliga a cualquier padre a cometer cerdadas m¨¢s o menos gordas para sacar la familia adelante. Por ejemplo, si yo me hubiera casado no hubiera podido mandar a paseo al general Franco.
Es, sin duda, el modelo perfecto del gordo listo, del gordo incansable y sutil, que desde su juventud, movi¨¦ndose en la sombra, ha estado presente detr¨¢s de la cortina en todos los fregados: en el cuarto de ba?o con la querida del nuncio apost¨®lico Tedeschini, para arrancarle unas cartas comprometidas; en la conspiraci¨®n del 10 de agosto de 1932 contra la Rep¨²blica, cuando prepar¨® la entrevista de Franco con Sanjurjo en el restaurante de Camorra, en la cuesta de las Perdices, despu¨¦s de burlar a cuatro polic¨ªas; en los preparativos del Dieciocho de Julio, en las maniobras de la Monarqu¨ªa durante cuarenta a?os para recuperar el trono. Unas veces hibernado largo tiempo, otras sacando la cabeza pesada del caparaz¨®n, Pedro Sainz es el personaje vivo que m¨¢s ha influido en la pol¨ªtica espa?ola de este siglo.
-Mire usted, los que dicen que Franco se raj¨® en la sanjurjada mienten. Yo estaba presente en la entrevista, y Franco, en Camorra, le dijo a Sanjurjo: ?Yo no le doy palabra de sumarme a su alzamiento, no se lo prometo; har¨¦ lo que sea, seg¨²n las circunstancias; lo que le aseguro es que si el Gobierno decide mandar fuerza para dominar ese movimiento, yo no Ir¨¦ y, adem¨¢s, procurar¨¦ que no vaya nadie?. Franco era muy cauto. No se met¨ªa en conspiraciones porque tem¨ªa perder su carrera. Y cuatro a?os despu¨¦s le cost¨® much¨ªsimo unirse al alzamiento del 18 de julio. Exigi¨® que le pusieran 40.000 duros en Italia y, aun as¨ª, la contrase?a para sumarse a Mola fue un telegrama en el que se declaraba fiel a la Rep¨²blica, por si las moscas.
Franco, aspirante a la mano de do?a Carmen
Pedro Sainz sac¨® el n¨²mero uno en la oposici¨®n a c¨¢tedra de Literatura en la Universidad de Oviedo. Ten¨ªa veintid¨®s a?os y ya entonces era un gordo ir¨®nico y comod¨®n En ese ejercicio en que encierran al opositor en un cuarto con libros y comida todo un d¨ªa para que prepare una lecci¨®n, a ¨¦l le toc¨® e tema de la m¨ªstica. Invirti¨® s¨®lo un par de horas. Luego vio que hab¨ªa all¨ª un sof¨¢ a mano y se durmi¨® como un verdadero anacoreta, hasta que los bedeles abrieron la puerta, a las siete de la tarde y lo encontraron roncando. El tribunal se mosque¨® un poco, pero ese fue el arranque de una vida dedicada a la investigaci¨®n de la espiritualidad religiosa y a los placeres de gourmet, a la cr¨ªtica literaria y a los lances conspiratorios, a la pol¨¦mica de la cultura y a las zancadillas de antesala.
-En Oviedo conoc¨ª al general Franco Nos present¨® el marqu¨¦s de la Rodriga, un se?or muy simp¨¢tico que daba de cenar los s¨¢bados a gente importante. Yo era catedr¨¢tico y Franco era aspirante a la mano de do?a Carmen, llegaba los s¨¢bados a hacerle el amor y do?a Carmen le daba calabazas. Su padre se opon¨ªa a la boda porque consideraba que Franco ten¨ªa una profesi¨®n muy peligrosa. Entonces se dec¨ªa en Oviedo que ser legionario era como ser torero. Estoy harto de andar con Franco por aquel paseo que llaman de la Escandalera, despu¨¦s de cenar, hasta las tres de la ma?ana, consol¨¢ndole. Yo te dec¨ªa: ?Nada, Paco, t¨² insiste, ya ver¨¢s como al final la consigues?. Como as¨ª fue. El me contaba detalles de la guerra de Africa. Era un hombre muy cauto, ya digo. Nunca tuvo pudor a la hora de preservar su vida. Ni presum¨ªa de esa cosa tan espa?ola de no querer escolta, no, no, Franco dec¨ªa: ?A m¨ª que me pongan toda la polic¨ªa que haga falta?. Ni era como aquellos oficiales rom¨¢nticos reci¨¦n salidos de la academia con la idea de que el deber consiste en dar el pecho fuera de la trinchera para ejemplo de los soldados. exponi¨¦ndose a los balazos, cosa