Las malas costumbres
En una reciente conferencia de Prensa en el Ayuntamiento de Madrid, ante la insistente pregunta de c¨®mo no se hab¨ªa reaccionado por parte de los responsables municipales ante las actuaciones presuntamente delictivas de determinada empresa interesada en el concurso de limpiezas, el propio alcalde contestaba: "Probablemente ellos no le dieron importancia. Desconozco cu¨¢les ion las costumbres y usos en este sentido. A lo mejor corresponde al uso y costumbre de la Administraci¨®n no dar importancia a estas cosas. Tendr¨¦ que reflexionar sobre ello". Me imagino el asombro de los honrados ciudadanos que pagan sus peque?os o grandes impuestos y entre los cuales muchos apoyaron con su voto, en abril de 1979, la propuesta socialista de "manos limpias y Ayuntamiento transparente".'El fondo de la cuesti¨®n est¨¢ en el tipo de relaci¨®n entre instituciones y partidos: la responsabilidad del que es elegido por los ciudadanos en la lista de un partido no se permite ejercerla ante los electores, sino que se exige en exclusiva ante las c¨²pulas o direcciones del partido que vienen a suplantar a esos ciudadanos y a las instituciones derivadas de la elecci¨®n: se apoderan as¨ª de la legitimidad otorgada: precisamente por la elecci¨®n.
Puede ocurrir que seg¨²n la voluntad de las ejecutivas regionales y nacionales, o de correlativas comisiones de conflictos, se retire de su puesto a alcaldes y concejales, primando la interpretaci¨®n de supuestos intereses de partido, m¨¢s bien de grupos dentro del partido, sobre los intereses de la instituci¨®n de la propia colectividad.
Y todo ello es posible por una ley de Elecciones Locales, sin parang¨®n en Europa, que entrega el poder y la representatividad en 8.000 municipios espa?oles a las jefaturas de un pu?ado de organizaciones pol¨ªticas. Que nadie entienda ante este razonamiento que yo sea partidario del desconocimiento por parte de los representantes municipales de las l¨ªneas pol¨ªticas y objetivos program¨¢ticos de sus respectivos partidos. Todo lo contrario: pienso que esas l¨ªneas pol¨ªticas y programas deben ser suministrados y atendidos, respectivamente, como primera obligaci¨®n del partido pol¨ªtico y del elegido municipal, y pienso adem¨¢s que es indispensable la existencia de marcos ideol¨®gicos claros, y definidos (socialista, comunista y liberal, por ejemplo) para que la gesti¨®n municipal se apoye en filosorias y programas que se hayan manifestado a la poblaci¨®n para, conseguir su voto, estableci¨¦ndose un compromiso de cumplimiento entre electores y ejegidos. Pero ¨¦sto no tiene nada que ver con la suplantaci¨®n que esas "jefaturas partidarias" hacen de la gesti¨®n municipal.
S¨®lo as¨ª puede entenderse la Interferencia producida y consentida en el -Ayuntamiento de Madrid con motivo del ejercicio de mi responsabilidad como teniente de alcalde socialista. El alcalde reconoce, en p¨²blico y en el mismo Pleno, que he actuado correctamente y en el ¨¢mbito municipal adecuado (el gabinete de direcci¨®n, que ha acogido de inmediato todas mis propuestas menos los ceses, que deben ser posteriores, en su caso, a una investigaci¨®n). El propio Pleno, atendiendo a todo lo ocurrido, manifiesta un¨¢nime su voluntad pol¨ªtica de querellarse contra las empresas que han actuado de forma at¨ªpica, pero nadie quiere o puede impedir que a instancias del PSOE, del que soy en ese momento portavoz y autoridad siguiente a la del alcalde, sea privado de ejercer como portavoz, de poder hablar en la Comisi¨®n Permanente y de asistir'a las reunionbs del grupo de concejales socialistas, culminando la situaci¨®n con mi ausencia forzada del Pleno, donde debo informar sobre los hechos, aleg¨¢ndome que no soy concejal, porque he sido expulsado del partido en el que milito desde hace diez a?os; expulsado en base a unos criterios que no tienen en cuenta ni los hechos ni mi responsabilidad en el Ayuntamiento.
Porque es tan firme la decisi¨®n de imdirme hablar en los ¨®rganos municipales que se recurre a una interpretaci¨®n inaceptable de la ley de Elecciones Locales, que desconoce incluso las competencias de la junta electoral, pese a declarar el cese de mi condici¨®n de concejal, hecho no producido todav¨ªa. Para llegar a este aparente final ha sido necesario que en el Ayuntamiento una llamada Comisi¨®n de Investigaci¨®n, partidaria y bipartidista (PSOE-PCE), suplante el procedimiento ordinario de incoaci¨®n de expediente y nombramiento de juez instructor, mientras en la Comisi¨®n de Conflictos del PSOE se atiende solamente al "perjuicio de imagen" (que, por cierto, no acepto haber provocado) y no a la propia realidad. Se habla de la honradez socialista como elemento de marketing y no de la honradez de los socialistas que hay que mantener y exigir. Son criterios y resoluciones de tribunal de honor m¨¢s que decisi¨®n de compa?eros partidarios de la verdad y del bien colectivo.
He pensado varias veces, mientras escrib¨ªa mi alegaci¨®n ante el XXIX Congreso del PSOE (que Puerta present¨® el mi¨¦rcoles), cu¨¢l ser¨ªa la perplejidad de Pablo Iglesias, Juli¨¢ri Besteiro, Largo Caballero o Andr¨¦s Sabotit, en su d¨ªa concejales del Ayuntamiento de Madrid, si les hubiera ocurrido algo parecido.
Desde la distancia que separa mi val¨ªa de la suya, pero desde el ejemplo individual de honradez que nos legaron para siempre, he llegado a la convicci¨®n de que simplemente he cumplido con mi deber. Y aunque no tengo vocaci¨®n de m¨¢rtir ni de perseguido, he consolidado y hecho firme mi decisi¨®n de seguir cumpliendo con mi deber. Por el pueblo de Madrid que me eligi¨® concejal y por el ideal socialista en el que he vivido los a?os m¨¢s decisivos de mi vida, y que est¨¢ muy por encima de una interpretaci¨®n coyuntural y viciada de un pu?ado de dirigentes que son juez y parte en este asunto.
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