Nuevo presidente en Uruguay

LA BIOGRAFIA del nuevo presidente de Uruguay, general Gregorio Alvarez, no induce a pensar que pueda confiarse en su gesti¨®n para inclinar al pa¨ªs a una democracia formal, de la que nunca ha sido partidario. Tampoco sus palabras en el acto de toma de posesi¨®n son-demasiado alentadoras, aunque ha aludido a la posibilidad de una mayor participaci¨®n civil en la vida pol¨ªtica y aunque haya tenido conversaciones con algunos dirigentes de partidos. Se supone en Uruguay que podr¨ªa volverse al sistema de los blancos y los colorados. En un principio hist¨®rico, los colorados fueron los partidarios de un sistema de libertades democr¨¢ticas insp¨ªradas en la Revoluci¨®n Francesa y la declaraci¨®n de independencia de Estados Unidos, mientras los blancos segu¨ªan la tradic¨ª¨®n espa?ola de autoritarismo (en un principio fueron azules, pero los tintes de los tejidos de uniformes enviados desde Espa?a desti?eron al contacto de la lluvia y el sol y les convirti¨® en blancos); el tiempo y la alternativa del poder les convirti¨® en una d¨ªvisi¨®n en familias y grupos de intereses dentro de una misma oligarqu¨ªa. Si lo que se dice es cierto, la Junta Militar confiar¨ªa algunas responsabilidades de Gobierno a esta oligarqu¨ªa, con exclusi¨®n de todos los dem¨¢s partidos. Una esperanza muy fr¨¢gil y muy limitada, pero que, dentro de la gravedad de la situaci¨®n del pa¨ªs, no hay que desde?ar.Los brev¨ªsimos puntos de apoyo de esta esperanza est¨¢n en la tendencia, expresada por Alvarez, a integrarse cada vez m¨¢s en organismos panamericanos; aunque el contexto no es muy alentador, y las nuevas pr¨¢cticas no son estimulantes para buscar una democratizaci¨®n real, pueden los generales buscar alguna f¨®rmula de apariencia. Hay que contar, tambi¨¦n, con que el general Alvarez pertenece a la segunda generaci¨®n de los golpistas. El Consejo de la Naci¨®n, instituido por el golpe de junio de 1976 contra Bordaberry, estipul¨® que cada cinco a?os designar¨ªa un nuevo presidente por cooptaci¨®n; cumplido el plazo del primer presidente, Aparicio M¨¦ndez, procedi¨® a la elecci¨®n del segundo, Gregorio Alvarez, con arreglo a su propia constituci¨®n (la Constituci¨®n propuesta por los militares en 1980, como consecuencia de la presi¨®n de Carter, y en la que se inclu¨ªan elecciones para 1981, fue considerada como una mera maniobra y rechazada en refer¨¦ndum). Se tiene la idea de que estas segundas generaciones de dictadores suelen ser menos duras que las primeras. No es necesariamente as¨ª.

El ¨²nico s¨ªntoma real de que Uruguay podr¨ªa cambiar realmente de frente pol¨ªtico y volver a la normalidad ser¨ªa la apertura de las c¨¢rceles y los campos de concentraci¨®n, el final de las persecuciones interiores y de las bandas armadas de extrema derecha y el regreso de los exiliados. No hay el menor s¨ªntoma de que se vaya a hacer nada en este sentido. Se esperaba que la toma de posesi¨®n de Alvarez sirviera para promulgar una amnist¨ªa o un indulto general. No se ha producido, ni en su discurso el nuevo presidente ha hecho ninguna alusi¨®n a ello. La opini¨®n p¨²blica nacional, y la intemacional, que ha denunciado continuamente la violaci¨®n de derechos humanos en Uruguay, ya sabe a qu¨¦ atenerse.