Federico Sope?a habla de los problemas y del porvenir del Museo Nacional del Prado
Hoy se inaugura en la principal pinacoteca una gran exposici¨®n de pintura espa?ola de los siglos XVI al XVIII
Federico Sope?a acaba de cumplir un mes como director del Museo Nacional del Prado, entidad a la que quiere convertir en un centro de cultura viva. A lo largo de estas semanas ya ha tomado contacto con los principales problemas de una de las principales pinacotecas del mundo y en su experiencia se basa este paseo por los problemas y por las realidades del museo, que hoy, precisamente, abre sus puertas, despu¨¦s del descanso del lunes, con una exposici¨®n antol¨®gica: la de pintura espa?ola de los siglos XVI al XVIII, que se halla en colecciones centrocuropeas y que viene a nuestro pa¨ªs como fruto del convenio entre el Ministerio de Cultura y los museos europeos.
El Museo del Prado cierra los lunes Ese d¨ªa se convierte, entonces, en un hervidero de actividad y tambi¨¦n en un verdadero museo: est¨¢n las grandes galer¨ªas vac¨ªas, retumban los ecos de los pasos sobre la piedra y el m¨¢rmol del suelo enfr¨ªa la luz sobre estas paredes en las que cuelgan bellezas imposibles de valorar en dinero. Federico Sope?a el flamante director de la primera pinacoteca espa?ola, es un gu¨ªa de excepci¨®n en las desiertas galer¨ªas por la sala de los primitivos, por entre los rojos terribles que dan fondo a los Vel¨¢zquez -?parece que en palacio hab¨ªa brocados rojos. Pero esto no es brocado y realmente estorba. Ha sido un clamor general. Quitaremos las barandillas y pondremos fondos grises por los Goyas -?Goya entero tendr¨¢ autonom¨ªa dentro del museo?-, por los proyectos que son esas salas nuevas, las que antes se conoc¨ªan como ?la sala del crimen (porque la gente simplemente iba dejando que su cabeza se llenara de sensaci¨®n de museo, y pasaba a todo correr derecha a las Meninas) y que ahora ser¨¢n grandes salas verdosas como quir¨®fanos, para que pasen los archivos, las catacumbas del museo, en exposiciones temporales.
Un plan contra las invasiones
?Har¨ªa falta elaborar un plan de pol¨ªtica cultural para ense?ar a ver el museo?, dice Sope?a. ?Ahora, m¨¢s que visitado, es invadido, y no s¨®lo los s¨¢bados. As¨ª que yo soy partidario, naturalmente, de la extensi¨®n de la gratuidad, pero con matices... Estoy preparando una serie de carteles y avisos que indiquen cortesmente lo que debe ser evitado y que corroboren y confirmen la acci¨®n de los celadores, que son verdaderos h¨¦roes. Ahora ve usted el museo silencioso y vac¨ªo. Ma?ana ser¨¢ una constante carrera, gritos, aglomeraciones?.
Federico Sope?a es la inteligencia debajo de ese aire entre bonach¨®n y vaticano. Est¨¢ c¨®modo en un despacho donde se compensan los mitos grecorromanos y cristianos en los colores de Ti¨¦polo, y donde ha puesto, como sello propio, la foto de Mara?¨®n presidiendo la ancha mesa de trabajo, y una suya, purpurada, saludando al Rey. Federico Sope?a ha preparado ya la entrevista, la ha esperado, y me tiende unas cuartillas con la suave amabilidad de quien est¨¢ acostumbrado a mandar.
?Es que es la consecuencia del paso de la cultura de minor¨ªas a la de masas. La visita al Prado comenz¨® a ser numerosa a partir de 1868, m¨¢s o menos, y fue creciendo. Yo, que sabes que soy galdosiano, he seguido ese crecimiento a trav¨¦s de la obra de Gald¨®s... En los a?os cuarenta y cincuenta se recomieda al visitante de provincias que vea la Historia Natural y la Armer¨ªa y Caballerizas. M¨¢s tarde, la visita al Congreso, descrita maravillosamente en Los duendes de la camarilla, y por fin, ya el museo. No s¨¦ cu¨¢ndo podr¨¦, pero intento rematar un trabajo sobre el tema del museo en nuestros escritores, de Gald¨®s a P¨¦rez de Ayala?.
