La caligraf¨ªa no es el drama
El estruendo oficial en torno, a Picasso y al Guernica debiera tener una respuesta desde el bando de quienes lo sufrimos un tanto estupefactos por lo venal y lo hueco de los comentarios encomi¨¢sticos y glorificantes.Da un poco de verg¨¹enza. Espa?a jam¨¢s hubiera dejado que aquel Pablo Ruiz lleg¨¢se jam¨¢s a ser Picasso. Ni siquiera Barcelona, digamos la verdad; all¨ª, donde Opisso -que termin¨® haciendo historietas para el TBO y que me parece el triste negativo de Picasso- no lleg¨® ni a morir decentemente. Ahora hay algo aqu¨ª de aprovechamiento plebeyo y banderoleo demag¨®gico en torno a una gloria a la que no hemos contribuido lo m¨¢s m¨ªnimo. Eso lo saben sus hijos, sus parientes, sus mejores amigos y sus verdaderos admiradores. Horroriza ver a este pa¨ªs no s¨®lo en la forma de tratar a sus vivos con audacia de pensamiento est¨¦tico, filos¨®fico o literario, sino en la forma ceremonial de manipulaci¨®n de sus momias, el car¨¢cter b¨¢rbaro y sumiso hasta la abyecci¨®n con que las sacraliza. Dan ganas de no poner los pies en el Cas¨®n del Buen Retiro. Y muchas m¨¢s de apagar la televisi¨®n.
Ese cuadro, el Guernica... Ya sabemos que se hace un s¨ªmbolo de lo que se quiere cuando se quiere un s¨ªmbolo. Pero tambi¨¦n hace falta la opini¨®n de quienes de verdad intentan conocer en sus l¨ªmites materiales la naturaleza del objeto. Bueno, pues en los objetos estamos. Hay que hablar de Picasso y del objeto que para ¨¦l fue la pintura. S¨ª, porque Picasso levant¨® un proceso formal a la pintura, objetiviz¨¢ndola al m¨¢ximo. Otros lo intentaron antes que ¨¦l, ciertamente, comenzando por C¨¦zanne, pero Picasso, el gran ep¨ªgono, atraves¨® con ello las fronteras de lo posible y destruy¨® en su pintura todo significado que no fuera est¨¦tico y formal. Occidentaliz¨® el arabesco. Todo puede decirse de la caligraf¨ªa menos que la caligraf¨ªa sea una cosa dram¨¢tica.
Si de veras tenemos un sentido est¨¦tico libre y sin prejuicios, si conocemos la seducci¨®n del juego y su nobleza, siempre sentiremos una gozosa sensaci¨®n al contemplar ese cuadro prodigioso llamado Los m¨²sicos, de un equilibrio formal inenarrable. O esas Se?oritas de Avignon. S¨ª, todo eso est¨¢ muy bien, os espl¨¦ndido. Pero en su esfera. Es decir, en sus prop¨®sitos cumplidos y bien cumplidos.
Picasso le hizo dar un vuelco a la pintura. Pero, ?caramba!, tambi¨¦n el mundo y la vida, de alg¨²n tiempo a esta parte, han dado un vuelco tremendo sin pedirle permiso a Pablo Ruiz Picasso, porque la naturaleza es as¨ª, tan imprevisible como ¨¦l, y, como ¨¦l, tampoco se detiene en barras. P¨ªcasso es ya en la historia del arte el final de un proceso iniciado lo m¨¢s agresivamente por ¨¦l mismo, la coronaci¨®n de un sentimiento del arte en una ¨¦poca precisa y que ya conocemos muy bien porque la existencia, el puro devenir, nos al ?a de ella. No es un sentimiento que descartemos. No podemos hacerlo porque es esencial. Pero forma parte de otro m¨¢s complejo. No estamos ya fanatizados por el descubrimiento porque lo hemos asimilado y superado. Me da grima "ese se?or", exiliado o no, progresista o no, que habla de la pintura de Picasso dramatizando sobre la Rep¨²blica, la guerra, la justicia y las bombas alemanas, echando al vuelo palomas y campanas, ditirambos que rozan la m¨¢s cruda cursiler¨ªa, sin saber lo que la pintura de Picasso contiene de verdad. "Oiga usted, se?or m¨ªo, la pintura de Picasso tiene el valor y la gracia de contenerse a s¨ª misma, que ya es bastante, y todo tiene sus l¨ªmites".
Y todo es cuesti¨®n de l¨ªmites en arte. O no habr¨ªa g¨¦neros ni variedad. "?Qu¨¦ viene usted a decirme que Picasso es ?toda la pintura con todo su contenido? si est¨¢ usted diciendo una memez? Picasso no es toda la pintura, sino una f¨®rma de entenderla, lo que ya basta y sobra para darle el marcharno de genial. Y no se le ocurra poner al lado del Guernica La carga de los mamelucos o Los fusilamientos, de Goya, porque est¨¢ cometiendo una imprudencia y confundiendo la velocidad con el tocino".
Un buen d¨ªa, el propio Picasso se encarga a s¨ª mismo el hacer un cuadro sobre, la guerra de Espa?a, y el pobre genio, aturdido por el terrible acontecimiento, "hace lo que puede" desde un sentimiento del arte y de la forma "que no contaba con la hu¨¦speda". ?O es que no se nota? Equivoc¨® el procedimiento, experiment¨® con menos ¨¦xito que otras veces y debi¨® sentirse bastante sorprendido por la manera en que un fracaso, por la emotiva fuerza de las circunstancias, se convert¨ªa en un s¨ªmbolo de lo que no pudo llegar a expresar. A m¨ª, en esto, me parece que Picasso no tuvo la honesta gracia de Zorrilla ironizando sobre el Tenorio, cori algo m¨¢s de elegancia y menos compromisos a cuestas. Y menos energ¨²menos a su alrededor, claro est¨¢.
