Ortega
Ha iniciado Juli¨¢n Mar¨ªas, en Madrid, un nuevo curso sobre Ortega, y no he podido asistir a la primera conferencia, quiz¨¢ la que m¨¢s me interesaba: ?Ortega ha contribuido a que el idioma espa?ol pueda utilizarse como instrumento filos¨®fico de primer orden?, dijo Mar¨ªas. Ah¨ª le duele.Theodor W. Adorno, en su Terminolog¨ªa filos¨®fica, conferencia n¨²mero 19, dice: ?La filosof¨ªa es aquella forma de conocimiento a la que el lenguaje es esencial?. De modo que no es s¨®lo el castellano, sino que hay un general descenso de la filosof¨ªa sobre la sintaxis, de los ¨¢ngeles de la abstracci¨®n sobre la aldea de las palabras, y Ortega, moderno e hijo de la modernidad (a favor y en contra de sus propias palabras), no pod¨ªa sino participar de ese solemne y hermoso descenso, que tambi¨¦n puede entenderse como una asunci¨®n del lenguaje hacia su plenitud de significado. Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, ahora centenariado, dice en Diario de poeta y mar, tras contemplar largamente el cielo desde el barco: ?Y has ascendido, cielo, hasta tu nombre?. Cada palabra, atentamente reflexionada o flexionada, asciende en nosotros hasta su significado m¨¢s puro. Cada idea, cuando pretendemos definirla, toma la estructura reptil y cordial de una palabra. Es lo de Borges/Santo Tom¨¢s: ?S¨¦ lo que es el tiempo si no me lo preguntan?. Sabemos ?o que significa una palabra si nonos lo preguntan o nos lo preguntamos. Si nos lo preguntamos despacio, la palabra significa ya otra cosa m¨¢s esencial, m¨¢s pura, libera mayor veracidad sobre su objeto. Ortega y Adorno coinciden, como pensadores de ahora mismo (pensadores de los que a¨²n vivimos) en que el lenguaje filos¨®fico es la filosof¨ªa misma.
Juli¨¢n Mar¨ªas, muy oportunamente, refiere esto al castellano de Ortega, y digo muy oportunamente porque -aunque Mar¨ªas vaya por m¨¢s nobles escarpaduras- a m¨ª me ha dolido y preocupado siempre eso que era t¨®pico entre los ni?os de derechas que, empez¨¢bamos a pensar en la cocina de casa, que es donde piensan los ni?os: ?Ortega.escribe demasiado bien para ser un buen fil¨®sofo?. Y Her¨¢clito y Plat¨®n y Erasmo y Voltaire y Kierkegaard y Heidegger y Unamuno, y d'Ors y Hegel y Marx (Marx no consigue revolucionar el tiempo, pero s¨ª el lenguaje de nuestro tiempo). Durante el se?oritismo alfonsino/republicano o durante el autarquismo ¨¢grafo de Franco, parece que para ser buen fil¨®sofo o buen novelista hab¨ªa que escribir mal. La escritura (la buena escritura, que otra no hay) era siempre sospechosa, lo que nos descubre un inconsciente colectivo analfabeto, aparte los ¨ªndices de alfabetizaci¨®n de cada ¨¦poca. Aqu¨ª tememos a la buena prosa texturada (que exige siempre una lectura oblicua) como los salvajes temen a la c¨¢mara de fotos. Salvajes y espa?oles tienen raz¨®n, porque Ortega ayer y la tele hoy les pueden devolver su m¨¢s cruda imagen (acaba de secuestrarse en TVE un filme de Olea que cuenta eficazmente los 40/40). Lo dec¨ªa hace poco Jorge Guill¨¦n, desde M¨¢laga:
-S¨®lo utilizo las palabras que he vivido.
He aqu¨ª un planteamiento ling¨¹¨ªstico/ filos¨®fico semejante a los de Ortega y Adorno. Claro que Guill¨¦n desechapintadas por carteles, que es la palabra que ¨¦l vivi¨®. Y no cuenta con que dos generaciones de espa?oles han vivido ya intensamente (incluso ¨¦picamente pericolosamente, frente a la madera) la palabra pintada, sus pintadas rel¨¢mpago antifranquistas. Y que me perdone el gran maestro, amigo y poeta, la observaci¨®n.
Berroque?os en nuestro t¨®pico montaraz de que Ortega escrib¨ªa demasiado bien, hoy se ha sabido que en ese demasiado es precisamente donde est¨¢ la filosof¨ªa y la l¨ªrica, que son la misma cosa, o sea, el exceso de significado/ significante, indisolubles para Jakobson. Lo esquematiza para siempre JRJ (tanta cita l¨ªrica no es ociosa en esta cronica de fil¨®sofos): ?Intelijencia, dame el nombre exacto de las cosas?.
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