Las inmigrantes dominicanas, un barato servicio dom¨¦stico de moda entre la clase media madrile?a
Su aspecto suele ser inconfundible. Sentadas al sol en cualquier parque, con la cabeza llena de rulos de colores -esos rulos que Fidel ha prohibido usar a las cubanas en la calle-, aprovechan sus horas libres para recrear el querido y lejano paisaje caribe?o. Son las chicas de servicio que durante los tres ¨²ltimos a?os han volado desde la Rep¨¢blica Dominicana hasta Madrid, una mano de obra m¨¢s barata que la nacional y, que sobrevive en medio de grandes problemas de inadaptaci¨®n.
Su destino suele ser cualquier fainilia de clase media madrile?a (pocas son las que van a otras provincias). Constituyen un suave toque de distinci¨®n poco costoso y f¨¢cil de mantener, y son el recambio de las portuguesas y, filipinas que a?os atr¨¢s hicieron la competencia a las chicas de servicio nativas, pero que por dificultades idiorn¨¢ticas han ido quedando en un segundo plano dentro del orden de preferencias de las amas de casa espa?olas.Seg¨²n c¨¢lculos del Consulado de la Rep¨²blica Dominicana en Madrid, durante los ¨²ltimos tres a?os alrededor de 2.000 mujeres dominicanas se han traladado a la capital de Espa?a. Su situaci¨®n laboral es llegal en el 90%, de los casos, va que casi todas ellas pasan la aduana espa?ola en calidad de turistas. Traen un destino fijo facilitado por alguna otra amiga y las condiciones de trabajo son fijadas despu¨¦s; una vez que la chica ha conseguido pasar la aduana, entra a trabajar en una casa en la que, en general, no se le da un sueldo superior a las 10.000 pesetas (el 50% menos de la media que cobran las chicas espa?olas) y una tarde libre de descansp a la semana.
Paula Collado, responsable de la rama de empleadas de hogar de Comisiones Obreras, explica que este sindicato ha recibido nurnerosas consultas y quejas de estas chicas, que, siempre acompa?adas de una compa?era espa?ola, acuden a consultar qu¨¦ es lo que pueden hacer. "En principio, aceptan las condiciones de trabajo (una chica dominicana gana en su pa¨ªs alrededor de 4.000 pesetas mensuales)", explica Paula Collado, "pero luego, en cuanto empiezan a ha blar con otras empleadas, se dan cuenta del trato discriminado que reciben y del agravio comparativo que esto supone. Adem¨¢s, a muchas de ellas el sistema de trabajo les crea un fuerte trauma porque aqu¨ª hay otras formas de actuar y las se?oras no lo tienen en cuenta. Aqu¨ª han venido muchas a consultar, y generalmente no vuelven. Creo que ellas buscan otras v¨ªas para solucionar sus cosas". Nosotras, como sindicato, hemos de nunciado el caso en la Direcci¨®n General de Trabajo, pero parece que no hay mucho que hacer porque entran como turistas, con contratos ilegales arreglados por una agencia pirata que encima se que da con parte de su dinero, pero hasta el momento no parece que existan pruebas suficientes para denunciar a esta agencia.
"Lo peor es que muy poco es lo que se puede hacer por ellas, dado que el trabajo dom¨¦stico", a?ade Paula Collado, "carece de una regulaci¨®n legal. Si encima est¨¢n aqu¨ª en situaci¨®n irregular. 'la situaci¨®n se agrava".
El paso al club nocturno
Una de las v¨ªas suele ser el paso a cualquiera de los muchos clubes nocturnos madrile?os, en los que estas chicas (mulatas, altas y generalmente atractivas) son aceptadas con oran facilidad. En el propio Consulado dominicano, la funcionaria de servicio apunta que estas chicas llegan a Espa?a con un desconocimiento absoluto de lo que se van a encontrar. "Algunas conocen por primera vez lo que es ignoran totalmente cu¨¢les el fr¨ªo, son las costumbres espa?olas y cuando se dan cuenta de que no pueden pasear por el malec¨®n y que se les somete a una r¨ªgida disciplina ajena a sus costumbres, r¨ªo falta el listillo de turno o la amiga enterada que le asegura que para ganar dinero todo es mucho m¨¢s ,r¨¢pido en cualquier barra americana. El colorcito moreno, sus costumbres liberales en materia sexual y su car¨¢cter alegre les facilita el camino. Se enterar¨¢n mucho despu¨¦s que el listillo se va a beneficiar del dinero que ganen y se encuentran en un callej¨®n sin salida Algunas son expulsadas por la polic¨ªa, pero no sabemos cu¨¢ntas porque l¨®gicamente, cuando han entrado de forma ?legal, no se inscriben en el Consulado".Rosa y Celia, dos dominicanas que aseguran ser primas y que llevan trabajando en Madrid un a?o largo, acompa?adas de una chica de servicio espa?ola, Julia G¨®mez, explican que la primera en venir fue Rosa, quien a su vez consigui¨® trabajo por una amiga que hac¨ªa varios meses que estaba instalada aqu¨ª. "Ella me arregl¨® a m¨ª los papeles y me busc¨® la casa en la que estoy ahora", explica Rosa, la m¨¢s abierta de las dos; "quise venir porque aqu¨ª gano m¨¢s dinero y all¨¢ las cosas est¨¢n dif¨ªciles. A los dos meses me march¨¦ de la casa porque ganaba 8.000 pesetas y me cambi¨¦ a la que estoy ahora, en la que gano 15.000; como suelo salir poco, seguro que si ahorro me puedo volver antes. Yo estoy bien, aunque al principio lloraba porque me llevaba muchas rega?inas y yo no sab¨ªa muchas cosas, pero ahora creo que he aprendido las costumbres de 'la se?ora y por el momento estoy bien. S¨¦ que hay otras con situaciones peores. Una prima nuestra estuvo un mes y, luego no sabemos qu¨¦ es lo que ha hecho.
Con todo, las malas condiciones laborales no afectan a todas estas chicas, y hay, algunas que tienen suerte y consiguen sentirse aqu¨ª casi como en su casa, e incluso con m¨¢s comodidades. Este puede ser el caso de Sara G¨®mez, una mujer de treinta a?os de edad, con dos hijos que ha dejado en Santo Domingo con la abuela y a los que peri¨®dicamente env¨ªa parte de las 22.000 pesetas que gana mensualmente. Sara vive desde hace ocho meses en una casa situada en una zona residencial. Adem¨¢s de por las condiciones econ¨®micas, Sara est¨¢ contenta porque la se?ora de la casa en que vive la trata como a una amiga y sus peculiares costumbres no le han supuesto ninguna clase de problemas. "Yo no he tenido dificultades, porque con tantos aparatos", dice, "el trabajo es incluso m¨¢s c¨®modo. All¨¢ ten¨ªa que lavar a mano y, en esta casa tengo lavadora. Lo ¨²nico que echo de menos son mis hijos y a mi mam¨¢.
La jefa de Sara es una azafata de vuelo de Iberia, Isabel Rebollar, quien la tuvo a su servicio durante los cinco meses que permaneci¨® destacada en Santo Domingo. "Yo estaba contenta con su trabajo", explica Isabel Rebollar, "arregl¨¦ all¨ª mismo los papeles para que pudiera venirse conmigo. Para eso fui a la Embajada de Espa?a en Santo Domingo, present¨¦ un contrato que hab¨ªamos hecho nosotras y en cuanto ella se hizo el pasaporte se pudo venir. Despu¨¦s hemos normalizado aqu¨ª su situaci¨®n v ya tiene el permiso de trabajo y de residencia.
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