RNE, tonta de remate
Contesto a la carta que bajo el t¨ªtulo "Radio Nacional puntualiza" publica EL PAIS de fecha 6 de noviembre s¨®lo por el hecho de que en ella se me llama, virtualmente, mentiroso, una injusticia m¨¢s. Adelanto, para tranquilidad de quien corresponda, que no deseo convertir mi causa versus RNE en una interminable saga epistolar, de modo que no volver¨¦ sobre el tema, sean cuales fueran las reacciones ahora suscitadas. En el citado escrito no se refuta mi carta, sino que se habla de cosas distintas, hasta el punto de que parece que RNE se ha vuelto tonta de remate. Porque yo (v¨¦ase EL PAIS de 27 de octubre) s¨®lo me extra?aba de que Sotillos no hubiera tenido tiempo de recibirme en los nueve meses de su mandato. En ning¨²n momento dije que se me adeudaran los a?os que trabaj¨¦, as¨ª que no s¨¦ a qu¨¦ viene la presunta "rectificaci¨®n". S¨ª tengo muy claro que no cobro desde que me echaron -arbitrariamente, insisto-, el 30 de junio de 1980, poniendo fin a veinte a?os de colaboraci¨®n ininterrumpida. No es exacto, por otra parte, que trabajase asiduamente en Protagonistas hasta 1978, pero da lo mismo. La verdad es que a finales de 1975 la SER tuvo la malhadada idea de concederme el Premio Ondas, circunstancia que provoc¨® un descomunal telele en el director del programa aludido, quien ya en 1976 me puso la proa -como sin duda recuerdan mis m¨²ltiples oyentes de la ¨¦poca-, oblig¨¢ndome a abandonarlo. S¨ª es cierto que el director de RNE me llam¨® este a?o para ofrecerme la cobertura de la Vuelta Ciclista a Francia", que tuve que declinar porque hab¨ªa conseguido otra "chapucilla" laboral -de eso voy sobreviviendo- mejor remunerada para las mismas fechas. Por otra parte, aceptar la oferta me hubiera privado de entrar en la programaci¨®n trimestral julio-septiembre, que era lo que yo pretend¨ªa. Luego ya no tuve m¨¢s oportunidades de hablar con ¨¦l, ni las hab¨ªa tenido antes.S¨¦ muy bien que tanto esta carta como la anterior son piedras contra mi propio tejado, pues aqu¨ª se considera una desfachatez tener raz¨®n, y una enorme insolencia atreverse a defenderla, sobre todo si se es un luchador solitario, o sea, un paria en la mente de los oligarcas. Y ya se sabe que los parias no tenemos derecho ni siquiera a una pretensi¨®n tan b¨¢sica v poco ambiciosa como conseguir un empleo y conservarlo, que es, en definitiva, el modesto objetivo de mi lucha profesional vitalicia. Si se le priva a uno de su pan, a aguantarse tocan ... /
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