Santiago de Europa
No conozco ning¨²n intelectual espa?ol que haya puesto m¨¢s dram¨¢tico esfuerzo en luchar por establecer las bases espirituales de la convivencia que Am¨¦rico Castro. Dice uno de sus disc¨ªpulos, Juan Marichal: ?La motivaci¨®n inicial de la obra de Castro Espa?a en su historia es plantearse la cuesti¨®n de c¨®mo y por qu¨¦ lleg¨® a hacerse tan dura y tan ¨¢spera la convivencia entre espa?oles, cual es el motivo de haberse hecho end¨¦mica entre nosotros la necesidad de arrojar del pa¨ªs o de exterminar a quienes disent¨ªan de lo cre¨ªdo y querido por los poderosos. Espa?a padece una dolencia colectiva, sin remedio alguno, mientras no se reconozca su existencia?. Pero existi¨® otro espa?ol egregio, europe¨ªsta convencido de antiguo, con mucha anterioridad al Mercado Com¨²n, que siempre nos alent¨® en la europeicidad, que es Salvador de Madariaga. El autor de Ingleses, franceses y espa?oles se suma a esa legi¨®n de espa?oles famosos y universales cuyos nombres nos hielan el alma y nos dejan preocupados por haber tenido que vivir en el exilio. Esos nombres son la medida de nuestra tragedia y su incorporaci¨®n espiritual es la medida de nuestro futuro.El discurso de Madariaga, pronunciado hace a?os, al recibir en Aquisgr¨¢n el Premio Carlomagno, fue admirable por muchos motivos y ha sido objeto de muchos comentarios, pero su audacia nos dej¨® perplejos al afirmar, en una s¨ªntesis sorprendente, que el alma de Europa surge de dos r¨ªos del esp¨ªritu: S¨®crates y Jesucristo. S¨®crates ense?¨® a Europa el respeto a la libertad de pensamiento; Jesucristo, el respeto a la persona humana; y al indicar los motivos de la federaci¨®n de nacionalidades para constituir Europa se?ala que no basta unirse para no perecer, sino que es necesario que importe al mundo que Europa viva, que es preciso fundar nuestra fe en algo que trascienda los intereses comunes. Pues bien, esta justificaci¨®n de existencia que Madariaga insinu¨® no puede ser otra que la
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sensibilidad, ese est¨ªmulo de la vida que se concreta en el arte, en la cultura.
Sin duda, la sagacidad y agudeza de Madariaga en su brev¨ªsimo discurso fue admirable, y dej¨® esbozados todos los supuestos e interrogantes sobre Europa, y planteados todos sus acuciantes problemas. Pero se echan de menos en su alegato dos referencias, aunque sin duda una de ellas queda impl¨ªcita al mentar a S¨®crates. La primera es que no utiliz¨® ni una sola vez la palabra ciencia. Europa, dijo Ortega, representa la Ciencia, y a?ade: ?Que del intelecto se haga una instituci¨®n ha sido la voluntad espec¨ªfica de Europa frente a otras razas, tierras y tiempos. Recu¨¦rdense las maravillosas concreciones en que Hegel resume la historia universal, como el alquimista reduce las toneladas de carb¨®n en unos diamantes. ?Persia o la luz!, se entiende la religi¨®n m¨¢gica. ?Grecia ola gracia!, ?India o el sue?o!, ?Roma o el mando! ?.
?Europa es la inteligencia. ?Facultad maravillosa, s¨ª, maravillosa, porque es la ¨²nica que percibe su propia limitaci¨®n y de este modo,prueba hasta qu¨¦ punto la inteligencia es, en efecto, inteligente! Este potencia, que es a un tiempo freno de s¨ª misma, se realiza en la ciencia?.
La otra referencia para fundar Europa como una convivencia, Madariaga la conoc¨ªa bien, puesto que era gallego, hubiera sido recordar la influencia decisiva en la constituci¨®n de urresp¨ªritu, una mentalidad y un arte europeo, del camino de Santiago. Desde la alta Edad Media hasta el siglo XIV, el camino de Santiago es el ensayo m¨¢s logrado de mezclarse lenguas y razas distintas pac¨ªficamente y de sentirse copart¨ªcipes de una patria com¨²n: Europa, considerada como una hermandad, no como una dominaci¨®n.
La convivencia ha de ser consecuencia no s¨®lo de una actitud mental y de una fe, si no, adem¨¢s, de una sensibilidad. El camino de Santiago es el antecedente hist¨®rico de una patria com¨²n para los europeos, con lenguas o razas distintas y ese vivir en com¨²n, peregrinando a Santiago, a lo largo de m¨¢s de cuatro centurias, lo hizo posible la fe en la hermandad de los hombres, la aspiraci¨®n a una sublimidad, que tan bien representa la maravilla art¨ªstica del p¨®rtico de la Gloria y la tolerancia reflexiva de los gallegos, que representa la inteligencia, pero sobre todo una sensibilidad, un sentir la vida que refleja ese orgullo de Europa que es la creaci¨®n de la l¨ªrica galaico-portuguesa.
Los cancioneros de Ajuda, el de la Vaticana y el de Colocci-Branentti dan testimonio de esa sensibilidad que implica, un concepto de la vida. Ning¨²n amante m¨¢s dolorido y ?saudoso? que Macias en el siglo XIV, cuando se lamenta por la separaci¨®n de su amada: ?Cautivo da mi?a tristura / ja todos prenden espanto / e preguntan que ve ntura / foy, que me atormenta tanto?.
En los caminos de Santiago se hac¨ªan transacciones mercantiles, se intercambiaban ideas art¨ªsticas o filos¨®ficas, se disent¨ªa en opiniones, se hablaba lenguas distintas, pero se coincid¨ªa en el respeto a la persona humana, herencia del cristianismo en el respeto a la opini¨®n contraria, herencia del helenismo, y adem¨¢s se coincid¨ªa en una sensibilidad bumana que proviene de una vieja cultura que se remonta a la Edad del Bronce y, sin duda, a la ?Gallecia? de la ¨¦poca de Estrab¨®n con un contenido humano que elabora lo que Unamuno llam¨® el sentimiento tr¨¢gico de la vida, para condensarlo en ese indefinible sentimiento que es la ?saudade?, que se traduce, al querer expresarlo en una vaga melancol¨ªa: ?iE al¨ª nacen a baga da saudade! / con ampos de saudade ei de evadirme / pol-os l¨¢bres, con zume de cantigas?, dice Pura V¨¢zquez. Compostela es, pues, la tradici¨®n europea, el rom¨¢nico, su relaci¨®n con Cluny, los cancioneros, el barroco, y en el momento de constituirse Europa no puede olvidarse el antecedente m¨¢s ilustre, m¨¢s armonioso, m¨¢s actual, por haber sabido sostener desde hace ochocientos a?os ese esp¨ªritu que se invoca.
Santiago de Compostela, Santiago de Galicia, para el Dante, en la Divina comedia, Saint Jacques, que dispone de una larga calle, quiz¨¢ la m¨¢s larga de Par¨ªs, de donde part¨ªan las peregrinaciones a Santiago, que representa a toda Galicia, a la Galicia eterna, se destaca por su contribuci¨®n a forjar ese esp¨ªritu que determina un ansia com¨²n y una mentalidad.
Otros pueblos, otras razas y otros continentes podr¨¢n constituir otras personalidades con otra sensibilidad; la europea se debe en buena parte y la simboliza la ciudad que bien pudiera designarse: Santiago de Europa.
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