Amela
He dicho que los antagonismos Este-Oeste y Norte-Sur se oponen/complementan y que esta oposici¨®n/complementariedad los convierte en tr¨¢gicos callejones sin salida. ?Existen v¨ªas para su superaci¨®n? Algunos comienzan a pensar que la multipolaridad mundial apoyada en una reemergencia de las grandes ¨¢reas posibles, que hoy habr¨ªa que calificar como ecoculturales, constituye, tal vez, la hip¨®tesis m¨¢s practicable.Requisitos
Ahora bien, para que funcione el principio de esas ¨¢reas como instancias, eventualmente estructuradoras del concierto mundial de naciones y generadoras de nuevas formas de organizaci¨®n social, se requiere que:
a) Los pa¨ªses de cada ¨¢rea compartan, aunque sea discontinuamente, una historia com¨²n.
b) Su distancia social, sean cuales fueren los par¨¢metros que se util¨ªcen para medirla, no impida su equiparaci¨®n socioecon¨®mica, en el lapso de una o dos generaciones.
c) Disponga de recursos naturales y de capacidades t¨¦cnicas suficientes para garantizarles un desarrollo acelerado, aut¨®nomo y espec¨ªfico.
d) La utilizaci¨®n de esos recursos y capacidades est¨¦ ya en ejercicio, como prueba de su posible efectividad, pero sin haber alcanzado los niveles de irreversibilidad a que ha llegado en los pa¨ªses m¨¢s desarrollados.
e) Exista una estructura cultural b¨¢sica, en parte com¨²n, que haga posible, por encima de diversidades y diferencias, los intercambios de modos y pautas sociales entre naciones y zonas, la comunicaci¨®n informal entre elites, la espontaneidad y solidaridad colectivas.
Area fundante
Por otra parte, desde este supuesto, s¨®lo puede ser ¨¢rea fundante aquella que comporte la posibilidad de romper los c¨ªrculos viciosos del imperialismo vs. dependencia, y centro vs. periferia, que han ido clausurando sucesivamente los proyectos que se anunciaban como m¨¢s fecundos. El topos de esa ¨¢rea se sit¨²a exactamente en el confin que separa el Norte del Sur, las sociedades posindustriales de las sociedades preindustriales, el desarrollo de la abundancia del subdesarrollo de la miseria. Su funci¨®n esencial es la de multipolarizar los agregados econ¨®micos internacionales; la de constituirse en centro de articulaci¨®n de un nuevo sistema de trabajo, producci¨®n y consumo a nivel mundial; la de servir de v¨ªa unitiva entre los dos extremos irreconciliables.
Unidad hist¨®rica
En la coyuntura actual parece que el ¨¢rea que responde m¨¢s adecuadamente a ese modelo te¨®rico es la formada por el doble eje de los pa¨ªses del Mediterr¨¢neo y de Am¨¦rica Latina.
En efecto, todos ellos participan, si bien en desigual medida, de un mismo proceso hist¨®rico; su espacio es el de la linde que une-separa los dos mundos, y de ah¨ª su virtualidad integradora y su condici¨®n econ¨®mica, aunque objeto de grandes disparidades entre zonas y pa¨ªses, se sit¨²a en lo que cabe llamar el nivel de desarrollo intermedio.
Entre las principales caracter¨ªsticas que lo configuran y que pueden localizarse en el ¨¢rea citemos: la de poseer una industria ya en funcionamiento o de posible generalizaci¨®n inmediata, sin que sus estructuras de producci¨®n y distribuci¨®n de bienes y servicios hayan llegado, pr¨¢cticamente en ning¨²n pa¨ªs, a ese grado de rigidez y consolidaci¨®n que hacen imposible la rearticulaci¨®n de los recursos seg¨²n un nuevo paradigma; la de contar con pautas tecnol¨®gicas y comportamientos sociales que realizan o postulan una modernidad abierta e inacabable; la de disponer de un patrimonio muy importante de fuerza de trabajo y de materias primas que otorga credibilidad a su posible protagonismo mundial.
Y sobre todo ello, su naturaleza de ¨¢rea sostenida por el Mediterr¨¢neo y el Atl¨¢ntico, y en consecuencia abocada a la interrelaci¨®n de hombres y pueblos, a la comunicaci¨®n de culturas, a la funci¨®n de contacto. La unidad del ¨¢rea radica precisamente en la coexistencia de sus diversidades y su destino en hacer circular la pluralidad, en mantener un permanente intercambio. Las crisis del ¨¢rea han sido siempre crisis de su capacidad conectora, de su funci¨®n de plataforma de intercambio. Y la confirmaci¨®n de su existencia depender¨¢ de ellas.
No hace falta aclarar que entre el proyecto que representa esta hip¨®tesis y su posible afectividad, a nivel simb¨®lico y pol¨ªtico, media una inmensa distancia. La desmesura de su prop¨®sito, a la vez que la plausibilidad e inter¨¦s de su planteamiento, son los que hacen que su manipulaci¨®n deba ser paciente y sutil. Es decir, que no cabe el encaramiento frontal de su problem¨¢tica y su conversi¨®n, por ejemplo, en quicio declarado de la pol¨ªtica exterior de un pa¨ªs que quiera convertirse en su principal protagonista y capitalizarlo en su exclusivo o fundamental provecho. Su implantaci¨®n y desenvolvimiento tienen que ser, por el contrario, plurales, equilibrados, progresivos y mediatos. Y su resultado, obra com¨²n, si se quiere que el ¨¢rea aparezca como el primer actor del conjunto.
Se trata de fundar la esperanza en la raz¨®n, de situar la utop¨ªa en l¨ªnea. Y de ponernos en marcha hacia ella. Tal vez el ¨¢rea mediterr¨¢neo-latinoamericana, que podr¨ªamos llamar por su anagrama, Amela, constituya un buen principio.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.