Miguel R¨ªos: la grandeza de un trabajador
La noche se mostraba propicia a la ternura, al reconocimiento multitudinario, a la cosa sentida y agradable. Era el concierto con el cual Miguel R¨ªos, nuestro ¨²nico gran superviviente, cerraba su campa?a de 1981. Y lo hizo en olor de multitudes, porque el Pabell¨®n del Real Madrid se mostr¨® escaso e insuficiente a la hora de dar cabida a un personal deseoso de pasar una noche de viernes con este hombre que nos supera a todos, aunque s¨®lo fuera a base de saber estar.Y no es que Miguel R¨ªos sea un incompetente simp¨¢tico. Es evidente que, de significar ¨²nicamente eso, ni hubiera llegado ni hubiera permanecido. Ocurre simplemente que Miguel es m¨¢s lo que le rodea, su actitud, que su m¨²sica. Para empezar, permiti¨® que el grupo Cadillac utilizara a tope un equipo de lujo, generosidad poco habitual frente a unos teloneros. Luego, en el entreacto, Miguel se trajo una bailarina de vientre (un poco barrilito, la mujer) acompa?ada de comedores de fuego, para luego dar paso a un cortometraje de Pedro Almod¨®var y a la actuaci¨®n de un malabarista. Y esto, que es anecd¨®tico, refleja, ni m¨¢s ni menos, respeto hacia el p¨²blico.
Pero ese respeto, esa actitud, no se para ah¨ª, sino que contin¨²a (o empieza) llevando un grupo de m¨²sicos excelentes, invitando a escena a los compositores de sus ¨¦xitos y, sobre todo, desga?it¨¢ndose encima de un escenario, sudando la camiseta, como siempre debiera ser. Lo descrito ya valdr¨ªa una ovaci¨®n de las muchas que se le obsequiaron, pero es que, adem¨¢s, Miguel R¨ªos es un bicho de escenario. Vale decir que lo de menos son sus canciones, siempre llenas de altibajos, sino la forma en que las trabaja, todo mojado y con camisa neorrom¨¢ntica bajo los focos. Tiene magnetismo. Se le ve disfrutar cuando los m¨²sicos tocan, y estos se lo pasan bien porque se saben apreciados y admirados por el l¨ªder. Todo lo cual crea un ambiente de verdad, de honestidad y de esfuerzo suficiente como para romper cualquier escepticismo, cualquier cinismo despectivo.
Miguel estuvo como en ¨¦l es habitual e hizo lo que ten¨ªa que hacer: darle marcha a la gente y soltarle esas parrafadas ideol¨®gicas tan suyas. En realidad, nada que no se hubiera visto; pero es que tampoco hac¨ªa demasiada falta.
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