Los trabajadores de British Leyland decidieron, a mano alzada, aceptar la oferta de la empresa
M¨¢s de los dos tercios de las treinta plantas de la British Leyland (BL) aceptaron ayer un aumento salar¨ªa? de un 3,8%, cuando su reivindicaci¨®n original hab¨ªa sido de un 17,5%. Sir Michael Edwardes, presidente desde 1977 de esta empresa nacional, hab¨ªa amenazado con liquidar las plantas que se declararan en huelga. Aunque falta por saber qu¨¦ decidir¨¢n hoy las plantas que rechazaron la propuesta de la patronal, la huelga que comenz¨® el lunes ha quedado rota. La victoria de la direcci¨®n garantiza el futuro inmediato de BL, pero no su porvenir a largo plazo, rodeado de incertidumbre.
La primera planta en votar a favor de la propuesta fue la de Long Bridge, que emplea a casi un tercio de los 58.000 trabajadores manuales en huelga de la divisi¨®n de coches de BL. Los representantes sindicales, que la v¨ªspera recomendaron rechazar la oferta, se han cubierto de prestigio ante sus representados y ante los l¨ªderes de los grandes sindicatos -excluido Alex Kitson, del sindicato de los transportes-, quienes recomendaron que se aceptase la oferta patronal, convencidos de que Edwardes, con la BL habiendo perdido 40.000 millones de pesetas en el primer semestre de 1981, no estaba dispuesto a ceder, y podr¨ªa pedir al Gobierno la liquidaci¨®n de la compa?¨ªa.
Triunf¨® el miedo al paro
Los trabajadores, en su gran mayor¨ªa, han aceptado un aumento salarial de un 3,8%, una mejora de una libra (178 pesetas) en las horas extraordinarias, una garant¨ªa de un bono por incentivo m¨ªnimo de 3,75 libras (667 pesetas) por semana, inclu¨ªdos los per¨ªodos de vacaciones y enfermedad, con la promesa de revisar con car¨¢cter de urgencia la consolidaci¨®n de este bono a partir de noviembre de 1982. Por otra parte, se volver¨¢ a establecer un comit¨¦ de negociaci¨®n conjunta entre empleados y direcci¨®n.Los l¨ªderes sindicales estaban convencidos de que "no hab¨ªa m¨¢s dinero". Con su r¨ªgida actitud, Edwardes no ha aumentado el 3,8% de subida salarial, ofrecido en un principio, y, con sus amenazas, el miedo al paro en un momento de profunda recesi¨®n econ¨®mica en este pa¨ªs parece haber triunfado. En esta primera confrontaci¨®n, el Gobierno de Margaret Thatcher -que hab¨ªa decidido no intervenir en la disputa- logra, por el momento, mantener por debajo del 4% fijado el aumento salarial en el sector p¨²blico.
Con el sistema de incentivos a la producci¨®n, los trabajadores de BL ven¨ªan a sacar, en promedio , 11,50 libras m¨¢s a la semana sobre su salarlo. Sin embargo, este sistema, sumamente complejo, ha provocado grandes resentimientos.
La mano dura de Edwardes ha hecho mella, positiva y negativamente. En los ¨²ltimos meses, BL ha mejorado en un 40% su productividad, reduciendo el n¨²mero de horas de trabajo perdidas por paros de un 10%, a un 1,5%. Pero una d¨¦cada atr¨¢s, BL dominaba un 50% del mercado brit¨¢nico del autom¨®vil. Ahora s¨®lo un 17%, dos tercios de ellos cubiertos por dos modelos: el Metro y el Claim. Algunos observadores han se?alado que para ser viable BL tendr¨ªa que dominar un 23% de este mercado, aumentando al mismo tiempo sustancialmente sus exportaciones. Para ello, su producci¨®n tendr¨ªa que aumentar de 500.000 a 800.000 millones de unidades al a?o. Har¨ªa falta un milagro.
BL viene perdiendo 175.000 pesetas al minuto, y en la actualidad Edwardes ha invertido la mitad de los 990 rnillones de libras (174.000 millones de pesetas) asignados por el Gobierno para los planes de reestructuraci¨®n de la empresa nacional de 1981 a 1983. La segunda parte de este plan podr¨¢ ahora ser sometida de nuevo al Gobierno. Edwardes la hab¨ªa retenido, esperando a ver el resultado del voto de ayer. A pesar de este voto, la privatizaci¨®n de parte de la empresa es a¨²n una posibilidad. Edwardes ha invertido este a?o 50.000 millones de pesetas en la planta de Cowley, donde el pr¨®ximo a?o se comenzar¨¢ a producir la gama de los modelos LC-10. Con algunas dificultades, dada la interdependencia de las distintas partes de BL, estas plantas podr¨ªan ser vendidas al mejor postor, con el visto bueno de un Gobierno deseoso de privatizar las compa?¨ªas nacionales, en un esfuerzo por reducir la injerencia del Estado en el mercado.
Estos no son los ¨²nicos problemas. El triunfo de la l¨ªnea dura de Edwardes no presagia nada bueno de cara al futuro de las relaciones laborales, en un pa¨ªs donde la divisi¨®n entre empleados y patronos es casi total.
Desde que fuera nacionalizada en 1975, BL ha digerido 2.300 millones de libras (m¨¢s de 400.000 millones de pesetas) del erario p¨²blico. Y as¨ª, lo que est¨¢ ocurriendo en la British Leyland no se refiere s¨®lo al futuro de la compa?¨ªa. ?Debe el Reino Unido abandonar este campo?, se preguntan diversos comentaristas.
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