Un diccionario de la vida real
Hace cuatro a?os fue llevado a Par¨ªs el cuerpo momificado del fara¨®n egipcio Rams¨¦s II para ser sometido a un examen m¨¦dico que determinara la naturaleza y el remedio de una floraci¨®n parasitaria que amenazaba con destruirlo. Puesto que era el cad¨¢ver del monarca de un pa¨ªs con el que Francia tiene buenas relaciones, el presidente de entonces, Val¨¦ry Giscard d'Estaing, lo recibi¨® en el aeropuerto con honores militares. Pero no fue ese el problema m¨¢s dif¨ªcil que plante¨® el examen del cuerpo, sino otro menos convencional y tal vez sin soluci¨®n: las v¨ªsceras estaban rellenas con una especie de aserr¨ªn de diversas materias vegetales, y entre ellas, picadura de hojas de tabaco.Aquel descubrimiento parec¨ªa un disparate hist¨®rico. En efecto, Rams¨¦s II muri¨® en 1235 antes de Cristo. Es decir, hace 3.000 a?os, y es una verdad aceptada por todo el mundo que el tabaco fue descubierto por Crist¨®bal Col¨®n y llevado por ¨¦l a Europa despu¨¦s del descubrimiento de Am¨¦rica. El hecho de que un fara¨®n milenario lo tuviera en las v¨ªsceras, sin embargo, ha puesto a pensar en la posibilidad de que los egipcios conocieran el tabaco, pero no para fumarlo, sino para usos medicinales, y muy en concreto para embalsamar a esos faraones que cre¨ªan seguir vivos mientras se conservara su cuerpo.
Esta informaci¨®n sorprendente, que no recuerdo haber le¨ªdo en la Prensa, la he encontrado en un diccionario a la vez curioso y divertido que compr¨¦ hace poco por casualidad. Se llama ?Desde cu¨¢ndo?, y, es el cat¨¢logo del origen de ochocientos objetos y costumbres de la vida cotidiana, escrito por el franc¨¦s Pierre Germa. Alguna vez o¨ª decir que Aldous Huxley hab¨ªa le¨ªdo hoja por hoja los casi treinta vol¨²menes de la enciclopedia brit¨¢nica, y durante a?os so?¨¦ con repetir esa proeza agotadora y fruct¨ªfera. Ahora he tenido un premio de consolaci¨®n: en una noche he le¨ªdo este diccionario de la vida diaria con la misma tensi¨®n y el mismo placer con que se lee una novela de misterio.
En la escuela primaria me llamaba la atenci¨®n que los maestros atribu¨ªan a los chinos la invenci¨®n de las cosas m¨¢s fant¨¢sticas, adem¨¢s de la p¨®lvora y la br¨²jula. He vuelto a recordarlo porque los sabios que estudiaron la momia de Rams¨¦s II supieron que tal vez el tabaco hab¨ªa llegado a Egipto desde China, y que fue de all¨ª de donde pas¨® a nuestras Am¨¦ricas. En cambio, el diccionario de or¨ªgenes dice que los cristales para corregir los defectos de la visi¨®n fueron enunciados en el a?o 990 por el f¨ªsico ¨¢rabe Ibn al Haytam., pero que no fueron tallados para anteojos hasta 1285 por los vidrieros italianos. Sin embargo -y tal vez por una deformaci¨®n inculcada por mis maestros de la escuela primaria- yo estaba convencido de que tambi¨¦n los anteojos hab¨ªan sido inventados en China. No tengo a la mano El libro de las maravillas del mundo, de Marco Polo, pero me parece que era ¨¦l quien lo dec¨ªa, y su viaje de veinte a?os por el Oriente remoto termin¨® en 1292.
Los datos m¨¢s interesantes se refieren al progreso de la ciencia, y sobre todo de la medicina. Es bueno saber que Juno, la esposa de J¨²piter, en su Olimpo fue la primera protagonista de un parto sin dolor, gracias a las virtudes narc¨®ticas de la lechuga. Tambi¨¦n es bueno recordar una vez m¨¢s que la operaci¨®n de ces¨¢rea no se llama as¨ª por Cayo Julio C¨¦sar, como tantas veces se ha dicho sin fundamento. En realidad, se practicaba desde tiempos inmemoriales en mujeres que mor¨ªan cuando estaban a punto de dar a luz, y de ese modo se salvaba la vida del hijo. La primera ces¨¢rea en una mujer viva la hizo en el a?o 1500 un castrador de cerdos de Shiegerhasen, en Thurgovia, suizo, despu¨¦s de que los m¨¦dicos y parteras del lugar declararon que el parto de su esposa era imposible. El hombre, que se llamaba Jaeques Nufer, le abri¨® el vientre con su cuchillo de castrador, la remend¨® con hilos de coser, sin ninguna clase de anestesia y, tanto ella como el hijo vivieron muchos a?os.
