Un verano andaluz / y 2
He ah¨ª Gibraltar en lontananza no s¨®lo como motivo pict¨®rico, sino como pieza de un embrollo producido por lo que el locutor de Televisi¨®n Espa?ola defini¨® como la boda del milenio. Que el milenio le perdone. Uno no se ha resistido a comprar peri¨®dicos ingleses, y me encuentro con que eso de que "la victoria en Londres del equipo de f¨²tbol espa?ol lava el deshonor de Trafalgar, etc¨¦tera" se repite en el Reino Unido, donde escriben que "el desaire de Juan Carlos no ha lavado la victoria del equipo *de polo ingl¨¦s". La estupidez humana no tiene fronteras. Uno tampoco ha podido evitar que le hablen del tema. Una persona de edad, nacionalidad, profesi¨®n y sexo indefinidos, como son m¨¢s o menos frecuentes en ciertas capas de toda sociedad cosmopolita, va y me sondea enga?ado acaso por mi aceptable ingl¨¦s, el mismo que le hizo preguntar a la esposa de un conocido armador griego en una cena en Atenas donde habl¨¢bamos indistintamente ingl¨¦s y espa?ol: "?Qui¨¦n es ese sefior ingl¨¦s que habla tan buen espa?ol?". "Mire", respondo, "don Juan Carlos es uno de los jefes de Estado m¨¢s importantes, inteligentes y prestigiosos de Europa, incluidos reyes y presidentes de rep¨²blicas, por lo que, aunque parezca una paradoja, tiene co sas m¨¢s importantes que hacer que acudir a los acontecimientos del milenio". Mi interlocutor da marcha atr¨¢s y supongo que por halagarme comenta con iron¨ªa -ya se sabe, han vuelto a desembarcar Muza y Tarik, etc¨¦tera- la inauguraci¨®n de una mezquita en la costa. De nuevo pincha en hueso. Respondo: "Mire, me encantar¨ªa que don Juan Carlos, adem¨¢s de ser conocido por ?El Pacificador? y de ganar el Premio Nobel de la Paz, pase a la historia como el soberano de las tres religiones o culturas, como sus antepasados, los grandes reyes medievales, y donde digo tres hoy puede poner la cifra que quiera". Mi interlocutor ha tenido la mala suerte de dar con uno de los poqu¨ªsimos espa?ol?tos que en esta sociedad y a lo largo de un tercio de siglo no ha tenido m¨¢s remedio que callar cuando se hablaba del jefe de su Estado y que ahora, en una especie de proustismo, va a la recuperaci¨®n del tiempo perdido.Pasa a la p¨¢gina 10
Un verano andaluz / y 2
Viene de la p¨¢gina 9
Sea por la euforia del Mediterr¨¢neo, el embrujo de Andaluc¨ªa -donde el doctor Fausto hubiese rejuvenecido sin tener que recurrir a Mefist¨®feles- o la modestia que la proximidad de la vejez nos da a algunos, el caso es que contemplando Gibraltar mientras pinto una marina escucho dentro una voz de falsete que me dice ser uno de los poqu¨ªsimos espa?oles a los que se les ha ocurrido algo original y acertado sobre el viejo pleito, en el cual es deprimente comprobar c¨®mo a lo largo de los a?os -y siglos- progres y carcas, pol¨ªticos y escritores, etc¨¦tera no han dejado de repetir la misma sarta de tonter¨ªas. Quien quiera comprobarlo l¨¦ase el inventario de Gil Armangu¨¦ Gibraltar y los espa?oles. S¨®lo nos salvamos -y de nuevo perd¨®n por la modestia- Narv¨¢ez y yo. Narv¨¢ez porque dijo: "Ser¨¢ in¨²til pensar en negociaciones mientras no tengamos un buen punto de apoyo internacional o cambie la situaci¨®n aflictiva de Espa?a". Y no volvi¨® a pensar en ello. En cuanto a m¨ª, porque, aparte de suscribir la tesis de Narv¨¢ez, con las reservas debidas a mi falta de informaci¨®n sobre el apoyo que recibiremos de Estados Unidos principalmente, como contrapartida a nuestra eventual entrada en la OTAN -apoyo que sospecho ser¨¢ mesurado, caso de existir-, por ser autor de lo que Castiella llamaba medio en broma "la doctrina Menchaca", y que result¨® tan cierta que en su primera visita a Londres para abrir las negociaciones me envi¨® un largo telegrama para reconocer con la honradez que le caracterizaba que mi consejo-profec¨ªa dicho desde la oposici¨®n, ojo, se hab¨ªa cumplido al pie de la letra; le hab¨ªan recibido amabil¨ªsimamente, parecieron vacilar ante el impresionante bagaje jur¨ªdico que llevaba y de pronto, despu¨¦s de tomar el t¨¦, sin prisas, como los buenos jugadores, sacaron el oculto comod¨ªn: la voluntad de los gibraltare?os, que les condicionaba totalmente.
