Aglomeraci¨®n de personas y documentos en los firmados de primera instancia y de distrito
La trama judicial se completa por arriba con las Audiencias Provincial y Territorial, la Nacional y el Tribunal Supremo, y por debajo, con los juzgados de primera instancia, instrucci¨®n y los de distrito, que desempe?an funciones complementarias, pero igualmente importantes. En ellos se repiten las constantes de agobio y los problemas de falta de recursos. Si se pregunta a los funcionarios qu¨¦ necesitan m¨¢s perentoriamente, suelen responder "Que nos reconozcan nuestras aut¨¦nticas funciones".
En el interior del palacio de justicia, la desigual multitud de visitantes, en la que est¨¢n representadas todas las clases sociales, costumbres, procedencias y estilos, se dirige a los ascensores y escaleras. Poco despu¨¦s comienza a dividirse y clasificarse en los rellanos, de forma que a primera vista los m¨¢s elegantes prefieren la derecha de las plantas, mientras que la mayor¨ªa de los desencajados, violentos, tristes y mal vestidos llega hasta las galer¨ªas de la izquierda. Las diferencias entre los grupos est¨¢n seguramente delimitadas por sus destinos finales: unos van hacia los juzgados de Instrucci¨®n, es decir, a resolver asuntos catalogados en el C¨®digo Penal, y los otros, hacia los juzgados de primera instancia, a resolver asuntos catalogados en el C¨®digo Civil.Hasta el Juzgado n¨²mero 4 de Primera Instancia llegan as¨ª procuradores, abogados, financieros y estafadores; siempre hombres-cartera, ciudadanos king-size perfectamente enmarcados en los cuadros grises de sus trajes pr¨ªncipe de Gales. S¨®lo durante el segundo trimestre de este a?o, Eduardo Garc¨ªa P¨¦rez, competente oficial del Juzgado de Primera Instancia n¨²mero 4 y novelista, ha contabilizado exactamente 447 asuntos, diez expedientes de pobreza, 33 procedimientos hipotecarios y 242 juicios ejecutivos. Cuando alg¨²n visitante lo reclama, Eduardo se extiende en explicaciones sobre los procedimientos: "Un juicio ejecutivo es el procedimiento m¨¢s r¨¢pido en lo Civil; supongamos que una letra de cambio ha vencido y que cumple todas las condiciones; pues bien, por este sistema puede ejecutarse fulminantemente... En cuanto a los expedientes de pobreza, tienen una raz¨®n de ser: la justicia es gratuita para los pobres, pero la pobreza es una condici¨®n que hay que acreditar, y con ese fin se abren los expedientes. Hay tambi¨¦n tres juzgados que se dedican espec¨ªficamente a asuntos familiares. Son los que intervienen en divorcios, separaciones, nulidades, medidas provisionales de separaci¨®n, adopciones de ni?os...". En los juzgados de primera instancia, las relaciones son casi siempre corteses, indirectas; hablan abogados con procuradores, procuradores con negociantes y negociantes con abogados, en turnos circulares. Las consultas, opiniones y tratos tienen un tonillo profesional que ni siquiera se pierde cuando los abogados ofrecen o piden tabaco a sus colegas y colaboradores. Y suelen terminar hablando de dinero, porque un 95% de los asuntos que el Decanato les env¨ªa, siempre de diez a doce, son simplemente reclamaciones de deudas.
El lento vuelo de los subasteros
En sus a?os de profesi¨®n, Eduardo ha logrado penetrar en el esp¨ªritu del juzgado, y entiende a la perfecci¨®n la psicolog¨ªa de sus personajes. Sabe dar un tono natural, casi rutinario, a los grandes embargos financieros; razona con los perjudicados y con sus vecinos en los peque?os embargos suburbiales; media en discusiones familiares en las que siempre hay maridos calaveras y esposas fieles y llorosas. Conoce los resortes delicados, m¨ªnimos, pero legales, que ciertas empresas utilizan para preparar sus quiebras y suspensiones de pagos. "El juzgado observa siempre una conducta formal: si el expediente cumple las formalidades de la ]Ley, el juzgado tiene que admitirlas a tr¨¢mite; basta con que en una letra de cambio falte una sola palabra, la palabra pesetas, para que lo que parece un documento irreprochable carezca de fuerza ejecutiva", dice, cuando piensa en voz alta. Siempre que es necesario recuerda a los ciudadanos sus derechos con la soltura con que los agentes federales norteamericanos leen a sus v¨ªctimas los art¨ªculos cautelares de la Constituci¨®n. Cada d¨ªa su juzgado tiene que practicar cuatro o cinco embargos, y ¨¦l procura resolver los suyos del modo m¨¢s r¨¢pido y menos doloroso.
Frecuentemente sorprende en los pasillos a docenas de personas que parecen aguardar, subidas a la rama m¨¢s alta del ¨¢rbol, el comienzo de las subastas. Son los subasteros. Algunos de ellos est¨¢n maquinando, proponiendo y acordando la puja. Luego, el protocolo siempre es el mismo: los peritos tasan los bienes, deciden el tipo de subasta; pero los subasteros no se presentan y hay que decretarla desierta. Tampoco suelen presentarse en la segunda vuelta, cuando los bienes han sido depreciados en un veinticinco por ciento. A la tercera, sin sujeci¨®n a tipo, pueden hacer sus ofertas desde una peseta en adelante. Llegada la hora descienden de sus ¨¢rboles, despu¨¦s de un largo planeo, y se posan suavemente en los bancos.
Olor a pintura
A los juzgados de distrito de la calle de Hermanos Alvarez Quintero, juzgados 6, 10, 11, 16, 20 y 21, como a los otros treinta de Madrid, llegan asuntos penales y civiles de inferior cuant¨ªa desde el Decanato de Imperial, 8. Se repite en ellos la misma ceremonia diaria que en sus hermanos de la plaza de Castilla, si bien aqu¨ª las secretar¨ªas est¨¢n detr¨¢s de lo que hace tiempo fueron una escalera de m¨¢rmol y una vidriera, y son lanchas de m¨¢rmol y vidrios rotos. En los despachos, donde lo civil y lo penal est¨¢n separados por una d¨¦bil mampara, o quiz¨¢ por un biombo, las ri?as familiares se cruzan con los di¨¢logos sobre carteristas o sobre imprudentes temerarios, y con un irresistible olor a pintura al aceite. Detr¨¢s de los expedientes, apenas llegan a vislumbrarse las piezas m¨¢s altas de los armarios. En las largas colas s¨®lo falta una pla?idera que diga a los querellantes y querellados: "Descanse en paz".
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