Santander se estremeci¨® ayer con el recuerdo de la tragedia del "Cabo Machichaco"
La noticia del atentado contra el buque Marqu¨¦s de la Ensenada, y el hecho de que en sus bodegas almacenara obuses y una enorme cantidad de combustible, estremeci¨® a los santanderinos, que tienen en su memoria tragedias que ayer pudieron repetirse. La m¨¢s importante, adem¨¢s, se recuerda en un majestuoso monumento localizado a cien metros de donde se encontraba ayer atracado el destructor antisubmarino y a algunos menos del atraque del tambi¨¦n buque de guerra M¨¦ndez N¨²?ez.
Hablamos de la explosi¨®n del Cabo Machichaco, en 1893, que incendi¨® y destruy¨® casi todas las casas de la calle M¨¦ndez N¨²?ez y sembr¨®, con m¨¢s de ochocientos muertos, el dolor en toda la ciudad. Sobre aquella tragedia se ha escrito mucho, entre ellos Jos¨¦ Mar¨ªa de Pereda, en la novela Pach¨ªn Gonz¨¢lez. El Cabo Machichaco, en un oto?o tambi¨¦n soleado, entr¨® el d¨ªa anterior en el puerto, amarrando para algunas reparaciones, cuando, a media tarde, se corri¨® la voz de que hab¨ªa fuego a bordo. Cuando ya estaban los bomberos en su trabajo, otra voz advirti¨® que el buque ten¨ªa en las bodegas dinamita. Ya era tarde. Centenares de personas curiosas estaban viendo el espect¨¢culo en la machina, los balcones de la primera fila de viviendas de la ciudad rebosaban de curiosos, y no quedaba tiempo para evitar la cat¨¢strofe.
La orden de abrir boquetes en la l¨ªnea de flotaci¨®n para hundir el barco, los gritos al p¨²blico para que se retirara llegaron con una tremenda explosi¨®n, que hizo volar por los aires cuerpos, anclas, cadenas, hierros candentes. Un calabrote lleg¨® hasta Pe?acastillo, a ocho kil¨®metros de distancia, y mat¨® a una persona. Un guardia hall¨® dos piernas sobre el tejado de un almac¨¦n de maderas distante unos dos kil¨®metros, y en la playa de San Mart¨ªn, a miles de metros de recorrido, ap¨¢reci¨® el bast¨®n del gobernador civil, un tal Somoza, que con las dem¨¢s autoridades de la ciudad se hallaba a bordo, y que desaparecieron. La explosi¨®n produjo adem¨¢s una tromba de agua de millares de toneladas, que arrastr¨® a muchas personas al mar. Y, para colmo, el fuego se ceb¨® en numerosas viviendas, alumbrando durante toda la noche de horrores la b¨²squeda de restos humanos.
Esa memoria, recordada en Santander cada 3 de noviembre desde entonces, fue la que ayer recordaron los miles de santanderinos que, a las 4.59 horas, despertaron a golpe de bomba. Ni uno de los curiosos, viendo descargar durante horas obuses y contemplando el alijo de combustible del Marqu¨¦s de la Ensenada, pudo reprimir el recuerdo de aquella tragedia.
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