que a los moros tambi¨¦n les parec¨ªa absurdo. Cuando los moros ve¨ªan a esos oficiales a tiro encima de una bre?a, dec¨ªan en su media lengua: ?no saben manera?. Bueno, pues Franco en todo lo contrario. Hab¨ªa asimilado la mentalidad mora y sab¨ªa manera, no se expon¨ªa in¨²tilmente nunca. Recuerdo que algunas veces iba con ¨¦l en autom¨®vil y yo miraba por una ventanilla y ve¨ªa la cola de un caballo, miraba por otra ventanilla y ve¨ªa la cola de otro caballo. Un d¨ªa le dije: ?Mi general, el panorama que tiene usted en este coche no es muy divertido?; ?S¨ª, s¨ª, me contest¨®, pero f¨ªjese bien, no hay forma humana de meter el brazo y pegarme un tiro, ji, ji, ji, ji?. Por ejemplo, cuando se mat¨® Mola y en el lugar del accidente se levant¨® un obelisco, en el Consejo de Ministros le dijimos a Franco, que deb¨ªa ir a inaugurarlo. Se neg¨® en redondo: ?No. no, aquello es un valle muy peligroso y puede llegar un avi¨®n rojo y soltarme una bomba?. En Pedrola, donde nos reun¨ªamos los ministros durante la guerra ten¨ªa un refugio de cemento armado con una puerta como de caja de caudales en un caser¨®n cuyo due?o era un arist¨®crata, un tal Luna, padre de esa chica que fue el amor de Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera. Este se?or ten¨ªa un p¨¢rpado ca¨ªdo y en la pe?a le llamaban S¨®plame Este Ojo, porque parec¨ªa que se le hab¨ªa metido una mota y el pobre se pas¨® algunos a?os muy cabreado porque no hab¨ªa modo de destruir aquella casamata. Franco no ten¨ªa ning¨²n pudor para eso. Al contrario que sus compa?eros en Marruecos, nunca com¨ªa antes de ir al frente. S¨®lo tomaba un vaso de leche. En aquel tiempo, un tiro en el vientre era pr¨¢cticamente mortal, sobre todo si el vientre estaba lleno de comida. No es como ahora.
Ahora hace cuarenta y cinco a?os, un d¨ªa como ayer, 17 de julio de 1936, Pedro Sainz Rodr¨ªguez, diputado por el Bloque Nacional, sab¨ªa perfectamente que todo estaba prepar ado para el golpe de Estado. Aquella tarde se encoritraba en una finca de las cercan¨ªas de Burgos balance¨¢ndose en una mecedora con la mirada puesta en el cielo de Portugal, entre dos carrascos por donde a la hora se?alada deber¨ªa aparecer la avioneta de Sanjurjo, con cuyo aterrizaje. casi a sus pies, dar¨ªa comienzo el gran baile. Pero en vez de llegar la avioneta por el horizonte lleg¨® andando un mensajero por detr¨¢s. Dio con los nudillos en la espalda de Pedro Sainz y le comunic¨® que el general hab¨ªa capotado. El aparato no hab¨ªa podido levantar los dos ba¨²les llenos de medallas.
"He sido siempre enemigo de las dictaduras militares"
-Hab¨ªa otro plan muy distinto de lo que pas¨®, que fue el motivo por el que yo estuve en el Alzamiento. Yo he sido siempre enemigao de las dictaduras militares. Mi poca vida pol¨ªtica fue contra Primo de Rivera y despu¨¦s me fui a la emigraci¨®n en 1942 para demostrar que no estaba con la dictadura de Franco. He sido un emigrado pudiendo estar en Espa?a con todos los enchufes. Lo que hizo distanciarme del Alzamiento fue la represi¨®n. Me pareci¨® una monstruosidad ver a Franco firmando sentencias de muerte
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mientras tomaba chocolate con churros con una tranquilidad pasmosa. Yo era partidario del olvido, del perd¨®n, lo que propugnaba la Monarqu¨ªa. Y aquello era abrir una zanja entre los espa?oles. Y encima, Franco cada Dieciocho de Julio refregaba la victoria en las narices de los que hab¨ªan perdido. A m¨ª las conmemoraciones del Dieciocho de Julio me parec¨ªan una barbaridad pol¨ªtica. Por eso me fui de Espa?a. No tuve una ruptura personal con Franco, me limit¨¦ a hacer actos contrarios a los de Franco. El ten¨ªa de m¨ª la idea de que yo era un hombre muy inteligente y muy peligroso. Franco llamaba peligroso al que no le obedec¨ªa.
