La coartada del d¨®lar
EXISTE YA la creencia bastante generalizada deque cada vez que el presidente.norteamericano abre la boca sube el d¨®lar. Y es que cada discurso p¨²blico de Ronald Reagan, desde que ocupa la Casa Blanca, no hace m¨¢s que remachar la l¨ªnea inflexible de su pol¨ªtica econ¨®mica antiinflacionista. Por ello, cada vez son m¨¢s los observadores que atribuyen la irresistible ascensi¨®n de la moneda norteamericana a Ia pura confianza que el p¨²blico tiene en que se va a mantener, contra viento y marea la pol¨ªtica anunciada por el presidente desde su campa?a electoral.Los hechos han demostrado hasta ahora el ¨¦xito de aquella pol¨ªtica, al menos en lo que se refiere a la reducci¨®n de la inflaci¨®n que, Reagan recogi¨® por encima del 11%. El primer trimestre de este a?o, y primero de su mandato, la inflaci¨®n baj¨® en Estados Unidos al 8%, y al 6% en el segundo trimestre.Durante la cumbre de Ottawa, en el pasado mesdejulio, los dirigentes pol¨ªticos europeas no consiguieron ablandar el coraz¨®n antiinflacionista de Reagan, quien mantuvo su actitud de devolver a los norteamericanos, ante todo, los niveles cl¨¢sicos de precios, en torno al 3%-4%. El ¨²nico resultado palpable de aquella cumbre -adem¨¢s de poner una vez m¨¢s de manim fiesto la profunda divisi¨®n interna entre la llamada comunidad atl¨¢ntica y su l¨ªder, en torno a lo altos tipos de inter¨¦s- pareci¨® ser un categ¨®rico ?primero, la inflaci¨®n; despu¨¦s, ya hablaremos?,
Desde entonces, la tendencia alcista del d¨®lar se ha mantenido modestamente hasta el momento en que el presidente Reagan recibi¨® el placet del legislativo para llevar adelante su pol¨ªtica fiscal de reducci¨®n dr¨¢stica de un 25% de los impuestos en tres a?os. Los g¨¦rmenes inflacionistas de esta pol¨ªtica fiscal son tan obvios que hacen pensar a los c¨ªrculos financieros norteamericanos que la pol¨ªtica monetaria restrictiva ser¨¢ algo m¨¢s duradera de lo previsto por los europeos, que ven diariamente c¨®mo los altos tipos de inter¨¦s de Estados Unidos alejan en el tiempo el panorama de la recuperaci¨®n econ¨®mica. Por ello puede pensarse ahora que habr¨¢ d¨®lar fuerte para rato, aunque sin los saltos de esta semana. El martes pasado, el d¨®lar barri¨® todos sus r¨¦cords hist¨®ricos: pas¨® las barreras de las cien pesetas, de los seis francos fr¨¢nceses -lo nunca visto desde que De Gaulle estableci¨® la nueva moneda hace veinticinco a?os- y de los 2,5 marcos. La tendencia alcista puede continuar, aunque posiblemente sin sobresaltos.
Si el objetivo de controlar la inflaci¨®n sigue cumpli¨¦ndose como hasta ahora, parece razonable pensar que a finales de este a?o la Reserva Federal norteamericana -que disfruta de cierta independencia con respect¨® al Ejecutivo- pudierasuavizar su r¨ªgida pol¨ªtica restrictiva y aumentar la cantidad de dinero disponible, con lo que la oferta y la demanda fijar¨ªan, los tipos de inter¨¦s en zonas m¨¢s asequibles para la recuperaci¨®n europea. El prime rate (tipo de inter¨¦s preferente norteamericano), por encima del 20%, est¨¢ afectando muy gravemente a las econom¨ªas europeas, oblig¨¢ndolas a elevar sus propios tipos de inter¨¦s, con lo que retrasan cualquier recuperaci¨®n de la inversi¨®n, y a depreciar sus monedas, perjudicando, a la larga, sus ya altos ¨ªndices de inflaci¨®n.
Mientras el d¨®lar siga subiendo tendremos garantizada, de alguna manera, la estabilidad o la ca¨ªda de los precios del petr¨®leo, aunque nuestra factura petrolera reflejar¨¢, por supuesto, el encarecimiento paulatino del crudo impuesto por la apreciaci¨®n de la moneda norte americana. Antes sub¨ªa la gasolina porque lo hac¨ªa el crudo. Y ahora, que baja el crudo, sigue subiendo la gasolina porque se aprecia el d¨®lar. Parece claro que las econom¨ªas occidentales se han ido ajustando mal que bien a los nuevos precios del crudo. Igualmente tendr¨¢n que ajustarse a las cotizaciones del d¨®lar, en niveles pr¨®ximos a los actuales, por una temporada cuya extensi¨®n no hay profeta Sobre la tierra que pueda determinar la en estos momentos.
Hemos pasado siete a?os culpando al petr¨®leo de todos nuestros males econ¨®micos y retrasando las medidas de ajuste, en espera de que la crisis provocada por la subida de los crudos fuese pasajera -todos quer¨ªan ?puentear la crisis?, en triste frase atribuida al entonces ministro de Hacienda, Antonio Barrera-, y ahora, despu¨¦s de que nuestras autoridades econ¨®micas subieron los carburan tes para ganarse un respiro veraniego, corremos el serio peligra de cargar en septiembre sobre las robustecidas espaldas deI d¨®lar todos nuestros males econ¨®micos. De la coartada del petr¨®leo podemos pasar a la coartada del d¨®lar, pero esta vez creemos que nadie tendr¨¢ la osad¨ªa de querer puentear la firme decisi¨®n del presidente Reagan de reducir la inflaci¨®n caiga quien caiga.
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