El incremento de la abstenci¨®n, directamente relacionado con la crisis del caciquismo
Entre sondeos contradictorios y predicciones de resultados m¨¢s relacionadas con la adivinaci¨®n que con el an¨¢lisis sociol¨®gico, existe un solo punto en el que las diversas fuerzas pol¨ªticas concurrentes parecen coincidir ante las elecciones que se celebran hoy: el papel decisivo que protagonizar¨¢ -esta vez m¨¢s que nunca- una abstenci¨®n supuestamente hist¨®rica y tradicional en Galicia, pero que se trata de un fen¨®meno reciente. Curiosamente, a la ca¨ªda del caciquismo, con el advenimiento de la democracia, acompa?a una ca¨ªda del voto. Hay quien da una interpretaci¨®n positiva al tema: al menos los gallegos gozan de la libertad de quedarse en casa. Antes no pod¨ªan.
Caracter¨ªstica distintiva de un ¨¢mbito electoral en el que no escasean precisamente las peculiaridades -desde los procedimientos de inducci¨®n al sufragio hasta los m¨¦todos de transporte de posibles votantes a los colegios-, el absentismo ante las urnas determinar¨¢, probablemente, el que no sean tanto los que emiten su voto como los que renuncian al ejercicio de ese derecho quienes decidan los resultados finales.As¨ª parecen haberlo entendido desde un principi¨® los partidos que podr¨ªan sufrir m¨¢s directamente las consecuencias de la abstenci¨®n, y con ellos, los sectores econ¨®micos y sociales que les son afines. La existencia de un voto dirigido e inconsciente, de car¨¢cter ampliamente mayoritario en el conjunto del electorado, justifica precisamente -seg¨²n reconoci¨® el presidente de la Confederaci¨®n de Empresarios de Galicia, Alvaro Rodr¨ªguez Eiras- la campa?a iniciada hace ya m¨¢s de un mes por la patronal gallega con el doble objetivo de combatir la abstenci¨®n y propiciar el voto a los partidos no marxistas, como Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico (UCD) y Alianza Popular (AP).
En realidad, los dos fines resultan interdependientes si se tiene en cuenta que el voto dirigido -de origen, esencialmente rural- ha venido beneficiando en todas las consultas electorales al partido en el poder, como lo prueba, entre otras cosas, el que la progresiva deserci¨®n de los gallegos frente a las urnas trajera consigo un brusco descenso en la cuota global de votantes de UCD. El partido del Gobierno, que entre las elecciones generales de 1977 y las municipales de 1979 perdi¨® m¨¢s de 200.000 sufragios, afronta la eventualidad de un serio rev¨¦s -aun en la hip¨®tesis de que conservase la minor¨ªa mayoritaria- si las cifras de participaci¨®n en estos comicios no superan sustancialmente a las del pasado refer¨¦ndum. Aficionados hay, incluso, a la estad¨ªstica pol¨ªtica, que sit¨²an en la divisoria del 60% de abstenci¨®n el l¨ªmite a partir del cual UCD perder¨ªa sus condiciones de partido mayoritario en Galicia.
Si bien todos los partidos -y antes que todos, los presuntos afectados- suelen coincidir en que la abstenci¨®n perjudica en Galicia a la derecha, en general, y al poder, en particular, resulta mucho m¨¢s dif¨ªcil encontrar un punto com¨²n de acuerdo sobre las posibles causas de la mayoritaria indiferencia ciudadana ante los comicios.
Aun dejando a un lado interpretaciones de dif¨ªcil verificaci¨®n como la que hizo el secretario general de la UCD gallega, tras el, pasado refer¨¦ndum -?el esp¨ªritu abstencionista es una herencia celta?, vino a decir Miguel Sanmart¨ªn-, han sido ofrecidas abundantes y en ocasiones contradictoria.s explicaciones sobre el fen¨®meno: desde los desajustes en el censo, que el ministro del Interior considera sobredimensionado en un 30% de su volumen real, hasta la dispersi¨®n del h¨¢bitat gallego o la dureza del clima.
