Beirut una ciudad partida en dos
S¨®lo el vuelo a baja altura y por la ma?ana de los -aviones israel¨ªes que pasaban sobre sus tejados superando la barrera del sonido, rompiendo ventanas y escaparates, recordaba, de cuando en cuando, a los 1.200.000 habitantes de la capital que abajo, en el Sur, las hostilidades no hab¨ªan cesado. "Han venido otra vez a desayunar", comentaban con iron¨ªa muchos ciudadanos que no se dejaban llevar por el p¨¢nico.Los barrios del Suroeste. la zona del aeropuerto o los alrededores del estadio, jalonados de bater¨ªas antia¨¦reas, eran los ¨²nicos rincones de la aglomeraci¨®n urbana que guardaban alg¨²n parecido con un pa¨ªs en guerra.
Beirut, durante el d¨ªa, presentaba y presenta su aspecto de siempre, con su animaci¨®n callejera, su circulaci¨®n ca¨®tica y permanentemente atascada a pesar de la escasez de gasolina, sus comercios repletos de mercanc¨ªas baratas de contrabando importadas a trav¨¦s del sector cristiano del este de la ciudad, sus boutiques de estilo parisiense, sus mujeres elegantes vestidas a tono con la ¨²ltima moda de Par¨ªs o de Roma.
Ciudad fantasma
Pero Beirut se vac¨ªa en cuanto llega la noche. A partir de las siete de la tarde, la capital se convierte en una ciudad fantasma y los raros transe¨²ntes que a¨²n se arriesgan a caminar por sus aceras aceleran el paso. La mayor¨ªa de los restaurantes permanecen cerrados de noche o, si optan por abrir, no suelen hacerlo m¨¢s all¨¢ de las nueve. La ¨²ltima sesi¨®n de los cines finaliza a esa hora y las fiestas de sociedad se acaban una hora m¨¢s tarde.
Porque si Beirut ignoraba la guerra palest¨ªno-israel¨ª, no por eso estaba al margen de la guerra civil libanesa, que desde el pasado mes de junio atraviesa una fase tranquila, pero que no por eso ha dejado de existir. Todas las noches sin excepci¨®n, a veces desde las seis de la tarde, una hora antes de que anochezca, milicias falangistas y Ej¨¦rcito regular liban¨¦s intercambian r¨¢fagas de ametralladora y disparos de mortero con la Fuerza Arabe de Disuasi¨®n (FAD), integrada por soldados sirios y la guerrilla izquierdista libanesa.
Desde hace seis a?os, Beirut es un poco como Berl¨ªn: una ciudad dividida en dos, pero sin un muro que la parta. Una siniestra tierra de nadie repleta de edificios derruidos, casas calcinadas, calles destrozadas y veh¨ªculos abandonados, de ocho kil¨®metros de largo y entre quinientos y mil metros de ancho, separa el sector musulm¨¢n del cristiano.
Bordeada a ambos lados por francotiradores, ametralladoras, morteros y ca?ones ligeros, esta tierra de nadie, antiguo centro del Beirut fastuoso de los a?os sesenta, mezcla de Par¨ªs y Las Vegas, se puede cruzar de d¨ªa en determinados puntos, como el puerto o la galer¨ªa Sanaan.
Otros, como el barrio de los Viejos Zocos o la plaza de los Ca?ones, cuya extraordinaria animaci¨®n mencionaban los prospectos tur¨ªsticos de hace tan s¨®lo diez a?os, est¨¢n ahora definitivamente cerrados, aunque ning¨²n obst¨¢culo material impida franquearlos. Pero los libaneses saben que adentrarse por esos te¨®ricos check points es harto peligroso.
Pocas garant¨ªas
De noche, ni siquiera los puntos m¨¢s seguros ofrecen garant¨ªas. Muchos habitantes del Este que han cruzado para resolver tr¨¢mites administrativos y que el anochecer sorprende en el sector enemigo prefieren no arriesgarse a volver y se ponen en busca de un hotel donde alojarse hasta la madrugada. Y hacen bien, porque a la ma?ana siguiente con peque?os titulares y en p¨¢ginas interiores, la Prensa dar¨¢ cuenta de los incidentes de la noche, con su cortejo de v¨ªctimas.
