Gibraltar
Despu¨¦s de 277 a?os Gibraltar contin¨²a siendo la reivindicaci¨®n pendiente, com¨²n a la derecha y a la izquierda de la pol¨ªtica espa?ola, que lo denuncian como el ¨²ltimo reducto del colonialismo en Europa. Base militar ingIesa desde 1704 y colonia de la Corona brit¨¢nica desde 1830, el territorio de la Roca es muestra de la incompleta integridad territorial espa?ola y vivo ejemplo de su cada vez m¨¢s revalorizada situaci¨®n estrat¨¦gica. En alg¨²n momento, en especial bajo el ministerio Castiella, el tema constituv¨® la base de la pol¨ªtica exterior espa?ola, y no fue ajeno, en numerosas ocasiones, a maniobras de distracci¨®n sobre la situaci¨®n interna de nuestro pa¨ªs. Desde 1965, las Naciones Unidas sancionaron la descolonizaci¨®n del Pe?¨®n, pidiendo a las partes la iniciaci¨®n de conversaciones para este fin, que en la pr¨¢ctica encontraron siempre insalvables dificultades por las alegaciones brit¨¢nicas, argumentadas en los derechos y deseos de la poblaci¨®n gibraltare?a. La nueva situaci¨®n democr¨¢tica espa?ola y los Acuerdos de Lisboa de abril de 1980 no fueron sucicientes para que se vislumbrara la soluci¨®n final del problema, ni la incomunicaci¨®n entre las dos comunidades fronterizas. En Temas para el debate se recoge hoy la recobrada actualidad de Gibraltar, a la luz del informe de la C¨¢mara de los Comunes brit¨¢nica y en la coyuntura del planteamiento del ingreso de Espa?a en la OTAN.
Una reflexi¨®n hist¨®rica
Es el gibraltare?o Pe?¨®n tema o lema que ha servido con frecuencia a demagogias f¨¢ciles y a escapismos. No parece pues superflua una reflexi¨®n hist¨®rica cuando puede sacarse a colaci¨®n con relentes otanistas, pretendiendo que una alineaci¨®n en el pacto militar ser¨ªa buena manera de reintegrar Gibraltar al suelo patrio.?Por qu¨¦ se desgaj¨® de ¨¦l? En puridad, la p¨¦rdida de Gibraltar a comienzos del siglo XVIII fue un producto del desmantelamiento del Estado espa?ol cuyos despojos se disputaban las familias reinantes en Europa, y no de una discutibie decadencia espa?ola puesta en tela de juicio por la historiograf¨ªa de nuestro tiempo.
En efecto, Gibraltar ten¨ªa entonces importancia comercial -incluso hab¨ªa all¨ª un consulado ingl¨¦s-, pero carec¨ªa de las defensas que exig¨ªa su posici¨®n estrat¨¦gica. Por eso, cuando en plena guerra de sucesi¨®n una escuadra inglesa (aliados del arechiduque) al marido del almirante Rooke le puso sitio, s¨®lo pudo resistir tres d¨ªas, y capitulaba el 4 de agosto de 1704. Fueron est¨¦riles los contraataques de los partidarios de Felipe V y, parad¨®jicamente, aunque este termina asegur¨¢ndose la corona de Espa?a, Inglaterra se queda, por el Tratado de Utrech (1713), con Gibraltar y con Menorca. Felipe V se neg¨® a toda concesi¨®n a las libertades catalanas, y prefiri¨® anular estas y perder, en cambio, Menorca y Gibraltar. El unitarismo pasaba por encima. Espa?a acept¨® los acuerdos de Utrecht en el acta de El Pardo de 1728.
