El tr¨¢fico homicida
LA TR?GICA colisi¨®n de Quintanar de la Orden, que ha ocasionado la muerte de casi treinta personas, no es un hecho aislado. El n¨²mero de accidentes que se est¨¢n produciendo en nuestras carreteras crece de un modo alarmante y siniestro.Las causas son m¨²ltiples y complejas. Los programas de modernizaci¨®n de firmes y extensi¨®n de las autopistas sufrieron hace pocos a?os un brusco par¨®n, y las carrete ras est¨¢n en muchos puntos saturadas. Adem¨¢s, como las normas sobre las cargas por cami¨®n no se cumplen, la infraestructura paga un alto precio en n¨²mero de baches y malformaci¨®n de los firmes. En un pa¨ªs de las dimensiones y orograf¨ªa espa?olas, los largos recorridos son econ¨®micamente id¨®neos para el ferrocarril, pero la falta de agilidad de Renfe, con frecuentes demoras en el transporte y entrega de mercanc¨ªas, ha orientado mucho tr¨¢fico hacia la carretera. Incluso la propia oposici¨®n de Renfe es parcialmente responsable del retraso en la extensi¨®n de la red de oleoductos y los efectos de esta deficiencia en los incrementos del trasiego por carretera.
Pero a estas causas estructurales que afectan al transporte espa?ol deben a?adirse otras m¨¢s circunstanciales. Los conductores de camiones pasan al volante un n¨²mero de horas miiy superior al autorizado en otros pa¨ªses. Las paradas obligatorias para el descanso no se respetan, ni tampoco la norma de dos conductores por veh¨ªculo.
Por su parte, la crisis econ¨®mica ha afilado la competencia. Se ofrecen mejores precios a costa de m¨¢s horas al volante y entregar las mercanc¨ªas con rapidez. Adem¨¢s, las subvenciones y los precios favorables del gas¨®leo han aminorado los est¨ªmulos a la renovaci¨®n de veh¨ªculos, y el parque se encuentra, en general, muy envejecido.
En Europa, donde, sin duda, el tr¨¢fico de mercanc¨ªas ha padecido los, vaivenes de la crisis, no se ha distendido, sin embargo, la disciplina en el uso de la carretera. La implantaci¨®n del tac¨®grafo (mecanismo electr¨®nico que permite regular las horas de marcha, las paradas y la velocidad media del veh¨ªculo) es ya una realidad en la Europa industrializada, y el Estado, a trav¨¦s de una, rigurosa inspecci¨®n, comprueba el cumplimiento de las normas. Si alguien salta los precintos o los falsea, las sanciones son tan r¨¢pidas como contundentes.
En Espa?a acaban de instalarse unos 7.000 tac¨®grafos, pero el parque es de 500.000 camiones. El instrumento com¨²n para el control es todav¨ªa el carn¨¦ de ruta, pero su eficacia resulta dudosa, a tenor de la pr¨¢ctica inexistencia de inspecciones. En el Ministerio de Transportes existe un cuerpo de inspectores, casi todos licenciados en Derecho, pero su destino es m¨¢s las mesas de oficina que la carretera. Estas circunstancias no favorecen, desde luego, ni el respeto de horarios, ni la distribuci¨®n de cargas, ni el requisito de dos conductores por veh¨ªculo, pero tampoco, por supuesto, la revisi¨®n de los veh¨ªculos, con retirada de permisos a los considerados no aptos para la seguridad del tr¨¢fico.
No cabe duda que si de la noche a la ma?ana dispusi¨¦ramos de una floreciente red de carreteras y autopistas, parte de los problemas quedar¨ªan aliviados, pero los males que el tr¨¢fico espa?ol padece pueden tambi¨¦n paliarse con medidas m¨¢s inmediatas. Por lo pronto, se puede mejorar, y mucho, la se?alizaci¨®n: prohibiciones, direcciones claras y visibles, rayas laterales y central de la carretera y apremiar la reparaci¨®n de baches y firmes peligrosos. Al mismo tiempo, la vigilancia del tr¨¢fico y la importancia de las multas deben acentuarse con un eficaz procedimiento de cobro. Los burocr¨¢ticos inspectores del Ministerio de Transportes y otros funcionarios desaprovechados pueden desempe?ar, mediante un sencillo cursillo, un buen cometido en lo que toca a la disciplina de horarios y cumplimiento de las normas sobre cargas, incluidos los turismos. Debe acelerarse la introducci¨®n del tac¨®grafo, as¨ª como extremarse las condiciones de autorizaci¨®n para el tr¨¢fico a los veh¨ªculos con un n¨²mero de a?os superior a diez. Por otro lado, el Gobierno tiene que cumplir sus responsabilidades en la utilizaci¨®n de los fondos p¨²blicos. Los contribuyentes pagan sus impuestos con la esperanza de obtener las contrapartidas propias del Estado, entre ellas, unas mejores carreteras. Si adem¨¢s Renfe fuese capaz de normalizar su transporte de mercanc¨ªas, se aproximase el precio del gas¨®leo al de la gasolina y se adelantara un poco en la construcci¨®n de oleoductos se habr¨ªan introducido ya algunos progresos y se estar¨ªa, al menos, en v¨ªas de neutralizar el dram¨¢tico problema de nuestras carreteras y su circulaci¨®n homicidas.
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