Un espect¨¢culo viejo

El cine de aventuras de los a?os veinte manten¨ªa una estructura narrativa ingenua, pero eficaz. Se trataba de preocupar al espectador sobre el destino de los protagonistas, colocando a ¨¦stos en situaciones de peligro, de las que dif¨ªcilmente pod¨ªan escapar con vida; cuando ese riesgo llegaba al m¨¢ximo se interrump¨ªa la pel¨ªcula, obligando al p¨²blico a volver al cine a la semana siguiente para conocer el resultado de la aventura.Que en 1980 se haya pretendido mantener viva esa f¨®rmula es algo m¨¢s il¨®gico. El espectador ya sabe por experiencia que el protagonista no va a morir en los primeros minutos de la pel¨ªcula o, en todo caso, le da lo mismo, ya que tiene la seguridad de que algo m¨¢s ocurrir¨¢.

Sin embargo, Shogun, se?or de samurais se acoge al viejo truco de ese inocuo suspense hasta el punto de que la distribuci¨®n espa?ola ha colocado un intermedio en el mornento en que el protagonista corre grave peligro. Bien es cierto que pod¨ªa haberlo colocado en cualquier otro momento, ya que la mec¨¢nica de la historia es siempre la misma. Aburre de tanto insistir en que algo malo va a pasarle a ese ingl¨¦s perdido en el Jap¨®n del siglo XVII, donde la codicia por el poder de dos importantes se?ores acarrea un mundo de sangre. La informaci¨®n hist¨®rica que en este sentido la pel¨ªcula podr¨ªa ofrecer queda sepultada por la aventura individual y por el manique¨ªsmo con que se ha tratado todo lo dem¨¢s. Los malos tienen cara de malos, y los buenos, de ¨¢ngeles custodios. Todo es previsible, nada interesa. Incluso desde el punto de vista del espect¨¢culo se han escamoteado las batallas y los n¨²meros fuertes que una pel¨ªcula de este g¨¦nero parece exigir,