En el centenario de Te¨®filo Hernando
Ante todo, como dir¨ªa Stendhal, los datos exactos. Te¨®filo Hernando naci¨® el 14 de abril de 1881 en Torreadrada (Segovia), hijo de un m¨¦dico rural. Curs¨® el bachillerato en los institutos de Burgos y del Cardenal Cisneros, de Madrid, y los estudios de Medicina en el San Carlos madrile?o. Ol¨®riz, Cajal, Alonso Sa?udo y San Mart¨ªn fueron los maestros que sobre ¨¦l ejercieron mayor influencia. Una serie de ¨¦xitos jalonan los primeros pasos de su vida m¨¦dica: gana por oposici¨®n plazas de m¨¦dico de la Beneficencia Municipal de Madrid, m¨¦dico forense, m¨¦dico de ba?os y profesor auxiliar de Terap¨¦utica y Medicina Legal.Esta actividad universitaria fue la que decidi¨® el rumbo de su vida. En 1911, en efecto, pensionado por la entonces naciente Junta para Ampliaci¨®n de Estudios, trabaj¨® en Estrasburgo junto a Schmiedeberg, el padre de la farmacolog¨ªa moderna, y un a?o m¨¢s tarde ganaba la c¨¢tedra de Terap¨¦utica, Materia M¨¦dica y Arte de Recetar de la facultad de Medicina de Madrid. Desde entonces, su labor y su talento van a concentrarse simult¨¢neamente, con creciente prestigio nacional e internacional, en dos campos: su c¨¢tedra, a cuyo vetusto contenido hab¨ªa de imprimir un giro decisivo, y su pr¨¢ctica gastroenterol¨®gica, en la que pronto ser¨ªa una de las m¨¢ximas figuras espa?olas. As¨ª lo reconoci¨® bien pronto la Academia Nacional de Medicina, que en 1919 le eligi¨® como miembro titular.
Tras el advenimiento de la Segunda Rep¨²blica fue presidente del Consejo Nacional de Cultura, miembro de la Junta para Ampliaci¨®n de Estudios, presidente de la Asociaci¨®n Protectora de los Archivos Catedralicios, del Instituto de Farmacolog¨ªa y Comprobaci¨®n de Medicamentos, de la Sociedad Espa?ola de Historia Natural. Nunca acept¨® cargos pol¨ªticos.
En 1936 se exilia voluntariamente, y desde ese a?o hasta 1941, fecha de su regreso a Espa?a, reside en Par¨ªs. Fue despose¨ªdo de su c¨¢tedra, a la que no ser¨ªa reintegrado hasta el d¨ªa de su jubilaci¨®n. Desde 1941 hasta su muerte, su magisterio, por el que en 1969 recibi¨® el t¨ªtulo de patriarca de la Medicina Espa?ola, tuvo como ¨¢mbito inmediato todo el territorio nacional, y como ¨¢rea de irradiaci¨®n, toda la de nuestra lengua. Numerosas Academias de Medicina, espa?olas y extranjeras, le nombraron miembro de honor. Muri¨® el 10 de marzo de 1976, rodeado por un c¨¢lido halo de admiraci¨®n, gratitud, respeto y cari?o.
Para entender y valorar con perspectiva hist¨®rica la obra de Te¨®filo Hernando es preciso contemplarla dentro de la generaci¨®n espa?ola y m¨¦dica a que pertenece: la que, siguiendo el camino abierto por hombres como Cajal, Giner de los R¨ªos, Bol¨ªvar, Men¨¦ndez Pidal, As¨ªn Palacios, Turr¨®, San Mart¨ªn y algunos m¨¢s, como tal generaci¨®n trat¨® de poner a Espa?a en el nivel intelectual, pol¨ªtico y est¨¦tico de la Europa de su tiempo. Entre los no m¨¦dicos de ella, basten los nombres de Ortega, Ors, P¨¦rez de Ayala, Madariaga, Blas Cabrera, Am¨¦rico Castro, Rey Pastor y Ram¨®n Carande. Entre los m¨¦dicos, los de Mara?¨®n, Ach¨²carro, R¨ªo-Hortega, Tello, Pi y Su?er, Novoa Santos, Goyanes, Lafora y S¨¢nchez Covisa. Dentro de ese espl¨¦ndido grupo generacional, en plena sinton¨ªa con ¨¦l, ?qu¨¦ hizo Te¨®filo Hernando? Varios puntos deben ser discernidos en la respuesta.
