Restauraci¨®n ejemplar de un jard¨ªn
La restauraci¨®n del Real Bot¨¢nico de Madrid establece, a nuestro entender, un precedente altamente afortunado. Es esta, pr¨¢cticamente, la primera vez que en este pa¨ªs se acomete con rigor un proyecto de restauraci¨®n global de uno de nuestros jardines hist¨®ricos. Aqu¨ª, por lo general, los jardines suelen verse sometidos a innumerables arreglos parciales que, por no estar sometidos a un fin que tenga en cuenta el dise?o original, acaban por transformar su fisonom¨ªa.En estrecha colaboraci¨®n con las autoridades cient¨ªficas de la instituci¨®n, el paisajista Leandro Silva y el arquitecto Guillermo S¨¢nchez Gil han abordado la restauraci¨®n del jard¨ªn con un criterio el¨¢stico que no se ha limitado a remozar, est¨¢ticamente, el momento inicial de su dise?o, sino que han sabido articular una estructura que englobase los principales criterios que, hist¨®ricamente, han conformado el Bot¨¢nico, adapt¨¢ndolo asimismo a las necesidades del presente. En el per¨ªodo de su fundaci¨®n, tal y como se desprende del plano dibujado en 1786 por Gutierrez de Salamanca, el jard¨ªn respond¨ªa claramente al esp¨ªritu ilustrado. Aunque, fuera del Pabell¨®n de Poniente y las dos puertas, no est¨¢ suficientemente documentada la paternidad de Juan de Villanueva respecto a la planta del jard¨ªn, si parece ¨¦sta inspirada por ¨¦l, dada su perfecta inserci¨®n en el conjunto urban¨ªstico de la llamada colina de las Ciencias, que inclu¨ªa, con el Bot¨¢nico, el Prado y el Observatorio. Como en un teatro de la memoria, una ret¨ªcula cuadricular, formada por avenidas de limpia perspectiva, se acomodaba a una mentalidad racionalista que entend¨ªa a la geometr¨ªa como modo ideal de conferir a las plantaciones un orden simb¨®lico semejante al que la propia ciencia bot¨¢nica les hab¨ªa dado con las clasificaciones de Linneo. Por el valor hist¨®rico de un dise?o neocl¨¢sico poco frecuente en tan austero rigor, as¨ª como por su evidente operatividad aun hoy cara a un jard¨ªn que ha de ser eminentemente did¨¢ctico, ¨¦ste ha sido el aspecto m¨¢s favorecido en la presente restauraci¨®n que lo ha adoptado, ante todo, por los planos medio e inferior del Bot¨¢nico. Pero no se ha efectuado en ellos una reconstrucci¨®n mim¨¦tica del original. De hecho, parece que el plano de 1786 respond¨ªa m¨¢s bien a un proyecto ideal que tal vez no acab¨® de aplicarse por completo. As¨ª, los restauradores se han permitido introducir ciertos elementos (escaleras para descender de un nivel a otro, bordillos que faciliten el conservar con rigidez la estructura de cuadr¨ªculas) que, aun no estando documentados hist¨®ricamente, traducen una mejor interpretaci¨®n del criterio que inspira su fundaci¨®n.
El paso quiz¨¢ m¨¢s dif¨ªcil de esta restauraci¨®n ha sido el de saber articular adecuadamente este modelo racionalista con el criterio decimon¨®nico que se ha conservado para el plano superior del Bot¨¢nico. En consonancia con las nuevas corrientes que orientaban el gusto rom¨¢ntico hacia el paisajismo ingl¨¦s, Paz Graells dio comienzo a una remodelaci¨®n profunda del jard¨ªn, tal y como puede verse en el plano de Alfonso de Areitio de 1875. Pese a mantener el eje central, hab¨ªa aqu¨ª una clara voluntad de asimetr¨ªa y, de dotar al jard¨ªn de un recorrido laber¨ªntico que imitara las propias sinuosidades de la naturaleza. Am¨¦n de su adopci¨®n para el plano superior, el estilo Graells ha dejado tambi¨¦n su huella en el resto del jard¨ªn, dado que, por una estricta conservaci¨®n de las plantaciones, ciertos ¨¢rboles permanecen en el lugar en que se los plant¨® para taponar la perspectiva de las avenidas.
S¨®lo nos queda ahora el desear que estas restauraciones ejemplares no sean sino un punto de partida en una nueva l¨ªnea pol¨ªtica respecto a nuestro patrimonio de jardines, y que el propio Bot¨¢nico pueda conservar desarrollar esta etapa que inicia mediante la dotaci¨®n de unos medios t¨¦cnicos que lo hagan posible.
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