La proca¨ªna
Ha venido la proca¨ªna estable, como nueva mandr¨¢gora contracultural, y las dos primeras oleadas de pacientes (caros) son viejos y menop¨¢usicos. Si la doctora Aslan le da la proca¨ªna a Gir¨®n, la revoluci¨®n pendiente puede pender hasta el fin de los tiempos.Con respecto a la menopausia, parece probado que el tratamiento (por lo que me dicen m¨¦dicos de la sucursal madrile?a) aminora los efectos destructivos del trance en la psicolog¨ªa de la mujer. En cuanto a que pueda devolverles a ellas el potrancamen de Mar¨ªa Casal, lo m¨¢s probable es que nunca lo tuvieran, porque no, se hab¨ªa visto desde antes de la guerra potrancamen semejante, y de eso no podemos culpar a la doctora rumana, que no es que no haga milagros, sino que, como trabaja en un pa¨ªs socialista y aconfesional, se los prohibe la censura. Despu¨¦s de los viejos marchosos, que quieren seguir haciendo el amor y la guerra como si a¨²n no hubi¨¦semos tomado Bilbao (que dice Arzallus que lo vamos a volver a tomar), y despu¨¦s de las menop¨¢usicas, que quieren vivir las rosas de oto?o de don Jacinto Benavente (siempre hay un Benavente en la vida y el teatro de Espa?a, para alivio ret¨®rico de menopausias), viene la tercera generaci¨®n proca¨ªnica, o sea, los reum¨¢ticos, que ver¨¢n muy aliviadas las re¨²mas con unos Iodos o barros que pone la se?ora As¨ªan por la parte del cuerpo. Con los terrores del milenio -colza, golpismo, Arzallus, Reagan, comandos mejilloneros- vuelven siempre las utop¨ªas del milenio, la fuente de la eterna juventud, que ahora cae m¨¢s o menos por la. fuente de Cibeles, todo seguido para arriba.
El tratamiento/ Aslan, con m¨¢s de treinta a?os de vigencia en Ruman¨ªa, est¨¢ all¨ª en buena medida socializado, es asequible a mucha gente, aunque no sea un tratamiento barato. Aqu¨ª, en Espa?a (250 centros/ Aslan en el mundo), se va a convertir en un tratamiento elitista, no s¨®lo por los precios, sino porque son las clases cultas, privilegiadas, las que m¨¢s se preocupan por su presente est¨¦tico y su futuro geri¨¢trico, y las que gozan de mayor informaci¨®n (en un pa¨ªs sanitariamente salvaje, don Sancho) respecto de una medicina preventiva. Aqu¨ª somos j¨®venes con la chispa de la vida y la chispa de la tele, pero comprarjuventud cuesta caro. Dec¨ªa el gran Alvaro Cunqueiro que ?el oro es el m¨¢s misterioso vecino del hombre?. En Occidente s¨®lo hay algo m¨¢s caro que comprar oro: comprar tiempo. Se compra tiempo en Incosol, en Puerto Ban¨²s, en las grandes cl¨ªnicas geri¨¢tricas y de cirug¨ªa est¨¦tica. El resto del personal, o sea, los no habitu¨¦s de esos balnearios isot¨®picos, o sea, toda Espa?a, se curan las re¨²mas con caldillo de ajo, que mi tia lo mete en un frasco deagua y toma dos cucharaditas todas las ma?anas. Mano de santo, que va por los ochenta. A m¨ª me parece bien que Ruman¨ªa/Aslan difundan su proca¨ªna mandrag¨®riea por el mundo (lo que es de un hombre, acaba siendo de la humanidad, como el sistema astral, que primero era s¨®lo de Kepler), pero lo demon¨ªaco del capitalismo salvaje es que empez¨® por el lema ?el tiempo es oro?, como m¨¢xima de oficina, y ya lo aplica de modo literal y cruento: el tiempo (salud, longevidad) est¨¢ car¨ªsimo en Occidente. La ciencia, como la cultura, se hacen clasistas en cuanto entran, en nuestro f¨¦rre6sistema de clases. Ferrer Salat aparec¨ªa anteayer en este peri¨®dico como m¨¢ximo accionista de unos laboratorios que fabrican una cosa que no sirve para nada, y que est¨¢n financiados por la Seguridad Social.
Don Jes¨²s Sancho Rof pudiera autorreivindicarse un poco financiando en parte las nuevas profilaxis y terap¨¦uticas que nos llegan acreditadas del mundo. M¨¢s all¨¢ del reparto de bienes, el reparto de riqueza y el reparto de cultura, est¨¢ el reparto de tiempo. El tiempo, aqu¨ª, tambi¨¦n es un latifundio.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.