A Pedro Sainz se le ve con la mano abierta sobre la botarga en aquella fotograf¨ªa de un Gobierno sepia constituido el 30 de enero de 1938, donde Franco aparece con cara de pardillo bajo una l¨¢mpara de tela presidiendo una mesa de consejo cubierta con mantel de Comedor burgu¨¦s en una alcoba cutre de clase media.
-Yo entr¨¦ en el primer Gobierno de Franco representando una fuerza pol¨ªtica, que hab¨ªa aceptado el Alzamiento con la condici¨®n de cesar el mismo d¨ªa en que terminara la guerra. Como as¨ª fue. Pero aquel Gobierno no fue nombrado a dedo ni era del todo sumiso. A veces Franco se sacaba un rollito de papel del bolsillo superior de la guerrera y le¨ªa alg¨²n decreto que le hab¨ªan preparado los jur¨ªdicos militares, como aquel de la masoner¨ªa con efectos retroactivos. Y el consejo lo discut¨ªa, no crea usted. Y en alguna ocasi¨®n se lo tumbamos. La gente est¨¢ equivocada. Franco no era un hombre de ambici¨®n pol¨ªtica. Era un militar. Cuando estaba cerca el Alzamiento, yo le dije un d¨ªa a Sanjurjo. en Portugal: ?Mire usted, don Jos¨¦, ahora todos le aceptan porque la conspiraci¨®n es un peligro y si se descubre y le cogen lo pueden fusilar, por eso no hay problema de que le discutan a usted el puesto de fusilable. Lo que puede ocurrir es que cuando est¨¦ ya en el poder, mientras se organizan las cosas, todos esos se?ores le pidan el oro y el moro. Creo que deber¨ªa hacer una cosa prudente y es preguntar a sus colegas de Alzamiento, qu¨¦ es lo que desear¨ªan ser cuando triunfe el golpe?. Entonces Sanjurjo hizo la consulta y Franco contest¨®. Pidi¨® ser Alto Comisario de Espa?a en Marruecos, que es lo que le gustaba.
De su corto per¨ªodo de ministro-Pedro Sainz s¨®lo echa de menos los mullidos reclinatorios que le pon¨ªan cuando iba a misa, algunas veces, al lado de Franco.
-El llevaba un misal tremendo, gord¨ªsimo; yo estaba a su derecha o a su izquierda y ve¨ªa que en todo el tiempo no cambiaba la hoja. Se pasaba el rato mirando por el rabillo del ojo qui¨¦n entraba y qui¨¦n sal¨ªa. No s¨¦ si Franco ley¨® alg¨²n libro jam¨¢s, creo que no; de lo que estoy seguro es de que, al menos, el misal no lo le¨ªa. Franco no ten¨ªa cultura pol¨ªtica. Cog¨ªa de su alrededor ideas de Acci¨®n Espa?ola, del Tradicionalismo y de esa parte reaccionaria que explica toda la historia con la cosa judeo mas¨®nica. Esas ideas simples le entraban en la cabeza y las convert¨ªa en dogmas. Y llegado el momento no dec¨ªa: ?Este es mas¨®n?, sino que dec¨ªa: ?Este est¨¢ contra m¨ª, luego debe de ser mas¨®n?. Ese era su razonamiento. ?Pedro Sainz se me ha puesto enfrente, luego es un mas¨®n?.
Hundido en el fondo del sof¨¢, Pedro Sainz pelea contra su propio peso, se revuelve en su propia masa para incorporarse. Al tercer intento lo consigue, sin necesidad de llamar a la gr¨²a.
-Nunca cre¨ª que llegar¨ªa a vivir tantos a?os. Como la gente dice que los gordos no se alargan mucho, yo calcul¨¦ que palmar¨ªa a los sesenta, pero ya ve, a pesar de que siempre he llevado una vida antihigi¨¦nica y no he jugado al golf, ya tengo m¨¢s de ochenta.
En la mesa de centro hay una bandeja con el aperitivo, un vino de Madeira, canap¨¦s de queso, servilletas de encaje, ceniceros de plata; sobre la cabeza carnosa de Pedro Sainz hay un mundo sobrecargado, todo bru?ido, con el plumero reci¨¦n pasado; un ¨®leo de Alfonso XIII con bigotillo de mosquetero, sobre la chimenea; retratos de don Juan de Borb¨®n en cada alcoba; largas barricadas de libros, muebles antiguos, cachivaches, pipas en las paredes, vitrinas rebosando miniaturas, mil gui?os de oro desde los tomos encuadernados; por este mundo barroco, abriendo salones corridos, camina lentamente Pedro Sairiz, ancho como un cardenal con bat¨ªn de seda, despacio como la tortuga de su ex libris.