Al Este como al Oeste, la noche pertenece a las bandas o grupos armados, unos cuarenta, que incluyen desde la FAD y el Ej¨¦rcito regular liban¨¦s hasta las milicis privadas de los, partidos pol¨ªticos, pasando por las diversas organizaciones palestinas y milicias fomentadas y financliadas por diversos pa¨ªses ¨¢rabes o isl¨¢micos.
Las fricciones y rivalidades entre las bandas armadas generan d¨ªa y noche incidentes que pueden l¨ªrn¨ªtarse al mero insulto verbal. El prpmedio de los atentados en Beirut es de dos al d¨ªa, como el de los secuestros y desapariciones.
La gente a¨²n recuerda divertida la llamada guerra de las embajadas, que opuso el oto?o pasado a milicianos projomeinistas y proiraqu¨ªes en los alrededores de las representaciones diplom¨¢ticas de Ir¨¢n e Irak, ambas situadas, una enfrente de la otra, en el bulevar Ramet el Baida.
En total, m¨¢s de 100.000 hombres armados a sueldo act¨²an en L¨ªbano, sobre una poblaci¨®n total de 3.100.000 habitantes, de los cuales 2.400.000 son libaneses, y en un espacio de 10.000 kil¨®metros cuadrados, equivalente al de una provincia media espa?ola.
La mitad, aproximadamente unos 55.000, est¨¢n concentrados en Beirut y zonas colindantes, siendo los sirios los m¨¢s numerosos (11.000), seguidos por el Ej¨¦rcito liban¨¦s (unos 6.000 soldados) y los falangistas (unos 5.000 inificianos).
Civiles armados
La poblaci¨®n civil tambi¨¦n suele ir armada, pero con utensilios m¨¢s ligeros, aunque no resulte dif¨ªcil adquirir en el mercado negro un fusil de asalto sovi¨¦tico Kalaschnikov o de cualquier otra marca.
Los ¨²ltimos reci¨¦n llegados entre las bandas armadas que deambulan y montan controles por Beirut son los de la Marea Roja, con su vistoso uniforme naranja.
La poblaci¨®n de Beirut les teme y les huye, como ocurre tambi¨¦n, aunque en menor medida, con las FAD. Seis a?os de presencia militar siria -26.000 soldados en todo el pa¨ªs- han acabado-por exasperar a la poblaci¨®n civil libanesa, que desea intensamente su partida.
Procedente de un pa¨ªs mucho m¨¢s subdesarrollado, que ha suministrado tradicionalmente a L¨ªbano doncellas y barrenderos, analfabeto, algo acomplejado de cara al liban¨¦s, el soldado sirio tiende a comportarse bruscamente, cuando no recurre a la intimidaci¨®n y a la violencia. "Act¨²an como un ej¨¦rcito de ocupaci¨®n", es una frase constantemente pronunciada por los libaneses.
La hostilidad hacia los hombres de Damasco ha convertido en insulto la palabra sirio, y cuando un liban¨¦s narra, por ejemplo, a sus conciudadanos el robo de su autom¨®vil, ¨¦stos califican al autor de sirio, sin¨®nimo de bandido, aunque se trate de un nativo de Beirut.
Pero en estos ¨²ltimos d¨ªas no se roban tantos coches como gasolina. El doble bombardeo israel¨ª de la refiner¨ªa del oleoducto que la un¨ªa con los yacimientos petrol¨ªferos saud¨ªes ha originado una grave penuria de combustible, duplicado el precio de la gasolina e incitado a muchos libaneses a vaciar los dep¨®sitos de los coches estacionados en la calle.
De cara a los palestinos, el sentimiento del hombre de la calle parece m¨¢s matizado que el inspirado por los sirios, y aunque se les considera como una fuente de problemas, los libaneses musulmanes afirman comprenderles porque "carecen de patria".
