La crisis polaca sirve a los yugoslavos para criticar aspectos de su propia econom¨ªa
Polonia es probablemente el mejor ejemplo de lo que le puede ocurrir a un pa¨ªs que se enamore de los banqueros y d¨¦ calabazas a los industriales, que coja mucho dinero ajeno y poca inteligencia del pr¨®jimo, dice la revista yugoslava Nin, que se sirve de la ra¨ªz econ¨®mica de los males polacos para estudiar a aquellos pa¨ªses que, como Yugoslavia, prerieren la ayuda de los banqueros extranjeros a la de los hombres de empresa.
Cosa rara en el caso de la Prensa yugoslava, siempre cr¨ªtica con Bulgaria, este ¨²ltimo pa¨ªs sirve ahora de ejemplo de c¨®mo hay que hacer para desarrollarse. A los extranjeros que quieren invertir en proyectos de inter¨¦s para el pa¨ªs, los b¨²lgaros les dan cr¨¦ditos "a un inter¨¦s bastante m¨¢s bajo que el vigente en los mercados occidentales de capitales", se asombraba el Wall Street Journal al o¨ªr eso de un funcionario b¨²lgaro.Por el contrario, los 26.000 millones de d¨®lares que Polonia adeuda a 460 bancos de todo el mundo han llegado a constituir un problema que capea sobre todos los dem¨¢s. Albania, campe¨®n de la autarqu¨ªa a ultranza y peque?o santuario marxista-leninista, cuya Constituci¨®n le prohibe comerciar a cr¨¦dito, intenta explicar extramuros del Consejo de Asistencia Econ¨®mica Mutua (Comecon) el caos polaco como "resultado de un proceso en el que la gente se ha acostumbrado a vivir bien a fiado hasta chocar con una realidad econ¨®mica que no se lo permite".
Con unos 16.000 millones de d¨®lares en deudas y 3.300 d¨®lares de renta per capita, los yugoslavos siguen prefiriendo, seg¨²n la revista Nin, el cr¨¦dito extranjero a la aventura de industriales que, en busca de beneficio, vendr¨ªan a trabajar a Yugoslavia.
Se lamentan en Belgrado de que, a ra¨ªz de la cauta ley de inversiones conjuntas de 1978, casi ning¨²n extranjero se ha animado a traerse sus proyectos y sus capitales a Yugoslavia. Este pa¨ªs teme que los hombres de negocios extranjeros coarten sus consejos de autogesti¨®n obrera con voz y voto.
El banquero, se dice, plantea cuentas aparentemente claras de amortizaci¨®n de la deuda, pero hoy los intereses oscilan de a?o en a?o. El industrial, en cambio, al no estar protegido contra las p¨¦rdidas, se ve obligado a poner en juego todas sus capacidades en beneficio del proyecto conjunto, capitalista internacionalmente, pero socialista a escala nacional.
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