Profunda emoci¨®n entre los dirigentes del PCE
Cerca de las 4.30 horas comienzan a sonar con insistencia todos los tel¨¦fonos de la sede central del Partido Comunista de Espa?a en la calle de la Sant¨ªsima Trinidad. La quinta fiesta anual ha concluido hace poco m¨¢s de tres horas: casi todos los dirigentes del partido est¨¢n ya en sus casas tratando de ganar unos minutos al lunes, y la flotilla de autobuses, en camino hacia todos los puntos de origen.En el recinto-PCE de la Casa de Campo, el servicio de seguridad hace las ¨²ltimas comprobaciones: ¨²nicamente se han quedado en Madrid los equipos que van a encargarse de desmontarlos stands, entre ellos, el de los murcianos. Miguel Ruiz, Jos¨¦ S¨¢nchez, Carlos S¨¢nchez, Manuel Bajes, Juan Antonio Ruiz, su hijo y un s¨¦ptimo militante han trabajado a toda prisa en la caseta: piensan volver de ma?ana a Murcia en dos turismos privados. Algunos de sus familiares viajan en el primer autocar. Por ejemplo, Fuensanta Alc¨¢zar y Pepe, es decir, la mujer y el hijo de Manuel Ruiz.
Cuando al fin descuelgan el tel¨¦fono en la sede del PCE, alguien que llama desde Quintanar .de la Orden dice con voz temblorosa que ha habido un accidente, un grave accidente de tr¨¢fico al parecer, en la curva de los Ca¨ªdos, un paraje de p¨¦sima reputaci¨®n entre los camioneros. ??El primer autocar? ?Contra un cami¨®n de pescado ... ??. Los trasnochadores del partido marcan los n¨²meros telef¨®nicos de los camaradas de la directiva. Juli¨¢n Rebollo pide que la noticia sea contrastada lo m¨¢s r¨¢pidamente posible. Pero la confirmaci¨®n no llega hasta las 6.45 horas. Entonces se pone al habla con Sim¨®n S¨¢nchez Montero, y entre tanto alguien avisa a Santiago Carrillo y Nicol¨¢s Sartorius, y tambi¨¦n a Pedro Marset, del comit¨¦ provincial de Murcia. A las ocho de la ma?ana todos emprenden viaje a Quintanar.
A las 3.30 horas, las ambulancias comienzan a llegar a Madrid con los heridos: cinco son ingresados en La Paz y dos en la Cruz Roja. Pero el hospital m¨¢s concurrido, como era de esperar por su situaci¨®n en la carretera de Andaluc¨ªa, es la Ciudad Sanitaria Primero de Octubre. Los siete m¨¦dicos del equipo del doctor Resines, que est¨¢ de guardia en el servicio de traumatolog¨ªa, hacen reconocimientos de urgencia: cinco de los once ingresados ya han muerto. Armando G¨®mez Amador y Manuel Nicol¨¢s L¨®pez pasan a reanimaci¨®n, con lesiones muy graves; Juan P¨¦rez Silvestre sufre traumatismo tor¨¢cico y facial, y probablemente habr¨¢ de pasar a quir¨®fano.
El doctor Rodr¨ªguez Agull¨®, que es militante del partido comunista, trata de estar cerca de las v¨ªctimas y de atender a los visitantes. Llega al hospital Dolores Ib¨¢rruri a las diez de la ma?ana; llegan el secretario de Estado para la Sanidad, el presidente de la Diputaci¨®n Provincial, Jos¨¦ Mar¨ªa Rodr¨ªguez Colorado, y Enrique Curiel. Las primeras listas salen de la fotocopiadora: seg¨²n c¨¢lculos provisionales, veintitr¨¦s muertos y veinti¨²n heridos. A mediod¨ªa, cuando todos comienzan a sentir un insoportable dolor de ojos, llega del mortuorio Miguel Ruiz. Hace un gesto afirmativo con la cabeza. Est¨¢ claro; como se tem¨ªa, su hijo Pepe es uno de los cinco cad¨¢veres. Alguien dice que, al menos, su mujer, Fuensanta, todav¨ªa est¨¢ en duda, que por el momento no hay noticias sobre ella en Madrid.
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