La historia del siglo XVIII es un rosario de intentos espa?oles para recuperar esas dos p¨¦rdidas; Menorca ser¨¢ recuperada tras la Paz de Versalles de 1783. pero Gibraltar nunca, a pesar de los Pactos de familia entre Francia y Espa?a; fracasaron dos intentos de reconquista por las armas, uno en 1727, y el otro, de prolongado sitio, de 1779 a 1783. Dos derrotas navales hispanofrancesas, la de 1744 y la del cabo de San Vicente en 1780; la ocupaci¨®n de La Habana por los ingleses en 1762, que dur¨® casi dos a?os, etc¨¦tera, confirmaron la hegemon¨ªa brit¨¢nica. M¨¢s tarde, en 1805, Trafalgar desequilibraba para siempre el poder¨ªo naval espa?ol.
Sin embargo, Espa?a tuvo por aliada a Inglaterra en su lucha de independencia frente a Napole¨®n. Gibraltar sirvi¨® de base a guerrillas y a expediciones militares; pero no es menos verdad que, al socaire de la coyuntura, se volaron las fortificaciones espa?olas de La L¨ªnea.
El siglo XIX ver¨¢ el ascenso imperial brit¨¢nico y el descenso hisp¨¢nico, dif¨ªcil situaci¨®n para recuperar lo perdido un siglo antes. Son frecuentes los incidentes diplom¨¢ticos y los intercambios de notas (destrucci¨®n de la goleta El rayo por la artiller¨ªa brit¨¢nica de la fortaleza en 1844, duro cambio de notas entre Palnerston y Miraflores en 1851, etc¨¦tera). El problema segu¨ªa en pie, la espina clavada. Isabel II sol¨ªa decir que para pasar ante el Pe?¨®n hab¨ªa que volver las espaldas. Y cuando llega la guerra de Africa en 1860, su cronista Pedro Antonio de Alarc¨®n escribe en su relato:
"No te dir¨¦ lo que sent¨ªa al contemplar ruborizado la colonia extranjera enclavada en territorio espa?ol, la historia de las vicisitudes por que ha pasado aquel Pe?¨®n aborrecido, ni la manera como lleg¨® a sus actuales poseedores...".
Meses despu¨¦s, cuando la presi¨®n inglesa paraliza la acci¨®n b¨¦lica espa?ola por v¨ªa diplom¨¢tica, resultaba tangible que Gibraltar pesaba mucho; y pes¨®, en uni¨®n de Malta Chipre, como enclave estrat¨¦gico y comercial en el vasto dispositivo imperial que llegar¨¢ a su cumbre entre 1874 y 1880 con Disraeli y la reina Victoria. Precisamente cuando la restauraci¨®n canovista tiene una pol¨ªtica exterior alicorta (a pesar del sutil juego de Moret, a partir de 1886, conllevando las buenas relaciones con Inglaterra y, con la Triple Alianza). Preocupada por el peligro que corren sus restos coloniales ( 1885, incidente con Alemania sobre Las Carolinas; 1888, insurrecci¨®n de los moros de Jol¨®), pero incapaz de una pol¨ªtica moderna en Cuba. Puerto Rico y Filipinas.?
Modernizaci¨®n de la base
Sin embargo, los militares brit¨¢nicos pensaban ya en el ¨²ltimo decenio del siglo XIX que las instalaciones artilleras de Gibraltar estaban anticuadas y pidieron a su Gobierno que propusiese a Espa?a un canje con la plaza de Ceuta. Pero esto no interesaba a la estrategia econ¨®mica del imperio, y adem¨¢s se estimaron demasiado elevados los costos de instalaci¨®n de una base en Ceuta. Por el contrario, en 1895 empezaron las obras para modernizar la base de Gibraltar. En 1898, cuando el Estado espa
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?ol perd¨ªa sus ¨²ltimas colonias, el Gobierno brit¨¢nico de Gladstone redobl¨® sus exigencias. El 30 de agosto, una amenazadora nota brit¨¢nica exig¨ªa que Espa?a suspendiese las obras de fortificaci¨®n pr¨®ximas a Gibraltar: en sierra Carbonera y Punta Mala. En un memor¨¢ndum entregado al ministro espa?ol duque de Almod¨®var el 9 de diciembre, se dec¨ªa literalmente: "El Gobierno de SM espera que el Gobierno espa?ol se comprometa a no construir emplazamientos en los que puedan colocarse ca?ones pesados dentro del alcance de los de la fortaleza de Gibraltar".
