Los hispanohablantes ser¨¢n la mayor minor¨ªa norteamericana en 1990
Los hispanos en Estados Unidos tienen cinco millones de votos, concentrados en Estados tan importantes como California y Texas, capaces de inclinar, en un futuro no muy lejano, hacia un lado u otro una elecci¨®n presidencial. Sus l¨ªderes, que han tomado una conciencia creciente de su poder y reivindican un mayor protagonismo pol¨ªtico, afirman, bas¨¢ndose en las ¨²ltimas estad¨ªsticas, que la hispana ser¨¢ la primera minor¨ªa del pa¨ªs antes de 1990. El corresponsal de EL PA?S en Washington visit¨® recientemente los Estados del oeste de la Uni¨®n, donde la realidad hispana es m¨¢s pujante. La serie de reportajes que iniciamos hoy explica la situaci¨®n de esta minor¨ªa, sus problemas con la Administraci¨®n de Washington, que acaba de decidir recortes presupuestarios para la educaci¨®n biling¨¹e, clave para mantener la identidad hispana y sus perspectivas de futuro.
La influencia en todos los sectores de la minor¨ªa con mayor incremento demogr¨¢fico de Estados Unidos experimenta un continuo progreso. Cuando a principios de a?o el departamento del censo norteamericano anunci¨® las ¨²ltimas cifras de la poblaci¨®n en Estados Unidos, para muchos fue una sorpresa comprobar que la comunidad hispana en EE UU hab¨ªa experimentado un crecimiento del 65,1% en los ¨²ltimos diez a?os, de nueve millones en 1970 a casi quince millones en 1980."Seremos la primera minor¨ªa de EE UU antes de 1990", dicen un¨¢nimes los l¨ªderes de los movimientos hisp¨¢nicos en Norteam¨¦rica. Es una predicci¨®n razonable, llena de esperanzas para los hispanos, pero tambi¨¦n llena de interrogantes para los medios pol¨ªticos, culturales y econ¨®micos.
A diferencia del conglomerado de razas, colores y religiones que forman la poblaci¨®n norteamericana, la minor¨ªa hispana no s¨®lo nunca lleg¨® a integrarse plenamente a la mayor¨ªa angl¨®fona, sino que revive, incluso, actualmente una toma de conciencia de su fuerza y sentimiento diferencial. Con una superioridad de casi el 60% de origen mexicano, otro 15% de origen puertorrique?o y alrededor del 6% de origen cubano, la minor¨ªa hispana vive hoy un flujo considerable de nuevos emigrantes de otros pa¨ªses latinoamericanos.
"Son gente preparada, con estudios universitarios muchos de ellos". Forman la nueva generaci¨®n de ilegales, que en muchos casos no tienen nada que ver con la imagen tradicional de la emigraci¨®n clandestina de origen mexicano que atraviesa por millones el r¨ªo Grande, en la frontera mexicano-estadounidense, para trabajar en las plantaciones agr¨ªcolas californianas.
Nace "Mexiam¨¦rica"
El fen¨®meno binacional, bicultural y biling¨¹e creado por la minor¨ªa hispana en Estados Unidos se divide en tres grandes grupos, siendo el m¨¢s numeroso e importante el de los Estados del Suroeste, integrado por los mexiamericanos, el m¨¢s radical, el puertorrique?o, y el m¨¢s influyente en los medios econ¨®micos, el cubano.
"'Mexiam¨¦rica es una realidad en Estados como California y Texas", escribe el periodista Joel Garreau en su libro Las nueve naciones de Norteam¨¦rica. Ciudades como Los Angeles no son tan s¨®lo la segunda en importancia demogr¨¢fica en EE UU, sino tambi¨¦n la segunda ciudad mexicana despu¨¦s de la capital del Estado de M¨¦xico.
Al este de Los Angeles, donde el r¨ªo divide la urbe californiana, los barrios, las casas, la comida, la televisi¨®n, las escuelas y muchas empresas peque?as son casi id¨¦nticas a las de una gran ciudad mexicana.
Casi dos millones de personas, legales o indocumentados, residen en el barrio de Los Angeles. Hist¨®ricamente, el suroeste de Estados Unidos, que incluye los Estados de California, Nuevo M¨¦xico, Arizona, Colorado y Texas, era Aztlan, tierra de los aztecas. Un mito que los j¨®venes radicales chicanos, popular denominaci¨®n que se da en EE UU al mexicano-estadounidenses mantienen vivo a la hora de hablar de sus problemas. "Antes que los anglos est¨¢bamos nosotros en esas tierras de San Francisco a El Paso, en una mezcla mestiza entre indios y espa?oles", comenta en el barrio Jos¨¦, de diecinueve a?os, bebiendo tecate, cerveza mexicana que hay que mezclar con sal para darle sabor a tequila.
