Las Ventas: el largo vuelo de El Inclusero

Ser¨ªa ahora muy f¨¢cil hacer un chiste sobre el vuelo de El Inclusero, porque un toro le hizo volar, de largo, en un ga?af¨®n terrible que le tir¨® y le rasg¨® la taleguilla de abajo arriba. Ser¨ªa muy f¨¢cil, y bien tra¨ªdo. contrastando esa pirueta dram¨¢tica con el vuelo largo que se trae este diestro, uno de los de mayor torer¨ªa que hay en activo. Pero no lo haremos. ?Para qu¨¦? No le vamos a venir con chistes al Inclu, que tiene el santo al rev¨¦s, con esos toros que le salen.El de la voltereta era un bronco resabiado, el ¨²nico verdaderamente bronco y resabiado de la tarde, al que s¨®lo cab¨ªa ali?ar y matar. El - Inclusero lo dobl¨® por bajo y, en el macheteo, cuando menos lo esper¨¢bamos -ni ¨¦l ni nadie- alarg¨® el toro la gaita y en un centelleante derrote lo enganch¨® y lo mand¨® por los aires, all¨¢ lejos. Hasta entonces hab¨ªa quien pitaba, seguramente porque cre¨ªa que a ese toro se le pod¨ªan dar naturales. Tras la cogida, los pitos callaron; un respeto. Hay quien cree que todos los toros admiten faena, que son uniformes, y por eso aplaude complacid¨ªsimo las uniformes faenas de los dos pases.

Pero, afortunadamente, de esos cada vez quedan menos y la gente reacciona hacia la mentalidad del aficionado, que quiere del toreo mando y variedad, y, sobre todo, torer¨ªa, como la de El Inclusero, que la lleva en la sangre y le rezuma, y le hace estar pendiente de la lidia y tener una especial intuici¨®n para colocarse all¨ª donde la lidia lo exige. Por eso los dos quites de la tarde, estupendos quites, fueron suyos, para salvar a sendos peones de situaciones comprometidas.

Torer¨ªa hubo cuando hizo retirarse a los peones y sali¨® a buscar al cuarto toro a los medios, para iniciar all¨ª la faena. En ¨¦pocas pasadas se o¨ªa muchas veces, casi siempre, la voz del maestro: ?Irsus! Bonita palabra, que deber¨ªa recoger el Diccionario de la Academia. Y los peones, al conjuro de la m¨¢gica voz -?iIrsus!? -, se tapaban, y el diestro se iba a los medios, y all¨ª se doblaba, arqueando la pierna, y los huesos le hac¨ªan cris-cras-crus al toro. As¨ª, El Inclusero ayer.

Lo que ocurre es que a ese toro se lo hab¨ªan asesinado en varas, alevosos lanzazos traseros, y con la suma de las dobladas qued¨® agotado. Alg¨²n dibujo del natural y el redondo lleg¨® a conseguir El Inclusero, un cambio de mano rematado en natural para salir con recurso e improvisada filigrana de un achuch¨®n, tal cual de pecho, un molinete; detalles sueltos y poco m¨¢s. Su largo vuelo de torero largo lo dejan alicorto los reveses de la fortuna. Paciencia, que ya le saldr¨¢ su toro.

Pudo haber sido el primero, de mucha nobleza, que adem¨¢s se llamaba Ros¨®n (sin mala intenci¨®n, se comprende). ? ?Anda que si le sale ese toro a Anto?ete!?, le ha dado por decir a la gente. Y el Inclu, de mir¨®n, estaba all¨ª, en la boca del burladero, contemplando c¨®mo Curro Cruz, al que acababa de confirmar la alternativa, le pegaba al Ros¨®n pases insulsos, en, el transcurso de una interminable faena. Repiti¨® la raci¨®n en ¨¦l sexto. Justo Ben¨ªtez estuvo aseado con un toro de media arrancada y valiente con otro que se hab¨ªa ido arriba, pues le faltaba un puyazo. En los medios intent¨® atemperar sus bruscas embestidas, sin conseguirlo. Quiz¨¢ las dobladas era lo que aqu¨ª habr¨ªa hecho falta.

Banderillearon Curro Cruz y Justo Ben¨ªtez. No lo hicieron mejor que cualquier pe¨®n. Y terminada la corrida hubo la rifa de un jam¨®n y verbena. A la entrada. hab¨ªan repartido claveles para las damas, puros para los caballeros (aunque alguno lo pidi¨® al rev¨¦s, ?no te digo lo que hay?) y juguetes para los ni?os. Era por la fiesta de la Paloma.