Prohibido fumar
?Con la necesaria prioridad para la investigaci¨®n y la publicaci¨®n -y es necesario intensificar la relaci¨®n con la Universidad-, tenemos en programa varios cursos de lo que se podr¨ªa llamar extensi¨®n cultural. Antes de terminar el a?o cumpliremos muy a gusto dos obligaciones: el homenaje a Eugenio d'Ors y la presentaci¨®n de la gran edici¨®n del Libro de Santillana, de Lafuente Ferrari. En el mismo mes de diciembre habr¨¢ un cursillo especial, que yo llamo repaso al museo, ded¨ªcado especialmente a los Amigos del Museo del Prado, para crear una minor¨ªa de aficionados especialistas, conocedores a fondo. capaces de ser gu¨ªas espont¨¢neos... Y, adem¨¢s del ciclo en que los escritores nos cuenten su museo, preparo otro, para especialistas, a cargo del equipo del museo, que espero que inicie pronto el di¨¢logo con el Patrimonio Nacional, cuya apertura, anunciada por Ram¨®n Andrada, la veo como providencial?.
Salimos para ver las obras y para fumar un cigarrillo. ?No se puede fumar ni en las salas, ni en los despachos, ni en los lavabos... Si lo llego a saber, a lo mejor no acepto?, dice, y se r¨ªe. ?No, es broma. Me va a venir bien para los bronquios. Pero cada ma?ana voy un par de veces a la cafeter¨ªa y me fumo un par de cigarrillos?. ?Cuando no puedo m¨¢s?, dice, ?abro la ventana y fumo contra esas rejas?. Estamos fuera. Viendo el maravillos paseo, fumando rubio bajo en nicotina. Hace fr¨ªo. Me hace fijarme en los cedros, qu¨¦ hermosos est¨¢n, el resto del inteligente arbolado del Madrid de Carlos III. ?Donde ahora est¨¢ Vel¨¢zquez estuvieron Daoiz y Velarde, hasta que se los llevaron a la plaza del Dos de Mayo. ?Ah¨ª?, dice pasando entre cal, tablas y fr¨ªo, ?Ir¨¢ una gran cafeter¨ªa, que es una necesidad imperiosa,
El nombramiento de Federico Sope?a para este cargo lleg¨® tras una ruidosa dimisi¨®n, la de Jos¨¦ Manuel Pita Andrade, un hombre que contaba con el apoyo de los especialistas. Suena el tel¨¦fono. Trato de no o¨ªr, y s¨®lo se me queda una palabra: la continuidad.
?Continuidad, s¨ª, en todo lo que tuvieron de positivas las gestiones anteriores. Pita y Alfonso P¨¦rez S¨¢nchez (el que fue subdirector con aqu¨¦l) son miembros del patronato y espero su colaboraci¨®n activa. Hay dos herencias que asumo con entusiasmo: la de los Amigos del Museo y la del Bolet¨ªn. Dentro de unos d¨ªas, esos amigos, regalar¨¢n al museo un bell¨ªsimo cuadro de Rosales. Que les presida Enrique Lafuente Ferrari es un honor para todos nosotros?.
"Del bolet¨ªn del museo hay que hacer una gran propaganda. S¨®lo con el ap¨¦ndice, que da cuenta del fichaje y del estado de los cuadros en dep¨®sito, tenemos un exacto testimonio de un cap¨ªtulo de la pol¨ªtica cultural del pasado y del presente?.
Los fondos disponibles
Hablando de la del pasado inmediato, le pregunto por esos cuadros en dep¨®sito y tambi¨¦n por la disponibilidad de los fondos no expuestos del museo. Hubo un importante rumor que achacaba la dimisi¨®n de su antecesor en el cargo, aparte otros temas expresos, al precio en cuadros del Prado que supuestamente habr¨ªa costado la del Guernica. Federico Sopena niega con calor que esto haya ocurrido, ni que pueda ocurrir.
