Domingo pacifista en Europa
DENTRO DE lo que la historia tiene de especulaci¨®n, de c¨¢lculo del pasado, es l¨ªcito suponer que las grandes manifestaciones pacifistas. de los a?os cincuenta tuvieron una gran influencia en la contenci¨®n de una guerra mundial, que hubiera sido como un ap¨¦ndice de la anterior. Se. frustr¨® entonces una visi¨®n pol¨ªtico-militar que calculaba que era el gran momento para dirimir la vieja contienda contra el comunismo, en vista de la superioridad de armamentos de Estados Unidos. Y se frustraron en ella tambi¨¦n grandes personajes, como los generales Mac Arthur y Ridgeway, los civiles McCarthy y Foster Dulles, y muchos entonces menores e invisibles: uno de ellos, Ronald Reagan. Reagan ha llegado ahora a la Casa Blanca con la noci¨®n del error de entonces, con la filosof¨ªa pol¨ªtica de que se dejo pasar la mejor ocasi¨®n y que, al dejarla pasar, la URSS comenz¨® una gran expansi¨®n, y Estados Unidos, una retracci¨®n.No parece, sin embargo, que sea esa la verdadera situaci¨®n hist¨®rica. Objetivamente, las p¨¦rdidas materiales y morales de la URSS, el desprestigio global y local del comunismo y su fragmentaci¨®n, la misma perplejidad incapaz de adecuarse a las evoluciones de la din¨¢mica de la vida de los dirigentes de Mosc¨², parecen situarla en el momento m¨¢s bajo de su historia despu¨¦s de consolidada la revoluci¨®n, y en el m¨¢s peligroso despu¨¦s de la invasi¨®n alemana. Pero, por este lado, puede creer Reagan que es buen momento para recuperar el tiempo perdido. Es decir, que Estados Unidos cuenta con una nueva ocasi¨®n, quiz¨¢ la ¨²ltima -por lo menos, la ¨²ltima para ¨¦l de saldar la antigua cuenta.
A nadie se le oculta el enorme riesgo que puede comportar un error de c¨¢lculo. Un riesgo que conlleva la posibilidad de una tercera guerra mundial, y una guerra que se nos ha descrito muchas veces como la del fin del mundo. Ese riesgo despierta otra vez el antiguo pacifismo.
El pacifismo, nacido en Alemania Occidental -por la sensibilidad especial de ser una zona fronteriza y por los sufrimientos de guerra y posguerra que han conocido algunas de las generaciones que a¨²n viven-, se extiende. incesantemente. Las manifestaciones del domingo en Bruselas, Par¨ªs, Londres y Roma se?alan el crecimiento de esta corriente, que se fortalece a medida que Europa va siendo designada como el teatro de las futuras operaciones.
Tampoco esta vez son manifestaciones desde?ables. Las de los a?os cincuenta no se limitaron al espect¨¢culo callejero, sino que terminaron canaliz¨¢ndose en unas corrientes de voto que desplazaron de los poderes a los pol¨ªticos de guerra y los sustituyeron por otros; en el mismo Estados Unidos fue este pacifismo el que llev¨® al poder a Kennedy, continuando la l¨ªnea que ya hab¨ªa producido a?os antes la sorpresa mundial de que Churchill, h¨¦roe de la guerra, fuera derrotado pol¨ªticamente apenas la hubo ganado. Esa misma opini¨®n p¨²blica volvi¨® a actuar en Estados Unidos como rechazo a la guerra de Vietnam; y gan¨®.
Puede que Reagan desde?e una vez m¨¢s -como lo trataron de hacer sus antecesores- la fuerza de este movimiento del nuevo pacifismo europeo. El Post, de Washington, ha advertido en un editorial que este movimiento va m¨¢s all¨¢ "de su base tradicional del pacifismo religioso y de la pol¨ªtica de extrema izquierda": 600.000 personas en las calles de un domingo en Europa significan millones de conciencias movilizadas. Querer interpretar, como se hace en los c¨ªrculos de la Casa Blanca, esta acci¨®n como una movilizaci¨®n comunista, un efecto de la propaganda sovi¨¦tica o de la habilidad de los agentes e .intelectuales a sueldo, muestra una ignorancia de la realidad; o un desprecio de ella. El comunismo no tiene hoy ninguna fuerza moral en la Europa occidental -y menos a¨²n, evidentemente, en la Europa que est¨¢ bajo su dominio y dictadura-, como lo van demostrando sus sucesivas p¨¦rdidas electorales. El modelo sovi¨¦tico no alista hoy a nadie, ni siquiera en el Tercer Mundo. Es un modelo que la mayor¨ªa de europeos desear¨ªa ver desaparecer: un modelo negativo, un espejo oscuro, como dec¨ªa san Agust¨ªn. El domingo pacifista de Europa es la elevaci¨®n de otras fuerzas, de otras angustias,- de otras conciencias. S¨ª en los a?os cincuenta el movimiento pacifista se convirti¨® en una corriente electoral que cambi¨® la cara al mundo de la guerra y de la posguerra, puede hoy volver a tener la misma fuerza. Algo de ese sentido ha habido en las elecciones de Francia y, sobre todo, en las de Grecia; y algo de ello est¨¢ apareciendo otra vez en el mismo Estados Unidos.
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