Claro que est¨¢ claro, y quien as¨ª no lo vea se complace en el cultivo de la supercher¨ªa o en el est¨ªmulo de su propia ignorancia en arte, Hay detr¨¢s -inmediatamente detr¨¢s- de aquel Picasso, sorprendido y aturdido por el doloroso acontecimiento, mucho Diaghilev, mucho Cocteau, mucho Bateau Lavoir, mucho Montparnasse, mucho Satie y mucho Buey sobre el lejado para digerir la sorpresa de la Guernica real y de la historia real, que, como vivas realidades, no son, por desgracia,juego ni gozosa caligraf¨ªa. El Guernica no es un cuadro indigesto -la pintura de Picasso era indigesta para los tozudos con
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servadores-, sino un cuadro indigestado, formalista y hasta formulista. Y para sus in¨ªciales prop¨®sitos, peor que un cuadro de Casado del Alisal o de Moreno Carbonero. Y Picasso -que no era tonto, como tampoco soy tonto yo, y lo mismo aprecio un
Valeriano B¨¦cquer que un Mondri¨¢n en el feliz, eclecticismo que, al fin, hemos conquistado- lo sab¨ªa, vaya si lo sab¨ªa. Para el que entiende, y no le duelen prendas, y no teme al rid¨ªculo, y no se arredra ante los energ¨²menos politicoides, ni los marchantes, ni los pedantes y arribistas cr¨ªticos, y parla el propio Picasso, El fusilamiento de Torrijos cumple su funci¨®n mejor que el asendereado Guernica, porque hay logros est¨¦ticos que, por lo que quiera que sea, no consiguen ser, a la vez, logros dram¨¢ticos en profundidad de contenido legible ,y popular. Para haber hecho un Guernica verdaderamente logrado en este sentido, Picasso, el desfacedor, ten¨ªa que haberse deshecho ¨¢ s¨ª mismo de modo mucho menos aventuradame?te irresponsable que lo hab¨ªa hecho hasta entonces. Ten¨ªa que haberse sangrado m¨¢s. Y Picasso no era de los genios que se sangran. ?Y que no se le puede pedir todo! ?No dec¨ªa que ¨¦l encontraba? Pues ya est¨¢: el Guernica no le encontr¨® a ¨¦l. Su equilibrio formal no basta, se queda. cort¨®. Eso lo ven hasta los ciegos, si tienen al lado un buen lazarillo que se lo cuente. Por un lado, es un "enunciado est¨¦tico" perfectamente consecuente con la evoluci¨®n de la pintura, en el seno mismo de las preocupaciones experimentales de su tiempo. Pero la dicotom¨ªa es evidente, porq ue del lado fallido el Guernica es, mvoluntariamente, un caricatur¨®n casi blasfemo; parece que todo le importa un bledo -como en efecto era as¨ª desde la posici¨®n estrictamente formalista y caligr¨¢fica en que aquel cuadro fue pintado- y se hace claro que engordando una pierna para compensar un juego de masas o vol¨²menes no se engorda una emoci¨®n de otro calibre. Para eso "hab¨ªa que volver atr¨¢s", y para Picasso, en aquel momento, en aquel Par¨ªs, no era cuesti¨®n de volver atr¨¢s, sino de "sostenella y no enmendalla", lo mismo para los cr¨ªticos que para los comunistas. Y para Kanweiler, su marcharite, y para toda la clique que traduc¨ªa la guerra de Espa?a.
Para m¨ª, una exposici¨®n de Picasso es una "gozada", pero lo que me parece evidente, adem¨¢s de fastidioso, es que el Guernica es solamente una "gozada m¨¢s" y no esa cosa tremenda y trascendente que se anda diciendo por ah¨ª, con rasgamiento de vestiduras y con hist¨¦ricos espasmos. Porque Picasso no pintaba con "intenciones" y esa era su revoluci¨®n. No anduvo en esto consecuente ni feliz. Err¨® el golpe y nadie se dio cuenta, porque ya abierta aquella caja de Pandora, todo daba igual. Y aqu¨ª lo mismo, todo da igual. Aqu¨ª, ahora, bajo este insoportable campaneo en torno a esos metros de tela, no hay un solo cr¨ªtico -?Dios les libre!- que sea ca paz de decir que pintar con intenci¨®n un cuadro con el sistema de la "no intenci¨®n" y del hallazgo aleatorio y formalmente sor presivo es una tonter¨ªa de genio, pero tonter¨ªa al fin. Es un ejemplo de inadecuaci¨®n t¨¦cnico-expresiva, y en ese sentido, un cuadro "malintencionado", en donde se da gato por liebre. Y saldr¨¢ alg¨²n fantoch¨®n diciendo que la virtud picassiana por excelencia y la cosa divina era dar gato por liebre y que el rev¨¦s es el derecho y que viva la Pepa. ?En qu¨¦ quedamos? ?No es un cuadro tr¨¢gico? Por aqu¨ª es por donde el barco hace agua, por el lado de la confusi¨®n. El triste secreto del Guernica es que desde una actitud est¨¦tica que rechazaba, por espureo, el tratamiento "sentimental" de un tema no se puede pintar lo que no se quer¨ªa pintar por principio, con lo cual el tema propuesto aparece al final parad¨®jicamente degradado, caricaturizado por la misma forma que "lo rechaza". En este caso particular del Guernica, ese rechazo viene a ser malsonante. Convengamos en que es un cuadro tr¨¢gico, pero s¨®lo porque es un cuadro verdaderamente fallido.
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