En 1667 -cuenta este diccionario alegre- el colegio de medicina de Londres le pag¨® veinte chelines a un loco para que se dejara hacer una transfusi¨®n de sangre de cordero. No era la primera vez que se intentaba, pero las transfusiones hab¨ªan sido prohibidas pocos a?os antes en Inglaterra, porque eran muy pocos quienes sobreviv¨ªan. Sin embargo, el loco no s¨®lo asimil¨® muy bien la sangre del cordero, sino que un testigo de la ¨¦poca declar¨® que la transfusi¨®n le hab¨ªa transformado en un hombre diferente.
Uno de los art¨ªculos m¨¢s notables es el de los m¨¦todos anticonceptivos. Se habla all¨ª de una receta encontrada en un papiro egipcio, que es un emplasto a base de caca de cocodrilo y goma ar¨¢biga, y cuya eficacia era absoluta si se le colocaba bien en el fondo de la vagina. Este m¨¦todo me record¨® al m¨¢s primitivo que encontr¨¦ cuando tuve que ponerlo al servicio de un personaje de novela. Eran unas cataplasmas de mostaza cuyos vapores deb¨ªan ser recibidos en la vagina poco antes de hacer el amor, y que al parecer se usaban m¨¢s de lo que uno se cree en Am¨¦rica Latina por los tiempos de las guerras civiles del coronel Aureliano Buend¨ªa, cuatro siglos despu¨¦s de que el anatomista italiano Falopio perfeccion¨® el preservativo con tripas de cordero. Tambi¨¦n leyendo esto record¨¦ un cuento que circul¨® en Cuba por la d¨¦cada de los sesenta, y cuya veracidad no he logrado comprobar en mis frecuentes viajes a ese pa¨ªs. Se dice que Cuba le compr¨® a China varios millones de preservativos, pero que ¨¦stos eran tan peque?os que los cubanos se los pon¨ªan muertos de risa en el dedo me?ique.Al parecer, muy pronto fueron retirados del comercio, y por ¨²ltimo los pintaron de colores y los usaron inflados como globos para las fiestas de carnaval.
En fin, el diccionario de or¨ªgenes nos cuenta con precisi¨®n y gracia qui¨¦n invent¨® la m¨¢quina de lavar, d¨®nde se construy¨® el primer faro, en qu¨¦ mar naveg¨® el primer petrolero, desde cu¨¢ndo se usa el aceite de ricino, qui¨¦n fue el primer hombre que se lanz¨® en paraca¨ªdas, y tantas cosas m¨¢s que apenas caben en su orden alfab¨¦tico. A los escritores les gustar¨¢ saber, por ejemplo, que una de las m¨¢quinas de escribir construidas en el siglo pasado se llamaba "el piano de escribir", y que su cliente m¨¢s entusiasta fue el escritor Mark Twain. Se preguntar¨¢n sin duda -porque el diccionario no lo dice- qu¨¦ se hizo de la m¨¢quina de escribir en chino, que seg¨²n se dijo hace muchos a?os hab¨ªa sido inventada por el escritor americanizado Lin Yutang. Les gustar¨¢ saber que el cors¨¦ de varillas de acero fue muy popular en el siglo XIX, a pesar de que era tan inc¨®modo y peligroso que en algunos casos pod¨ªa causar la muerte. Pero hay que decir -se?ala el diccionario- que las mujeres de Estados Unidos no dejaron de usarlo por ese riesgo, sino como respuesta a un llamado que les hizo el Gobierno en 1917 para que contribuyeran con sus varillas met¨¢licas al esfuerzo patri¨®tico de la primera guerra mundial. De ese modo se recuperaron 28.000 toneladas de acero, que alcanzaron para construir dos acorazados de la ¨¦poca.,
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