Con estas y otras pruebas en la mano trat¨¦ de hacerle comprender a Castiella el disparate que ser¨ªa sitiar a los gibraltare?os e insultarles en lugar de engatusarles, ya que eran el tal¨®n de Aquiles de la jugada inglesa, los ¨²nicos que pod¨ªan inclinar la balanza a nuestro favor. Fernando asent¨ªa tomando cada vez m¨¢s en serio la "doctrina Menchaca", pero dec¨ªa que mientras Franco callaba Carrero se cargaba cuanto no fuese el empleo de la coacci¨®n. Tan incre¨ªble torpeza s¨®lo podr¨ªa explicarse por la existencia en la c¨²spide del poder de agentes secretos de la conjura judeo-mas¨®nica-marxista-liberal, etc¨¦tera, o sea, el alguacil alguacilado. Sea como sea, el hecho es que tal desatinada pol¨ªtica no ha conseguido otra cosa sino retrasar varios a?os, o lustros, qui¨¦n sabe, el entendimiento con los gibraltare?os, ¨¢rbitros al menos entonces del enredo, retraso que, como es natural, no se puede acortar ofreciendo caramelos a quien ayer se daban patadas en la espinilla. Posiblemente cuando la Espa?a federal, o al menos de las autonom¨ªas, lleve funcionando, y bien, un buen rato se podr¨¢ pensar en Gibraltar, a menos que nuestra eventual entrada en la OTAN cambie las coordenadas, como arriba dec¨ªa. No tenemos m¨¢s remedio que pagar los tremendos errores que en el pasado tercio de siglo se han cometido, aunque sembrador y recolector no tengan nada que ver el uno con el otro. En las herencias, ya se sabe, se reciben tambi¨¦n las deudas. Cuando los gibraltare?os, por las causas que sea, se planten y digan a los ingleses que se vayan, ese mismo d¨ªa, y ni uno antes, se ir¨¢n. Mientras, a ver si aparece aquel punto de apoyo internacional de que hablaba Narv¨¢ez, flaca esperanza.
Por ello, como gobernar no es otra cosa sino establecer adecuadamente las prioridades, como dec¨ªa Mendes France, ser¨ªa deseable que nuestros gobernantes no coloquen Gibraltar en la cabeza de nuestros problemas. Se Duede ser, por ejemplo, partidario o adversario de nuestro ingreso en la OTAN, pero no porque nuestras Fuerzas Armadas tengan que compartir con las dem¨¢s una base, Gibraltar. Ese es un argumento secundario, una pasi¨®n de ¨¢nimo. Hay que tener sobre esto de las prioridades ideas claras y definir qu¨¦ es lo esencial y qu¨¦ lo accesorio.
Mientras ha durado esta meditaci¨®n, el sol se pone incluso sobre los despojos del imperio brit¨¢nico. Recojo mis b¨¢rtulos de pintor en la playa desierta y me alejo deseando que, aparte de que la muralla de cemento que "defiende" nuestra costa sirva para algo m¨¢s que muestra de lo que no se debe hacer en urbanismo", como por ejemplo refugios de defensa civil contra la guerra nuclear, cosa en la que estamos en ayunas mientras el resto del mundo se prepara, no convirt¨¢mos el Ministerio de Asuntos Exteriores en el del Asunto Exterior, como o.curr¨ªa en ¨¦pocas a¨²n no lejanas a las que me he referido.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.