La dificultad de lo in¨²til
A pesar de su t¨ªtulo, anglosaj¨®n, Car crash es una coproducci¨®n latina y bien latina: Italianos, mexicanos y espa?oles se han unido para sufragar los gastos de una pel¨ªcula que, sobre el papel, s¨®lo ten¨ªa dos posibilidades de inter¨¦s. En primer lugar, la aparici¨®n en pantalla de un hermano del famoso actor John Travolta; en segundo, el espect¨¢culo de una brillante carrera de coches que cubriera los ¨²ltimos minutos de proyecci¨®n. Al final, se ha quedado todo reducido a mucho menos. Porque el hermano de Travolta es un hombre lacio, inexpresivo y poco capacitado para el oficio, y porque las volteretas, los accidentes e incendios de la carrera final demuestran que los t¨¦cnicos latinos no han llegado a¨²n al virtuosismo de la industria de Hollywood; se notan demasiado las maquetas, se confunde uno con tanto ir y venir de coches.
Car crash
Director: Antonio Marheritti. Gui¨®n: Concha Hombr¨ªa y M¨¢ssimo de Rita. Producci¨®n: Hesperia Cleminternazionale y Scorpio. Int¨¦rpretes: Vittorio Mezzogiorno, Joe Travolta , Ana Obreg¨®n, Ricardo Palacios,John Steiner. Aventuras. Local de estreno: Avenida.
La verdadera raz¨®n del fracaso de esta carrera salvaje es el aburrido gui¨®n que quiere dar pie a la traca final: es tan elemental lo que se cuenta y tan confuso su desarrollo que s¨®lo una notable aportaci¨®n de ingenuidad por parte del espectador puede solucionar el aburrimiento. Es la t¨ªpica pel¨ªcula para j¨®venes en paro que buscan en su aburrimiento la pel¨ªcula de aventuras que les aparte del sopor y les provoque una cierta agresividad.
Producto que desprecia la obligada complejidad de cualquier pel¨ªcula para reducirse, en su lugar, a unos chistes sin gracia, a una forzada y t¨®pica historia de amor, a la presentaci¨®n de unos malos de cart¨®n-piedra y, como ya digo, a esa carrera de coches que no se en tiende pero que deb¨ªa ser, al menos, aut¨¦nticamente espectacular. Claro que espect¨¢culo sin emoci¨®n, es decir, muertes y triqui?uelas automovil¨ªsticas sin que el espectador haya tomado partido emocional por qu¨ªenes se matan o se salvan es simplemente ganas de perder el tiempo.
Es bastante frecuente que cuando en Europa se quiere imitar el cine americano, el proyecto se limite a lo epid¨¦rmico; aunque malas (y a veces muy malas) pel¨ªculas americanas circulan por esos sufridos cines del mundo, rara ser¨¢ la que no cuente con un gui¨®n m¨ªnimamente elaborado o con unos cuantos trucos que mantengan alerta la atenci¨®n de los espectadores bondadosos. Hace muchos a?os que esto se invent¨® en el cine. Y no parece inteligente que ahora se desprecie.
Antonio Margheritti, el director de esta falsa pel¨ªcula americana, es un artesano que cuenta con el suficiente oficio como para poder hacer estas y otras pel¨ªculas; le falta, sin embargo, saber qu¨¦ quiere contar y darse cuenta de que no basta con poner la c¨¢mara en cualquier lado para que los actores digan su texto, sino procurar comprender que la imagen sirve para algo m¨¢s que para ilustrar unas frases y que los efectos visuales exigen mayor rigor.
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