Se aplaude y premia todo lo malo
Plaza de Aranjuez. 5 de septiembre. Corrida de feria. Cinco toros del marqu¨¦s de Villagodio, bien presentados, flojos, que dieron aceptable juego, y, sexto de Miguel Higuero, mansurr¨®n distra¨ªdo. Ni?o de Aranjuez: dos orejas y dos orejas protestadas. Juan Antonio Espl¨¢: vuelta y dos orejas protestadas. Morenito de Maracay-: vuelta y oreja. El presidente ignor¨® el tiempo de las faenas y no envi¨® sendos avisos a Espl¨¢ y Morenito de Maracay, que mereci¨® dos en su segunda faena, en la que descabell¨® catorce veces.Estamos en feria y no es cosa de andar amargado y con la cara larga. Y se va uno a los toros con el ¨¢nimo pronto para aprobarlo todo -sea bueno o malo- y con las manos prestas para el aplauso y el tir¨®n de pa?uelo. No importa que El Aranjuez -si el Ni?o de la Capea es El Capea, el de Aranjuez debe ser El Aranjuez- no pueda con su primer toro y haya toreado sin mando y con medios pases al segundo. Ha matado como ha podido y adem¨¢s es de la tierra. D¨¦le usted dos orejas, se?or presidente.
Y puestos as¨ª, lo mismo da que el Espl¨¢ chico haya estado tan vulgar, sin llevar toreados a los toros y clavando banderillas traseras y sin apreturas. Ha matado tambi¨¦n a su aire y adem¨¢s es joven y bajito. Otras dos orejas para ¨¦l.
Al Morenito igual, por favor. No ha sabido torear a media altura al floj¨ªsimo tercero y ha muleteado al sexto dando carreritas para aprovechar los viajes. Pero vamos a aplaudirle todo con la misma fuerza que los dos buenos pares al quiebro que ha puesto.
Lo de los avisos es otro asunto. ?En esta plaza no hay avisos, se?or?. As¨ª se le dice al exigente, que nunca falta, cuando, reloj en alto, se dirige al palco presidencial, por que en el sexto toro lleva el venezolano trece minutos y no se ha o¨ªdo ning¨²n clarinazo. No hay avisos porque estamos en feria y no se le va ajorobar el tirunfo a un torero con el recuerdo musical de que el toro ya ten¨ªa que estar muerto. Lo que hay que hacer es aplaudir, pedir la oreja y dejarse de cronometrar, que esto no es el f¨²tbol.
Aun as¨ª, ha habido sus notas de severidad. Muchos espectadores han protestado las orejas regaladas a los toreros y el presidente, dereclio y, firme en su palco, ha negado al Morenito la segunda oreja. ?Una, una?, indicaba, con el dedo tieso, sin querer ver los pa?uelos volanderos del tendido. Pero ni una cosa ni otra han torcido el resultado triunfal.
Con todo este triunfalismo ferial la fiesta de los toros se est¨¢ empezando a quedar acurrucada, disminuida y ajada, como esas viejecitas vestidas de negro que toman el sol en los pueblos castellanos. Y cuando se quede as¨ª del todo, se habr¨¢n acabado las ferias. Y cuando se acaben las ferias, estos p¨²blicos generosos de actitud ben¨¦vola y manga ancha y estos presidentes que se dejan el reloj en casa y reparten obsequios a golpe de pa?uelo pasar¨¢n a la historia como los enterradores de la autenticidad y el buen gusto en el toreo.
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