Fen¨®meno reciente
Ninguna de ellas parece, sin embargo, suficiente para explicar por s¨ª sola la cuesti¨®n. En principio hay que recordar que los ¨²ltimos estudios hist¨®ricos sobre el comportamiento electoral de los gallegos -el historiador Jos¨¦ Ram¨®n Barreiro, de la Universidad de Santiago, publicar¨¢ en breve un libro sobre el problema- apuntan a que la abstenci¨®n es en Galicia un fen¨®meno absolutamente reciente, ?Durante el siglo XIX?, dice Barreiro, ?los porcentajes de participaci¨®n electoral fueron generalmente superiores a los del resto de Espa?a, y no hay que olvidar tampoco que en el refer¨¦ndum de ratificaci¨®n del Estatuto de 1936 la abstenci¨®n supuso ¨²nicamente un 25% del censo?. ?Esto no debe inducirnos a pensar, sin embargo?, precisa el historiador, ?que entonces hubiera un mayor grado de madurez pol¨ªtica que ahora en el pueblo gallego: ocurre simplemente que el caciquismo funcionaba de manera perfecta y obligada, en la pr¨¢ctica a votar bajo el control absoluto de cada cacique de zona?.Apoyando su argumentaci¨®n en los datos de Barreiro, el jefe del departamento de sociolog¨ªa de la Universidad de Santiago, Jos¨¦ P¨¦rez Vilari?o, llega a asegurar que la abstenci¨®n es no s¨®lo un fen¨®meno nuevo, sino tambi¨¦n ?un acto de libertad colectiva?. ?El voto?, explica Vilari?o, ?era antes una manera de ser fiel al cacique, pero eso parece haber cambiado definitivamente. Poco a poco, los gallegos han ido entendiendo que las viejas presiones caciquiles ya no son insalvables: que no es cierto, por ejemplo, que les vayan a quitar las pensiones si no votan. Ya no se sienten obligados a votar, y si no lo hacen es porque no quieren, es decir, porque hasta ahora nadie ha sido capaz de interesarlos?.
?Car¨¢cter irreversible?
Vilari?o, que, bas¨¢ndose en las encuestas realizadas desde su departamento, ve en el abstencionismo actual una importante reserva de sufragios para ?un partido de direcci¨®n gallega, galleguista y moderado, porque aqu¨ª todos tienen algo que perder?, asegura que los viejos mecanismos de control del voto tuvieron ¨¦xito en Galicia hasta las primeras consultas del posfranquismo.Las cifras parecen darle la raz¨®n: mientras en el refer¨¦ndum para la reforma pol¨ªtica de 1976 la participaci¨®n alcanz¨® pr¨¢cticamente el 70% del censo, cuatro a?os m¨¢s tarde, en el de ratificaci¨®n del Estatuto, el porcentaje apenas superaba el 30%. Entre una y otra consulta los ¨ªndices de abstenci¨®n, hab¨ªan ido creciendo con escasos altibajos: 40,64% en las elecciones del 15 de junio de 1977; 50,50%, en el refer¨¦ndum de la Constituci¨®n; 48,62%, en las generales de 1979, y 48,72%, en las municipales del mismo a?o. Las provincias del interior -Orense y Lugo-, donde el componente de poblaci¨®n rural es m¨¢s acusado, superaron sistem¨¢ticamente la barrera del 50% de absteci¨®n a partir del refer¨¦ndum constitucional de 1978.
La inc¨®gnita, ahora radica en la imposibilidad de saber si esta evoluci¨®n progresiva hacia el absentismo electoral tiene o no caracteres irreversibles. No parece, en todo caso, que las modificaciones introducidas en el curso desde las elecciones de 1979 vayan a influir de modo significativo.
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