Atentados contra la historia
No se me va de la cabeza la imagen, publicada no hace mucho por los peri¨®dicos, de un transformador el¨¦ctrico destrozado por una explosi¨®n terrorista. La fotograf¨ªa, en blanco y negro, de aquella pesadilla de cables y metales desgarradoramente entretejidos. Detr¨¢s, un tendido el¨¦ctrico desarbolado, con sus hilos fl¨¢cidos y desganadamente in¨²tiles.Mi impresi¨®n no fue s¨®lo fruto de una descarga est¨¦tica: aquella fotograf¨ªa era al mismo tiempo una pol¨¦mica sociol¨®gica, pues de entrada propinaba una bofetada m¨¢s a la sufrida mejilla de Lenin. Este hab¨ªa aplicado una curiosa f¨®rmula -en el inicio de los tiempos de la ?nueva pol¨ªtica econ¨®mica- para referirse al sistema social que los bolcheviques pretend¨ªan instaurar en la Uni¨®n Sovi¨¦tica. ?El comunismo?, dec¨ªa VIadimir llich, ?es igual al poder de los soviets m¨¢s la electrificaci¨®n ?. Mediante ecuaci¨®n tan sencilla, el primer secretario general del Partido Comunista de la URSS de baja constancia de que el proyecto hist¨®rico comunista deb¨ªa ser entendido como una utop¨ªa del progreso, considerando los avances tecnol¨®gicos no s¨®lo como un modo de manifestaci¨®n de la idea de progreso en general, sino como parte integrante de aqu¨¦lla.
La electricidad es una forma de energ¨ªa singularmente ligada a la consolidaci¨®n en Occidente de un proletariado con conciencia de clase y con una energ¨ªa que iba a potenciar hist¨®ricamente los acontecimientos de nuestro siglo. Los obreros de la electricidad, en Chicago, sufrieron innumerables atentados por parte de los gangs del gas, que quer¨ªan verdaderamente frenar el progreso. La electricidad y su desarrollo -la construcci¨®n de presas y embalses, la epopeya de las centrales el¨¦ctricas- llena con p¨¢ginas grandiosas la historia de las dos grandes superpotencias actuales. Algunos recordar¨¢n la secuencia inicial del filme Doctor Zhivago, basado en la novela del premio Nobel Yun Pasternak. Innumerables obreros trabajando en la construcci¨®n de una central el¨¦ctrica (que curiosamente hab¨ªa sido filmada en el embalse de Aldead¨¢vila). Deb¨ªa ser 1936, la misma ¨¦poca por la que el cantante sindicalista y hobo de Oklahoma, Woody Guthrie, adaptaba el tradicional Jackhammer John, hablando de un sujeto que hab¨ªa trabajado en la construcci¨®n de carreteras, puentes, ?una o dos presas? y que tambi¨¦n estuvo working on the Bonneville / Hammered all the night. / A tryin' to bring people / some electric light (?trabajando en el Bonneville, / martilleando toda la noche. / Intentado llevar a la gente / un poco de luz el¨¦ctrica?). Pero la electricidad no era solamente luz: era tambi¨¦n voz, era la radio.
Y la radio signific¨® el advenimiento de una radical redistribuci¨®n de la cultura. La radio termin¨® con el monopolio del placer est¨¦tico, que siempre detentaron los sectores sociales privilegiados. Con la radio, cada hogar pod¨ªa ser un templo de la cultura: musical, teatral, literaria, hist¨®rica. El acceso a la informaci¨®n iniciaba el moderno desaf¨ªo a las conciencias, los primeros dise?os del mundo como aldea global, como c¨ªrculo azulado. La energ¨ªa de los electrones en movimiento era realmente democratizadora, repartidora. Transformaba creativamente la realidad, multiplicaba puestos de trabajo, instru¨ªa a las gentes. Abr¨ªa nuevas posibilidades a la investigaci¨®n cient¨ªfica, a la medicina, al ocio. Despu¨¦s de que el vapor hubiera abierto trocha con los resoplidos de las locomotoras, la electricidad daba luz y voz a los habitantes m¨¢s ignotos, a las geograf¨ªas m¨¢s perdidas.
El dictador Franco nada entendi¨® de poder de soviets, pues s¨®lo conceb¨ªa el poder como personal y vitalicio. En cambio, s¨ª parece haber dado importancia al concepto electrificaci¨®n en cuanto que actividad hacia el futuro. Los a?os cincuenta transcurrieron con la lentitud de una traves¨ªa por el desierto. S¨®lo de cuando en cuando, el caudillo inauguraba un pantano. Y creo que eso es lo ¨²nico que no puede reproch¨¢rsele en su pol¨ªtica econ¨®mica. Los pantanos, la electricidad, significaban aumento de la renta per c¨¢pita. El pa¨ªs se situaba entre las diez potencias mundiales m¨¢s industrializadas, y ello sin la ayuda que para otros pa¨ªses signific¨® el Plan Marshall. Tal ¨¦xito sin duda influy¨® en que el dictador pudiese perpetuar su poder durante casi cuarenta a?os, pero al mismo tiempo cavaba la fosa de su r¨¦gimen.
La electricidad de los pantanos contribuy¨® a la consolidaci¨®n de una clase obrera consciente y pujante. Posibilit¨® el gran crecimiento de una clase media ansiosa de homologarse en Europa. Influy¨® en el hecho de que s¨®lo un 4% de la poblaci¨®n votase en las primeras elecciones libres habidas en el pa¨ªs durante la Monarqu¨ªa democr¨¢tica a una opci¨®n de inquebrantable fidelidad al viejo dictador. La electricidad posibilit¨®, en resumen, el acceso de los cada vez m¨¢s a lo cada vez mejor.
Es por ello que los hierros retorcidos de un transformador de Iberduero me recuerdan las ruinas de un templo griego. M¨¢s concretamente del que destruyeron los turcos en la Acr¨®polis para construir un fort¨ªn desde el cual abrir fuego contra los venecianos. Cuando se asesina cobardemente se atenta contra la vida. Cuando se vuela un transformador el¨¦ctrico, ?contra qu¨¦ se atenta? Se atenta contra cualquier proyecto de futuro, contra el tiempo, contra la historia.
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