No se hizo esa concesi¨®n por escrito, pero se cedi¨® y las fortificaciones fueron desmanteladas (real orden de 25 de marzo de 1899). Empez¨® entonces una ¨¦poca de relativo acercamiento, en que la pol¨ªtica exterior espa?ola se basaba en obtener el apoyo del Reino Unido para la penetraci¨®n de Espa?a en Marruecos, ya que el Reino Unido no pod¨ªa ver con buenos ojos una total hegemon¨ªa francesa al otro lado del Estrecho.
Despu¨¦s de la primera guerra mundial, la hegemon¨ªa brit¨¢nica se hab¨ªa quebrantado, pese a la victoria aliada. En 1924, Primo de Rivera entabl¨® negociaciones con el Gobierno de McDonald, pero no se lleg¨® a ning¨²n resultado. En 1931 se proclam¨® la Rep¨²blica, y sabemos por varias fuentes que el tema fue estudiado en los Gobiernos del primer bienio. En una de sus reuniones, el 16 de febrero de 1932, Aza?a afirm¨® su prop¨®sito de preparar los planes para tener el dominio del Estrecho en caso de guerra, "sin hacer caso de advertencias oficiosas, porque nuestro derecho a preparar la defensa nacional no puede supeditarse a nada". Alcal¨¢ Zamora ha explicado c¨®mo compart¨ªa con el Gobierno el criterio de considerar imprescriptible el derecho de Espa?a, que podr¨ªa hacerse efectivo por v¨ªa pac¨ªfica. Sin embargo, no parece que la situaci¨®n permitiera pasar de los acuerdos de principio.
El resto es bastante conocido. La espina de Gibraltar pretendi¨® ser utilizada por la dictadura franquista. Pero ¨¦sta, que parti¨® siempre de la idea de guerra civil y de divisi¨®n de los espa?oles, carec¨ªa de fuerza aglutinante. Y, parad¨®jicamente, algo tan espa?ol como reclamar Gibraltar se convirti¨® en maniobra falangista de manifestaciones teleguiadas para tratar de impresionar a Samuel Hoare y hacer el juego del hitlerismo. No obstante, la cautela del dictador le hizo vacilar cuando Hitler le instaba a la toma del Pe?¨®n en diciembre de 1940; hab¨ªan pasado ya las euf¨®ricas semanas de junio, cuando dio el golpe de T¨¢nger.
Y al correr de los a?os, cuando en 1955 unos jerarcas de segunda fila creyeron que otra vez podr¨ªan lanzar a los estudiantes a una operaci¨®n m¨¢s antidemocr¨¢tica que antibrit¨¢nica, se encontraron. con la rebeld¨ªa de estos j¨®venes frente al SEU y Falange pidiendo libertad por las calles de Madrid.
La Rota y Torrej¨®n, con sus cl¨¢usulas secretas y todo, fueron, en fin, obra de aquellos mismos que hab¨ªan querido especular con los sentimientos patri¨®ticos del pueblo espa?ol sobre el Pe?¨®n de Gibraltar.
Franco pas¨®. Pero Gibraltar sigue ah¨ª, como siguen Guant¨¢namo en Cuba, Bizerta en Africa, etc¨¦tera, evidente anacronismo que enlaza con el sistema contempor¨¢neo de bases sedicentemente pactadas, pero producto, en realidad, de la correlaci¨®n internacional de fuerzas. Por eso, pretender hoy que la aspiraci¨®n patri¨®tica de recuperar Gibraltar pase por la discutida y discutible adhesi¨®n a la OTAN equivale a aceptar el precio de que Espa?a entera se convierta en un Gibraltar de incalculables riesgos nucleares.
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