Los miura se caen, la fiesta se derrumba
ENVIADO ESPECIAL, A esta fiesta todos los d¨ªas la matan un poco. Tambi¨¦n en las plazas de primera categor¨ªa tambi¨¦n en Bilbao. que presume de ello. Cuando atacan a la integridad f¨ªsica del toro (quienes la atacan son los propios taurinos), atacan a la fiesta. Si el toro sale con las defensas mutiladas, la fiesta queda mutilada, por mucho que los toreros lleguen a hacer diabluras. Si el toro se cae, la fiesta se derrumba.Ayer, con los miura de irreprochable trap¨ªo, la fiesta se derrumbaba. Sal¨ªa el miura, cualquier miura. encampanado, nervioso, ara?ando la arena para ensayar embestidas a una mosca que pasara, y era un gozo verlo, la gente bull¨ªa, palmoteaba, abr¨ªa sus corazones a la esperanza, porque preve¨ªa una lidia en plenitud, enaltecida por la emoci¨®n que debe dar el toro de casta.
Plaza de Bilbao
2 de agosto. Cinco toros de Eduardo Miura, uno, el cuarto, de Atanasio Fern¨¢ndez, en conjunto muy bien presentados, que dieron poco juego y, muy flojos: absolutamente inv¨¢lidos, segundo y cuarto. Ruiz Miguel: estocada y dos descabellos (silencio),- bajonazo descarado, estocada y descabello (ovaci¨®n y salida al tercio), dos pinchazos y estocada (silencio). Tom¨¢s Campuzano: dos pinchazos Y estocada corta (silencio): estocada y dos descabellos (silencio): bajonazo (bronca y almohadillas). Hubo un lleno. Los toreros fueron despedidos con bronca y almohadillas, y la presidencia, con fuertes protestas. El p¨²blico gritaba: ??Esto es un atraco, manos arriba! ?.
Pero en seguida llegaba la cruda realidad: no hab¨ªa toro; el toro, de tan irreprochable estampa, era incapaz de conmover la estructura caballar y varilarguera, en el mejor de los casos, y en el peor, rodaba por la arena.
De manera que la emoci¨®n de la lidia quedaba reducida al ¨²ltimo tercio y, que en ¨¦ste, a que el toro se dejara pegar pases o no. Por lo com¨²n no se dejaba. Los miura ya se sabe como son, de suyo. Cuando menos se lo espera el torero, alarga la gaita y quiere coger.
Est¨¢ en su derecho un toro que quiere coger y est¨¢ en su derecho el torero que no quiere que le coja el toro. A cada cual lo que le corresponde. La Constituci¨®n lo dice. Ruiz Miguel, siempre al lado de la ley, la segu¨ªa al pie de la letra y se afanaba para que el toro no hiciera diana con el pit¨®n sobre su persona.
Esta es la t¨¦cnica de Ruiz Miguel con los miura: citarles con el pico y tener el pie ligero para escapar del derrote a la salida de la suerte. No ser¨¦ yo quien le critique a Ruiz Miguel por estas libertades que se toma, Y m¨¢s cuando hay otros de mayor cotizaci¨®n art¨ªstica que, puestos en sus mismas circunstancias, ni siquiera se atrever¨ªan a citar con el pico y a tener el pie ligero; ?qu¨¦ digo!, ni siquiera se atreven a ponerse delante de un miura. En fin, merece un respeto Ruiz Miguel.
Para Tom¨¢s Campuzano hubo dos toros absolutamente inv¨¢lidos. Es curioso el reglamertismo del presidente de esta playa, el cual, aunque los ve medio muertos (y si no los ve es que est¨¢ ciego). exige que los toros entren tres Veces a los caballos, exactamente para cumplir al pie de la letra lo preceptuado. Son muy serios en Bilbao. Lo que ocurre es que, seg¨²n ese mismo reglamento indica. los toros han de ser f¨ªsicamente aptos para la lidia y eso aqu¨ª ni se cumple ni se hace cumplir. El serio presidente del hist¨®rico coso de Vista Alegre es un experto en la ley del embudo.
Con toros medio muertos son imposibles las faenas. Campuzano, un torero pundonoroso, las intentaba in¨²tilmente, pues si, como parec¨ªa aconsejable, embarcaba con la mano alta, el inv¨¢lido se le iba de la suerte o se quedaba en ella. y si con la mano baja, se le ca¨ªa.
En el sexto hubo un disgusto pues, sobre lo flojo que era el miura, el picador le dej¨® enhebrada la vara dos veces y el p¨²blico quiso moler a almohadillazos al autor del desaguisado. Luego a los banderilleros, que prend¨ªan los palos como los fabrican: uno a uno. Este ¨²ltimo miura result¨® tan pelma como los otros, pues se quedaba a mitad del viaje, y Campuzano no pudo hacer otra cosa que ali?arlo.
La miurada, cuya leyenda hab¨ªa llenado la plaza, acab¨® en decepci¨®n y esc¨¢ndalo. Las almohadillas sal¨ªan catapultadas de los tendidos con la fuerza que saben imprimir los vascos al furibundo lanzamiento de objetos. Una vez m¨¢s hab¨ªan matado la fiesta un poco. Todos en general, taurinos y autoridad bien cogiditos del brazo.
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