Cristianos y musulmanes
En este Oeste americano del siglo XIX trasplantado a Oriente Pr¨®ximo que es Reirut conviven 1.200.000 personas, que a principios de los a?os setenta se repart¨ªan mitad y mitad entre cristianos y musulmanes. Pero, seg¨²n el Instituto de Ciencias Sociales de la universidad libanesa, en los ¨²ltimos diez a?os, los cristianos maronitas, grecoortodoxos y grecocat¨®licos han ido abandonando el Este para vivir m¨¢s al Norte, mientras los refugiados del Sur y la poblaci¨®n palestina ha afluido a Beirut, incrementando la densidad demogr¨¢fica del Oeste.
La poblaci¨®n del sector oriental oscilar¨¢ ahora entre 300.000 y 400.000 almas, mientras que la del sector occidental se situar¨¢ entre 800.000 y 900.000 personas, en su mayor¨ªa sunn¨ªes, chi¨ªes y drusos, aunque entre los palestinos abundan los cristianos.
De todas formas, la capital libanesa no es una ciudad con tradici¨®n de observancia religiosa, y en pleno Ramad¨¢n -per¨ªodo de ayuno isl¨¢mico durante el d¨ªa- las colas que se forman a la hora de comer en los quioscos de venta de hamburguesas de Hamra, principal calle comercial del sector comercial, no desmerecen con respecto a otras ¨¦pocas del a?o.
Los dos sectores, casi los dos estados dentro del Estado, tienden a organizarse aut¨®nomamente, poniendo en pie sus propias administraciones paralelas, y el Gobierno liban¨¦s asiste impotente a la desintegraci¨®n de un pa¨ªs frecuentemente llamado hace quince a?os la "peque?a Suiza de Oriente Pr¨®x¨ªmo,'.
La guerra civil larvada repercute tambi¨¦n negativamente en la econom¨ªa de la capital. Seg¨²n datos facil¨ªtados por la C¨¢mara de Comercio de Beirut, s¨®lo un 10% de los edificios no ha sido da?ado por los enfrentamientos armados, 146 f¨¢bricas o talleres han sido destruidos, 177 han tenido que cerrar, mientras los que permanecen abiertos producen un 50% menos que en los a?os anteriores al inicio de la guerra. S¨®lo en el sector industrial, las p¨¦rdidas causadas por el conflicto se elevan a la cifra de 250.000 millones de pesetas desde 1975.
Secreto bancario
La banca, aut¨¦ntico pulm¨®n de L¨ªbano, ha reducido su actividad en un 30% en los ¨²ltimos a?os, pero Beirut -donde existe un secreto bancario algo similar al suizo- sigue siendo la primera plaza comercial y financiera de Oriente Pr¨®ximo, y los intentos de Atenas, Amin¨¢n o Nicosia por sustituirla han sido vanos.
El puerto, el m¨¢s activo de todo el Mediterr¨¢neo hasta 1974, y de cuyas aguas emergen las chimeneas de varios barcos hundidos, ha perdido las tres cuartas partes de su tr¨¢fico, y sus estibadores y aduaneros han tenido que construir un muro de varios metros de alto para protegerse de los francotiradores. Situado en plena l¨ªnea de demarcaci¨®n entre los dos sectores, de la ciudad permanece cerrado al a?o una media de noventa d¨ªas.
Aun as¨ª, con sus gentes cosmopolitas y muchas veces triling¨¹es -¨¢rabe, franc¨¦s e ingl¨¦s-, con sus exiliados de todo el mundo ¨¢rabe, sus cuarenta peri¨®dicos diarios, algunos de ellos con tiradas rid¨ªculas, sus innombrables institutos de investigaci¨®n, sus editoriales, sus tres universidades, sus grandes librer¨ªas y, sobre todo, como dicen sus intelectuales, "esa peque?a dosis de libertad indispensable a la creaci¨®n", Be¨ªrut sigue siendo, a pesar de la guerra larvada y la censura impuesta por los sirios, la capital pol¨ªtica y cultural del mundo de Oriente Pr¨®ximo.
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