?Los fondos del Museo del Prado?, dice, ?y los pr¨¦stamos en dep¨®sito en Madrid est¨¢n catalogades y, fichados, se sabe en qu¨¦ estado est¨¢n y est¨¢n listos para restauraci¨®n cuando sea necesario. No se ha pagado ning¨²n cuadro por la vuelta del de Picasso, ni por ning¨²n otro motivo, y creo que este tema ya se aclar¨® en su d¨ªa. En cuanto a otros dep¨®sitos del Prado, los de provincias est¨¢n siendo empezados a catalogar, y del estado de la investigaci¨®n en este sentido iremos dando buena cuenta en el bolet¨ªn?.
?Yo creo?, afirma, ?que el museo abruma un tanto. Es l¨®gico el af¨¢n de exponerlo todo, y comprendo lo que puede costar una renuncia al conservador-erudito, pero el museo, como tal, es tambi¨¦n una obra de arte. Y yo no hablar¨ªa de esto si no tuviera en la mano dos soluciones paralelas: la incorporaci¨®n al equipo de arquitectos de un especialista como Gustavo Torner, y, basta recordar el exquisito gusto, reconocido por toda la cr¨ªtica, y la verdadera ciencia -porque hay que combinar valor, historia, planos, atm¨®sfera, facilidad y est¨¦tica de la contemplaci¨®n- de sus montajes de exposiciones para la Fundaci¨®n March. Dudo, por ejemplo, que haya convincentes razones eruditas para ese rojo y esas barandillas de las salas de Vel¨¢zquez. De hecho, el rechazo ha sido un¨¢nime, y eso se dispondr¨¢ de otra manera y en un plazo muy corto, aprovechando cualquier fin de semana... Entre las obras de inmediata terminaci¨®n est¨¢n, adem¨¢s de la sala de conferencias, estas dos, una de ellas adecuadamente funcional, que servir¨¢n para exposiciones, como dec¨ªamos antes, temporales, y entre las que podr¨ªan estar no s¨®lo los cuadros que no se exhiben en permanencia, sino el estudio de una escuela o de un solo cuadro con sus bocetos?.
A Sope?a le preocupa lo que ¨¦l llama ?la inserci¨®n del museo en la vida social, en la sociedad?. Y la pol¨ªtica cultural, no necesariamente masificada, que puede y debe llevar a esa inserci¨®n.
Una ley de autonom¨ªa
?En mi toma de posesi¨®n?, explica, ?el ministro de Cultura anunci¨® la elaboraci¨®n de un proyecto de ley para la autonom¨ªa del museo. Yo creo que esa deseable autonom¨ªa se debe preparar marchando decididamente en varias direcciones: apoyarse todo lo posible en el Patronato, que funciona, que asiste, casi sin ausencias, a las reuniones; acercar todo lo posible el mundo de las donaciones individuales y sociales, de las suscripciones p¨²blicas incluso -es idea heredada, que conste-, para que la sociedad, y no s¨®lo el Estado, haga del museo nacional una gran empresa de participaci¨®n. Me gustar¨ªa, por ejemplo, poder contar con la iniciativa privada, como pudimos hacer, y una placa recuerda la ayuda de un banco, con la restauraci¨®n de San Antonio de la Florida... Por otra parte hay que aumentar el personal en todos y cada uno de los cap¨ªtulos de gente relacionada con el museo. Luchar¨¦ aqu¨ª, como en la Academia de San Fernando, para que nuestro esfuerzo ayude a aliviar un aut¨¦ntico horror de la vida cultural espa?ola: el paro de licenciados. El Prado necesita m¨¢s investigadores, m¨¢s restauradores, m¨¢s personal subalterno... El obst¨¢culo que m¨¢s temo es el de las trabas burocr¨¢ticas, aunque tengo que decir que, en el mes escaso que llevo en este puesto, no he encontrado m¨¢s que cordialidad y facilidades. Del entusiasmo de Tusell no necesito decir nada: ¨¦l lo empuja todo y ser¨¢ capaz de cansarme a m¨ª, que tengo fama de incansable. No recordarle ser¨ªa ingratitud?.
Babelia
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