S¨¢tira de la mezquindad
El osoDentro del marco del I Festival Internacional de Danza, el grupo madrile?o Teatro de la Danza ha vuelto a la sala Olimpia, donde el a?o pasado obtuvo ya un buen ¨¦xito con el Diario de un loco, de Gogol, que luego ha paseado por varias provincias. Esta vez el p¨²blico se entreg¨® sin restricciones: nada hay m¨¢s de agradecer que el humor inteligente, y eso, envuelto en el talento bien trabajado de los actores-bailarines, es lo que ofrece Teatro de la Danza.Apoy¨¢ndose en el texto de dos obritas de Chejov -El oso y La petici¨®n de mano-, en que satiriza cari?osamente la mezquindad, el machismo y otras virtudes de la clase media rural de su ¨¦poca, Llopis y Olmos han montado un espect¨¢culo en que el movimiento, introducido como ilustraci¨®n del texto y como medio de dar forma a cada emoci¨®n, sirve espl¨¦ndidamente el prop¨®sito: ?qu¨¦ mejor manera de subrayar grotescamente una ofensa que levantar con fuerza y precisi¨®n una pierna y pasarla por encima de la cabeza del ofensor? El efecto c¨®mico de la palabra se amplifica con el adem¨¢n absurdo y se proyecta con toda felicidad hasta el fondo de la sala. Lo mismo ocurre cuando el movimiento se utiliza para, a efectos de caracterizaci¨®n, negar el sentido literal de una frase o cuando una pose acad¨¦mica se emplea para rid¨ªculizar una hipocres¨ªa.
de Ant¨®n Chejov
Coreograf¨ªa de Antonio Llopis y direcci¨®n de Luis Olmos, interpretada por Montserrat Gonz¨¢lez, Antonio Llopis y Luis Olmos.La petici¨®n de mano, de Ant¨®n Chejov. M¨²sica de Kabaleysk. Coreograf¨ªa de Antonio Llopis. y direcci¨®n de Luis Olmos; interpretada por Montserrat Gonz¨¢lez, Antonio Llopis y Victoria Hern¨¢ndez. Teatro de la Danza. Sala Olimpia 27 de octubre.
Hasta qu¨¦ punto esta f¨®rmula podr¨ªa servir con igual eficacia un texto m¨¢s d¨¦bil o de otra intenci¨®n puede ser cuestionable. Ni un texto de car¨¢cter dram¨¢tico podr¨ªa ilustrarse as¨ª, ni la coreograf¨ªa de Llopis, efectista pero limitada, podr¨ªa arrastrar por s¨ª sola un di¨¢logo menos agudo. No s¨®lo surgir¨ªa el problema del absurdo de dar saltos en medio de una conversaci¨®n, sino que habr¨ªa que afrontar la necesidad de dar una unidad expresiva al movimiento. La cohabitaci¨®n del movimiento natural con el elaborado de la danza funciona muy bien, porque lo que se pretende es profundizar en la contradicci¨®n y el disparate, pero tarde o temprano un grupo serio, como Teatro de la Danza, tendr¨ªa que plantearse tambi¨¦n otras salidas.
La interpretaci¨®n de los cuatro actores-danzantes alcanz¨® momentos de puro virtuosismo, que resultaron irresistibles para el p¨²blico, que interrumpi¨® varias veces, sobre todo hacia el final de Petici¨®n.
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