Disgustado, con Alberti porque atac¨® al duque de Alba
-Cuando regres¨¦ de la emigraci¨®n, en 1969, me choc¨® la enorme cantidad de nuevos escritores que hab¨ªa aqu¨ª. No s¨¦ si sabe usted que yo, por los, a?os treinta, dirig¨ª la CIAP, una editora que implant¨® por primera vez el sistema de abrir una cuenta de cr¨¦dito a los escritores. En aquel tiempo, si se quer¨ªa ayudar indirectamente a un escritor, se le daba un cargo, aunque fuera ficticio; por ejemplo, Manuel Bueno fue nombrado nodriza de la inclusa y as¨ª afanaba un dinero extra. En mi editorial, el escritor cobraba s¨®lo por escribir, con la modalidad de unas cantidades entregadas a cuenta. All¨ª conoc¨ª a Alberti y le publiqu¨¦ su libro Sobre los ¨¢ngel¨¦s; eleg¨ª los tipos, el papel, la composici¨®n. Entonces, a Alberti, yo le llamaba Villasandino, porque era muy pedig¨¹e?o, siempre estaba pidiendo anticipos. Y yo me acordaba del poeta del cancionero de Baena: ?Se?ores, para el camino, dad al de Villasandino?. Cuando ve¨ªa entrar a Alberti por la puerta ya sab¨ªa que ven¨ªa a pedir. Ya est¨¢ aqu¨ª Villasandino. El otro d¨ªa me cruc¨¦ con ¨¦l en la escalera de un cine, y de lejos, nos saludamos con la mano. Yo estoy a mal con Alberti desde que lanz¨® una diatriba furibunda contra el duque de Alba, no el actual, sino el aut¨¦ntico, el padre de Cayetana, que era todo un caballero.
Franco, la monarqu¨ªa, la m¨ªstica y los placeres de la vida son los cuatro lados de la pecera placentaria donde el subconsciente de Pedro Sainz se mueve como una carpa. Un mundo de recuerdos sumergidos, aunque este anciano vive todav¨ªa con una tijera en la mano, todo el d¨ªa recortando peri¨®dicos, con un l¨¢piz rojo siempre cerca, para subrayar lo que lee, quiero decir que est¨¢ bien informado de lo que pasa fuera de la ventana, m¨¢s all¨¢ de esta monta?a de libros, papeles, carpetas, fichas, archivos.
-Aqu¨ª sucede que ha habido dos se?ores que pensaban lo mismo, el padre y el hijo. Don Juan hab¨ªa tomado una postura p¨²blica contra el r¨¦gimen de Franco desde el Manifiesto de Lausana y no pod¨ªa variarla sin menoscabo de su autoridad, y en cambio, don Juanito, cuando vino a Espa?a, no dijo nada, de modo que pod¨ªa in pectore jurar las leyes de Franco sabiendo que esas leyes eran reformables dentro de la propia legalidad. Si el d¨ªa de la jura dice: ?S¨ª, las juro y las reformar¨¦?, se hubiera armado la gorda y no le hubieran elegido. Se call¨®, pero lo pens¨®. Despu¨¦s lo hizo. Don Juan fue el precursor de la pol¨ªtica de su hijo y le ayud¨® mucho, porque la oposici¨®n se meti¨® en lo alto del tobog¨¢n con don Juan y cay¨® en brazos de don Juanito... Perdone, sin querer me sale lo de don Juanito, pero es que le quiero mucho, le conozco desde que naci¨® y hejugado con ¨¦l al ping-pong. Ahora, siempre que me ve, don Juan Carlos me da unos abrazos tremendos.
Se los puede dar con toda la raz¨®n del mundo, porque este hombre de ochenta a?os inundado de libros, al que le sale santa Teresa por una oreja, san Juan de la Cruz por una pernera, Fray Luis de Granada por el forro de la babucha y el general Franco por la pretina del pantal¨®n, ha sido el personaje en la sombra que m¨¢s ha hecho por esta Monarqu¨ªa liberal, dando consejos por detr¨¢s de una cortina de Estoril. Pedro S¨¢inz, ahora, acaricia voluptuosamente una edici¨®n de la Constituci¨®n de 1812 tirada en obleas, despu¨¦s hojea un raro ejemplar de gastronom¨ªa y se le hace la boca agua, luego te ense?a un libro de m¨ªstica donde un an¨®nimo canta al amor puro, finalmente soba libidinosamente los pechos de porcelana de un bibelot. Los est¨¢ sobando desde que era ni?o.
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