En busca del cine perdido
El cine, en sus comienzos, conquist¨® a su p¨²blico a partir de tres g¨¦neros distintos: la fantas¨ªa, aventura y el humor. No es preciso recordar a Melies, a los Misterios de Par¨ªs, a Pathe, con sus historias en barracas de feria entre acr¨®batas y monstruos. Hoy parece volver a sus or¨ªgenes , en busca de ese mismo p¨²blico, un vez agotados sus postreros cap¨ªtulos.As¨ª sucede en este colosal comic animado, creado por Georges Lucas y Spilberg, a medias entre el famoso Tibur¨®n y las no menos c¨¦lebres contiendas estelares, y en el que se entrecruzan continuamente h¨¦roes, haza?as y paisajes siguiendo rutas ya conocidas de antemano por lectores de tebeos de toda ¨ªndole.
Volviendo el rostro atr¨¢s, a los a?os treinta, se nos muestra una completa antolog¨ªa de h¨¦roes indestructibles, villanos de risa de hiena, arque¨®logos que se sirven de pu?os y l¨¢tigos y consabidos nazis perversos que intentan con mucho celo y escaso talento satisfacer los caprichos de su bienamado f¨¹hrer.
En busca del arcca perdida
.Direcci¨®n: Stiven Spielberg. Argumento: George Lucas y Philip Kat¨ªfman. Gui¨®n: Lawrence Kasdan. M¨²sica: John Williams. Int¨¦rpretes: Harrison Ford, Karen Allen, Freeman, Ronald Lacey,. Aventuras. 1981. Cines Palafox y Cristal.
La historia salta de continente en continente, desde Am¨¦rica al Tibet o a Egipto, haciendo trabajar de firme a los encargados de efectos especiales y a una legi¨®n de omnipresentes ambientadores que a¨²n.no se han enterado de que en los a?os treinta no exist¨ªan los encendedores de gas. Tales efectos, la acci¨®n en s¨ª y los lugares donde sucede, la banda sonora tan cuidada en estos casos, son elementos fundamentales en esta b¨²squeda de un arca de la Alianza convertida en reactor m¨ªstico-nuclear digna de un Asimov, mal dispuesta a ceder su protagonismo absoluto, ante castos amores o intrigas de otro tipo.
Hay un af¨¢n infantil en esta historia desenfrenada, bien dirigida y calculada a la manera de los filmes nav¨ªde?os, por llegar a chicos y grandes de esos que leen tebeos, los estudian y coleccionan por aquello de que, tras la intensa vida profesional o social, no tienen tiempo para interesarse por los libros. A ellos agradar¨¢n plenamente estas p¨¢ginas abiertas de par en par donde no hay nada que poner o interpretar, que no exigen el menor esfuerzo de su parte.
No es preciso sino sentarse y esperar, re¨ªr o dejarse llevar por un vertiginoso carrusel de im¨¢genes que har¨¢ las delicias de todos: de los ex¨¦getas de cine y de las elites de vuelta ya de todo, que, en el secreto de la vida y del arte, buscan sin demasiado esfuerzo, en la oscuridad de las salas de cine, la fuente de la etema felicidad.
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