1. Con los paup¨¦rrimos medios que hacia 1920 ofrec¨ªa la facultad de Medicina de Madrid, sac¨® de su retraso decimon¨®nico a su disciplina universitaria y la transform¨® r¨¢pida y eficazmente en farmacolog¨ªa cient¨ªfica. Directa o indirectamente, de ¨¦l procede toda la investigaci¨®n farmacol¨®gica espa?ola.
2. Con su fraternal amigo Gregorio Mara?¨®n promovi¨® y dirigi¨®, desde 1915, el Manual de medicina interna que durante varios lustros ha ofrecido a los m¨¦dicos espa?oles e hispanoamericanos, compuesta por autores espa?oles, una informaci¨®n did¨¢ctica a la altura de lo que entonces era la medicina europea. El gran ¨¦xito de este Manual ten¨ªa muy alta significaci¨®n hist¨®rica. Desde 1605, a?o en que empez¨® la publicaci¨®n de las Opera Omnia de Luis Mercado, nunca los m¨¦dicos espa?oles hab¨ªan podido formarse al d¨ªa en medicina interna leyendo un tratado exclusivamente escrito por maestros tambi¨¦n espa?oles.
3. Fue autor de varios libros -entre ellos el que, con otro de Mara?¨®n, introdujo en Espa?a la quimioterapia moderna- y de m¨¢s de un centenar de art¨ªculos originales, casi todos de tema terap¨¦utico o cl¨ªnico, publicados en revistas nacionales y extranjeras. V¨¦ase una detallada menci¨®n de ellos en las p¨¢ginas finales del libro Homenaje ofrecido al profesor doctor Te¨®filo Hernando por sus amigos y disc¨ªpulos (Madrid, 1952).
4. Fue el pionero de una disciplina rigurosamente necesaria para la formaci¨®n del m¨¦dico, en auge hoy en varios pa¨ªses, principalmente Estados Unidos, aunque tal vez no cultivada con la profundidad y la amplitud con que su iniciador la concibi¨®: la terap¨¦utica cl¨ªnica, el estudio de lo que en s¨ª mismo es, con todos sus diversos problemas, el tratamiento m¨¦dico. Infieles a esta creaci¨®n de Hernando, nuestras facultades de Medicina la han eliminado de sus planes de ense?anza.
5. Estrechamente ligada a esta parcela de la obra m¨¦dica de Te¨®filo Hernando se halla, en fin, la cruzada del gran terapeuta contra la ligereza en el manejo del poderoso arsenal medicamentoso hoy en manos del m¨¦dico.
No quedar¨ªa completa esta breve semblanza del gran m¨¦dico y gran maestro si al t¨¦rmino de ella no apareciese, siquiera en r¨¢pido apunte, la persona que como tal m¨¦dico y tal maestro se realiz¨®: su clarividencia mental, su curiosidad intelectual siempre despierta, su total carencia de cuanto oliese a engolamiento y pedanter¨ªa, el ingenio y gracejo de su conversaci¨®n y su magisterio, y bajo todo ello el severo compromiso ¨¦tico con la vida del enfermo a que atend¨ªa.
?Acaso lo mejor de su biograf¨ªa?, escribi¨® Mara?¨®n, ?ser¨ªa siempre lo que yo puedo a?adir a ella, porque lo he aprendido a su lado: que Hernando es raro ejemplo de esos seres humanos que poseen la gran virtud de alegrarse del bien de los dem¨¢s; y el mal que les hacen, perdonarlo con la misma rapidez con que respiran?. Var¨®n ac¨®lico, hombre sin hiel, le he llamado yo m¨¢s de una vez, y bajo la gran inteligencia, el insigne magisterio, el extenso y m¨²ltiple saber -desde los f¨¢rmacos y las gastropat¨ªas hasta la filosof¨ªa de Descartes, de cuya obra tan conocedor y devoto era, y hasta los libros de Andr¨¦s Laguna, su grande y por ¨¦l tan bien estudiado paisano-, eso fue Te¨®filo Hernando en las horas alegres y en las horas tristes de su vida. Suyo pudo ser el mote que para s¨ª mismo eligi¨® Silvio, el insigne m¨¦dico neerland¨¦s: Bene agere et laetari. En el trance de concederlo a un m¨¦dico actual, muy pocos lo hubiesen merecido tanto; ninguno m¨¢s.
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