M¨¢s de 3.000 kil¨®metros, algo as¨ª como de Madrid a Estocolmo, discurren entre la frontera mexicano-estadounidense. "Imposible de controlar", alegan las autoridades fronterizas norteamericanas. La migra, como la llaman los hispanos, cuya misi¨®n es detener el flujo de emigrantes clandestinos.
Un flujo hist¨®rico con implicaciones pol¨ªticas, sociales y econ¨®micas, incapaz de ser frenado con verjas met¨¢licas de tres metros de altura, patrullas de helic¨®pteros o perros rastreadores. Anualmente, unos 800.000 indocumentados cruzan el r¨ªo Grande o las zonas des¨¦rticas que separan Estados Unidos de M¨¦xico.
Un proyecto de la Administraci¨®n Reagan quiere ordenar esta emigraci¨®n con tarjetas de trabajador invitado. Pero cada bando encuentra sus ventajas en la actual situaci¨®n. M¨¦xico exporta poblaci¨®n y mantiene una influencia nada despreciable en ¨¢reas claves del territorio de EE UU. Los empresarios y agricultores tienen una mano de obra barata y disciplinada. Los comerciantes de las ¨¢reas fronterizas realizan ping¨¹es negocios con los indocumentados.
"C¨¦sar Ch¨¢vez es el l¨ªder hist¨®rico que lanz¨® los primeros movimientos reivindicativos contra la explotaci¨®n de los chicanos. Pero hoy el fen¨®meno ha cambiado. Deja de ser agrario para convertirse en urbano", comenta desde su mesa de trabajo Carlos Garc¨ªa, director de Telacu, una de las cooperativas m¨¢s activas del barrio este de Los Angeles, con promoci¨®n de ¨¢reas comerciales para peque?a y mediana empresa hispana, instituciones de ahorro y servicios sociales exclusivamente dedicados a los hispanos. No hay otros habitantes en esta ¨¢rea de Los Angeles.
Queremos mayor identidad pol¨ªtica
Para defender a los hispanos contra la discriminaci¨®n naci¨®, hace 52 a?os, Tulac, organizaci¨®n de hispanos representada hoy en 44 de los cincuenta Estados de la Uni¨®n que forman Estados Unidos de Am¨¦rica. "Queremos mayor identidad pol¨ªtica", expone sin reparos Tony Bonilla, nuevo presidente elegido durante la convenci¨®n nacional en Alburquerque, Estado de Nuevo M¨¦xico.
"Los hispanos somos cinco millones de votos, concentrados en Estados claves como California y Texas, con posibilidad de inclinar una elecci¨®n presidencial", zanja Bonilla, representante de m¨¢s de cien agrupaciones de hispanos adheridas a Tulac, muy vinculadas a la educaci¨®n.
"En Washington son poco sensibles a nuestras peticiones", expone Bonilla, "a pesar de que por vez primera en la historia hubo un trasvase del voto hispano hacia el Partido Republicano en la ¨²ltima elecci¨®n presidencial, cuando tradicionalmente el 90% del voto hispano va hacia los dem¨®cratas". Las cr¨ªticas se acent¨²an contra la Administraci¨®n del presidente Ronald Reagan. Los recortes para la educaci¨®n biling¨¹e, de capital importancia para mantener la identidad preocupan a los dirigentes de organizaciones hispanas.
"Tratamos de mejorar las relaciones entre M¨¦xico y Estados Unidos y contamos con el apoyo de M¨¦xico para reforzar la identidad hispana en EE UU", dice Bonilla, "un apoyo cultural para que los nuestros est¨¦n siempre orgullosos de nuestra cultura".
Los hispanos tienen problemas en la educaci¨®n para mantener un equilibrio entre el coraz¨®n hispano y el realismo saj¨®n. Quieren m¨¢s representantes en el Congreso (actualmente hay s¨®lo cinco en la C¨¢mara, m¨¢s un comisionado por Puerto Rico y ning¨²n senador).
Cuentan con un neto progreso de la influencia de la televisi¨®n y radio en espa?ol y un tejido de m¨¢s de cien organizaciones que van desde el potente Consejo Nacional de la Raza, el Chicano Forum, la C¨¢mara de Comercio Latina de Estados Unidos, hasta el influyente secretario de la Conferencia Cat¨®lica para Asuntos Hispanos.
"Con un futuro avalado con el 40% de nuestra poblaci¨®n menor de dieciocho a?os", concluye Bonilla, pensando en un horizonte del a?o 2000.
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